lunes, 31 de marzo de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 16:48... bueno, más o menos a ésa hora.
EN EL CAPÍTULO ANTERIOR…

-Pues ahora que ya tenemos a la banda reunida de nuevo, no queda más que ponernos a trabajar… ¡Hay que planear un gran robo! –les propuse a los demás, que me miraban entusiasmados y enseguida movieron la cabeza en señal de aprobación.

-¡Manos a la obra! –contestaron todos al unísono.

LOS NADIE III: ¡QUE SE JODAN LAS ESTADÍSTICAS!

Nos reunimos muchísimas veces en la casa de Vlad, por ser el único que vivía totalmente solo, para planear el gran robo que engalanaría nuestro flamante regreso como Banda organizada. Ahí estábamos Ivanna, Romo, el propio Vlad, y su servidor Lino Fontana: los 4 miembros de “La Banda de los Nadie”.
Sin embargo nuestro nombre sólo era momentáneo. Bien sabido es, en el mundillo del crimen, que a una banda de atracadores la prensa es quien bautiza. Y tal honor se gana con un sólido movimiento delictivo.
Por lo tanto, nuestra pretensión estaba puesta en el Banco Metropolitano y su bóveda, rellena de millonarias razones para motivar nuestro atrevimiento.

Fueron 3 semanas de duro trabajo de cálculo, observación, logística y planeación. Entrenamos varias veces, desde cómo sería la entrada y cómo la salida. Sopesamos los riesgos y comparamos otros casos parecidos; aprendimos de errores ajenos y pensamos cualquier detalle, por mínimo que fuera, para evitar cualquier posibilidad de error y actuar en caso de cometerlo.
Los fines de semana no volvíamos a nuestras casas, nos quedábamos a dormir con Vlad y tratamos arduamente de adecuarnos a nuestros gestos mutuos, pensamientos y procesos de comportamiento. Necesitábamos ser “uno”. Un solo equipo, una sola mente, un solo objetivo. Así sería la única manera de intuirnos, de presentirnos, de cohesionarnos. Logrando esto, mucho más difícil vendría una imprecisión o una contingencia desfavorable.

Por fin llegó el día y pusimos en marcha todo lo planeado. De acuerdo a lo establecido, Romo pasó por mí en una camioneta de su propiedad. Hizo la señal con el claxon y salí corriendo con varios artefactos que necesitaríamos para realizar el robo. Subí a su camioneta y emprendimos camino para acudir a casa de Ivanna y recogerla.

-¿Inconvenientes hasta el momento, Fontana?

-Ninguno –contesté a Romo -, bueno iba a limpiar el sótano, llevo dos meses queriendo hacerlo, pero me da flojera. Mi hermana me lo tira en cara siempre… ¿Y tú no tuviste inconvenientes?

-No… o bueno, tal vez sí… tuve un problema con mi ex novia. Llamó para decirme que vaya a recoger el anillo de compromiso. Que no se siente bien quedándoselo y que lo recoja para terminar con todo, y dejar las cuentas limpias. Discutimos y colgué.

-No entiendo Romo, llevaban mucho tiempo, ¿por qué simplemente terminaron?

-No es que simplemente termináramos. Ya teníamos algunos problemas, como les mencioné. Los detalles no se los dije, pero ahora te los confieso: ella siempre quiso que tuviéramos un hijo.

-Y tú no querías…

-Sí quería, Fontana. Lo deseaba mucho, bastante. Pero en el futuro, no ahora. A mí me gusta construir la vida en terreno seguro. No me gusta vivir inventando soluciones a problemas que no tenía contemplados, y que se me van complicando sólo por no planear bien las cosas con premeditación. Yo quería primero comprar nuestra casa, matrimoniarnos, luego comprar un auto, vivir nuestra vida de recién casados un tiempo, vacacionar, y ya después tener un par de hijos. Ella no, ella los quería lo más pronto posible, cree que si llega a los 30 y no procrea, nunca lo hará. Y como ya le falta muy poco para llegar a ésa edad, su desesperación aumentó y dice que si no tenemos un hijo ahora se acabó. Yo me rehusé y así terminó todo.

-Oh, que pena, lo siento.

-Sí, pero no importa Fontana… Igual no fue lo único malo, también estábamos aburridos. Tal vez fue mejor así... Lo único que lamento es no haber logrado lo que siempre creí que ya tendría a los 30: un hogar propio.

El camino se hizo menos largo con la plática y pronto llegamos a casa de Ivanna. Ella salió a nuestro llamado, encargó a su hijo con su amiga vecina y se agregó a nuestro vehículo. Nos saludó cordialmente y luego miró con melancolía el horizonte.

-¿Todo bien? –pregunté ante lo evidente de su gesto.

-Sí… sólo estoy un poco triste, por mi hijo.

-Te da pesar dejarlo solo, verdad –comenté por su tribulación.

-Eso en primera instancia. Así ha sido durante varios años, desde que mi esposo y yo nos divorciamos… Casi toda su vida ha sido así, verme partir para salir a la calle y convertirme en madre y padre a la vez. Siempre haciendo de terceros como si fueran su familia –una pequeña humedad cambió sus ojos y luego se coloró su nariz por el pesar-. Y durante todo este tiempo, el idiota que me dejó para irse con su amante cree que la pura pensión es suficiente para sentirse buen padre. Me da tristeza no estar al pendiente de mi hijo, y más me da tristeza tener que partir de su lado… Yo me pierdo los mejores momentos de su vida, pero no puedo detener la mía, porque resulta peor. Es una triste paradoja.

Ella se enjugó sus lágrimas y limpió su nariz, Romo y yo nos miramos enmudecidos, pero luego Ivanna disgregó la tensión, recuperando la ecuanimidad y preguntándonos detalles del desarrollo del proyecto.

-Excelente, todo marcha de maravilla –contestó Romo –. Bueno sí, yo también tuve un pequeño episodio como el tuyo.

Romo explicó todo de nuevo a Ivanna, quien se sintió menos decaída por no encontrarse sola en las penas. Nos sacudimos toda nuestra melancolía y aceleramos el paso para acudir con el último de nuestros secuaces, el impredecible Vlad.
Al llegar notamos la luz apagada de su departamento, pitamos varias veces pero no salió. Para no causar demasiado alboroto, subimos hasta su puerta y tocamos, pero sin recibir respuesta. El plan estaba peligrando, pues como siempre, nuestro extraño compañero inexplicablemente se ausentó de su casa, aún sabiendo que hoy era el gran día. Intentamos llamar a su celular pero nadie contestó.

-¿Qué hacemos? -preguntó Ivanna.

-Pues no sé… -no empezaba yo a hablar cuando mi celular sonó. Contesté y se trataba de Vlad.

-¿Vlad? ¿Dónde estás idiota? Que no recuerdas que era hoy el… ¿Qué? ¿En serio?... ¿Y, qué haces allá?... Está bien, ¡allá vamos! –colgué extrañando. Todos me preguntaron qué había pasado, y les dije que Vlad me comunicó que se encontraba ya en el banco.

Nos sorprendimos, pues el plan era que en el vehículo de Romo pasaríamos a recoger uno a uno a los miembros de la banda. Habituados como siempre a las rarezas de nuestro compañero, subimos a la camioneta y arrancamos rumbo hacia el banco. Ya la noche había caído.

Ya nos faltaban unas pocas calles para llegar, cuando vimos que el banco se llenaba de policías. Supusimos lo peor y creímos que Vlad había cometido una habitual estupidez.
No eran muchos los uniformados que estaban, pero sí suficientes para pensar que algo había sucedido. Estacionamos la camioneta donde nadie pudiera verla, un par de calles lejos de allí, y asomándonos entre la obscuridad protectora, mirábamos lo que sucedía en la fachada del banco. En ese instante, una voz detrás de nosotros nos espantó.

-¡Está funcionando de manera magnífica, muchachos! –exclamó Vlad asustándonos.

-¿Qué? Pero qué estás haciendo torpe, ¿por qué está la policía en el banco? –refunfuñó Romo ante la incomprensible felicidad de Vlad.

-Muchachos, muchachos, ¡relájense! Fui a la tienda de animales de mi primo. Le trajeron unas ardillas muy graciosas.

-¿Y qué tiene que ver eso con el robo que haríamos hoy? –le inquirí con impaciencia a Vlad.

-Pues que me traje a las ardillas y abrí un pequeño agujero en las ventanas del techo. Entonces deposité las ardillas allí y entraron al pasillo principal del Banco. Los sensores de movimiento las han detectado varias veces, y luego ha venido la policía y descubre que no hay nada, que es una falsa alarma, esta es la tercera vez que vienen hoy.

-¿Y entonces? –renegó Romo.

-Pues entonces creo que en esta ocasión desconectarán los sensores y ya podremos entrar… de hecho, creo que es lo que está sucediendo en este momento jejeje

Nos asomamos furtivamente entre las sombras, desde la suficiente distancia donde nos encontrábamos, y confirmamos la teoría de Vlad. La policía desconectó el sistema de alarmas para no seguir recibiendo falsos llamados durante ésa noche, y constatamos que nuestro amigo no estaba tan loco.

-Eres un idiota con buena suerte –le dijo Romo, sonriendo. Los demás hicimos lo propio y lo felicitamos.

Después que la policía se fue y dejó solo el banco, tomamos nuestros aditamentos y trepamos hasta el techo, donde sería más fácil la entrada y no habría miradas que nos descubriesen. Logramos perpetrar y dentro del establecimiento pusimos en marcha el plan.

Llegamos hasta la bóveda y comenzamos a cavar, pues como se han de imaginar, no teníamos la contraseña de la compuerta. Sin embargo desde aquella mínima distancia fue muy fácil quitar las losas y en medio de la oscuridad cavar para hacer un hoyo y pasar por debajo, sin necesidad de hacer un peligroso túnel que pudiera derrumbarse. Una vez dentro de la bóveda sacamos el dinero y los metales, cuidando de no hacer ruido y lentamente sacamos todo a la camioneta, pues Romo estaba allí, en la calle, monitoreando los movimientos nocturnos y con la radio comunicándose con nosotros. Sacamos todo el botín y rápidamente cargamos en la camioneta, hasta que lo sacamos todo.

Romo encendió el vehículo y nos largamos de allí con rapidez. Al hacerlo, vimos a una mujer en una ventana, que nos observaba detenidamente mientras abrazaba a un gato.

-La mujer que estaba en la ventana nos va a delatar –dijo Ivanna con duda.

-Ni modo, lo hicimos mejor que pudimos, esperemos que sea una vieja idiota y no diga nada –explicó Romo a manera de consuelo.

Conducíamos ya por la Avenida del macro carril, cuando un policía que iba en una moto nos hizo una señal para que nos detuviéramos. Íbamos a pisar el acelerador y huir, pero Ivanna nos dijo que tal vez pudiera tratarse de otra cosa, era mejor no especular y esperar, quizás solo nos haría alguna observación sin importancia: para qué ponernos en evidencia nosotros mismos.

El policía se acercó hasta el costado de Romo, quien venía manejando, y luego se bajó de su moto. Después preguntó por qué no funcionaban las luces direccionales izquierdas. Romo le dijo que se trataba de un descuido, mientras el uniformado tomaba su boleta para hacer el conocido ritual de querer imponernos una multa y esperar a ver si le dábamos un “sobornito”. Como somos unos ladrones que queremos cambiar al país y detestamos la corrupción, nos hicimos los desentendidos, por lo que el policía no tuvo más remedio que comenzar a levantar el folio sin recibir ni un centavo de nuestra parte.

Romo le iba a dar un nombre falso con una credencial que le imprimimos por si esto se presentaba, cuando en la radio del agente vial se escuchó un anuncio que decía: “Camioneta blanca de reciente modelo, placas XGL 5472-A, con cabina, compartimento trasero y puerta corrediza lateral, tiene un reporte de haber sido vehículo de escape de unos ladrones de banco. Por favor a todos nuestros elementos, si la ven, deténganla y arresten a sus ocupantes. Cambio y fuera”.

El policía sonrió y luego prosiguió con el levantamiento del folio, mientras Romo detuvo la búsqueda de la credencial falsa.

-Eeeh… No la traigo, mas bien no la encuentro, oficial… -contestó Romo con rapidez para no mostrarle los datos del vehículo al uniformado.

-Siga buscándola, mientras déjeme ver su placa para seguir llenando el folio…

-No oficial… es que… no tenemos la placa delantera, sólo la trasera jeje… es que nos la robaron, mejor verifique la trasera… -le gritó rápido Romo para hacerlo mover hacia atrás.

El policía arqueo las cejas enfadado y caminó hacia la parte de atrás de la camioneta. Romo encendió con la llave y de inmediato arrancó, pese a los gritos de sorpresa del agente vial, que rápido tomó el radio y comenzó a reportarnos como los asaltantes de los que hablaba el informe de la central de policía.

Estábamos sorprendidos, pues tal parece que la señora del gato nos delató y ahora teníamos un reporte policiaco. Inusitadamente, mientras discutíamos lo que debíamos hacer, unas extrañas luces nos seguían a los lejos. Al concentrar la mirada, observamos lo que después se haría evidente con el sonido de las sirenas: la policía nos estaba siguiendo.

Suspiramos un poco y comenzamos a aminorar la marcha del vehículo, no queríamos detenernos, pero eran dos patrullas las que se acercaban todavía con algo de distancia y cautela.

-No hay que rendirnos –ordenó Ivanna inusitadamente.

-¿Estás loca? Y qué se supone que vamos a hacer, ¿ver si logramos perdernos de 2 patrullas? Estoy seguro que si aceleramos pedirán refuerzos –Romo estaba desesperado y sólo hacía aspavientos con su mano derecha.

-Hay que hacer lo que dice Ivanna, ¡qué tal que funcione! Hay que patearles el culo a ésos azules… Fuck The Police! –gritó Vlad entusiasmado.

-No seas idiota Vlad, son 2 patrullas y no les ganaremos, lo más probable es que sólo terminemos fracasando y siendo el hazmerreír del gremio. Seremos parte de la fea estadística en donde sólo cuentan a los perdedores –dije yo con enfado y pesar.

-No Fontana, piénsenlo muchachos… ¿Ya qué mas importa que terminemos siendo sólo unos perdedores? De todas maneras siempre seremos parte de las frías estadísticas que menciona Fontana. Las mismas que dicen que la mayoría de las personas como Romo llegarán a los 30 sin haber logrado formar una familia y teniendo por eso una gran depresión; las que dicen que gente inadaptada terminará volviéndose contra la sociedad, como el ladrón de Lino; también las que dicen que los jóvenes adultos de la actualidad, son unos adolescentes tardíos que se escabullen de las responsabilidades y viven con la incertidumbre de su futuro, como Vlad… o las que mencionan que un porcentaje muy alto de matrimonios se disolverán generando madres divorciadas, que solas tendrán que cuidar y proveer un hogar… como Yo…

Nos quedamos callados, pues estas palabras de Ivanna nos hicieron mirarnos a los ojos unos a otros. Romo no detuvo la marcha del vehículo, mientras pensaba en lo que ella dijo y miraba por el retrovisor.

-No se qué nombre nos pondrán después de esto -continuó ella-, ni sé cuál será nuestra aportación a la historia del crimen, pero tendrá que ser algo que mencione que nunca nos rendimos. Que seguimos con el acelerador a fondo y sin traicionar nuestro estilo, porque así lo escogimos nosotros y nadie nos lo impuso. Que mencione lo genuinos y auténticos que demostramos ser, debido a que nunca nos sometimos. ¡Que se jodan las estadísticas! ¡Que se joda la policía y si van a arrestarnos, que les cueste!

Unos cuantos segundos después de las palabras de Ivanna, soltamos el aire de nuestra respiración y le mostramos nuestro sentir.

-Si… ¡Que se jodan! –dijo Vlad.

-¡Que se jodan! –dijimos luego Romo y Yo.

Estuvimos de acuerdo y Romo aceleró, la policía se desconcertó y luego intentó dificultosamente de perseguirnos. Ya no recuerdo cuánto tiempo tardaron en alcanzarnos, casi hasta que se nos acabó la gasolina, ni la ardua carrera que les hicimos dar cuando nos bajamos del vehículo y corrimos en todas direcciones. En los diarios salió la noticia de nuestro arresto, pero de quien todo mundo se rió fue de la policía: se necesitaron 7 patrullas y 23 elementos para detener a 4 miembros desarmados de una banda de asaltabancos.

Las burlas contra la policía fueron nuestro premio. Logramos ganarnos el respeto del público y de todos los inconformes que, como nosotros, odiaban la autoridad de aquellos uniformados corruptos, homófobos y atolondrados.

No fuimos los mejores, pero sí los más auténticos.

FIN DE LA SERIE "LOS NADIE"

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lunes, 17 de marzo de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 7:56... bueno, más o menos a ésa hora.
EN EL CAPÍTULO ANTERIOR…

-No tenemos nada que perder, Fontana. Estoy segura que encontraremos a los muchachos y reuniremos de nuevo a la banda –exclamó Ivanna con una enorme emoción en sus ojos, tan grande que me hizo viajar en el tiempo y recordar nuestros aquelarres de ladrones –. ¡Pisa el acelerador y vayamos, que ya no puedo esperar para saber lo que fue de ellos!

Aceleré pues yo deseaba el encuentro tanto como Ivanna, también extrañaba a mis añejos compañeros.

LOS NADIE II: LA BANDA REUNIDA

Íbamos en mi auto camino a la ciudad a buscar a los otros dos miembros de la banda y convencerlos de formarla de nuevo. No tardamos mucho en llegar y de inmediato fuimos al antiguo domicilio de Romo, el primer buscado. Aunque pensábamos que ya habría mudado a un nuevo lugar, nos alegró saber que aún residía en esa casa con su madre.
Ella nos dijo que nuestro compañero se encontraba trabajando, pero su hora de salida no tardaba mucho y nos convidó a esperarlo. Charlamos con ella bastante tiempo y volvimos a constatar su afabilidad de antaño. Nos contó que su hijo era auditor en un despacho contable y brindaba asesoría y supervisión a diferentes empresas. También expresó la suerte con la que contábamos pues seguido salía para realizar su trabajo en otras ciudades y visitar más empresas, ausentándose a veces una semana entera.

Sonreíamos y conversábamos con la señora, cuando el ruido de un automóvil llegando nos hizo palidecer. Nos llenamos de emoción y creo, por la mirada que mostraba Ivanna, que la alegría mutua de encontrarnos inminentemente con nuestro amigo nos hizo palpitar el corazón como tambor marcial. Escuchamos la llave introduciéndose en la puerta, luego la vuelta de la perilla y entonces la entrada parcial de luz por lo semi-abierto, que nos hizo levantar del sofá.

-¿Cómo? ¡A qué debo este milagro! ¡Hola! –Romo expandió una gran, gran sonrisa. Ivanna lo saludó y luego se dieron un abrazo, yo me acerqué después e hice lo mismo. Ivanna repitió al instante y los tres nos dimos otro fuerte y cálido apretón juntos. Tan entrañable como la distancia en años de no vernos, tan fuerte como el peso de tantos recuerdos que nos llegaron ahí, tan emotivo que Ivanna mojó levemente mi camisa con sus ojos.

Durante un buen rato estuvimos en su sala platicando de tantas cosas. Recuerdo tras recuerdo, historia tras historia, se nos pasó el tiempo trayendo nuestras vidas pasadas de nuevo al presente.
Romo sin embargo había cambiado un poco, ahora era un poco más cachetón y vestía con más propiedad y seriedad, tal era la imagen que debía mostrar en su trabajo. Nos contó que tenía una novia con la cual mantenía una relación de 6 años, presumiendo quizás una boda cercana. Mirándolo más detenidamente y según su propia versión, se podía observar un estilo de vida más diferente al nuestro. Romo tenía un trabajo estable y asumimos que prometedor, sus planes auguraban una vida pródiga a la espera de sus posibles nupcias y la expectativa de tener hijos. Sus gramos de peso ganado daban testimonio de su dedicación al trabajo y la propiedad con la que hablaba era acorde a la seriedad con que tomaba la vida. Ante tal imagen reparamos un poco antes de proponerle nuestro plan.

-Queremos reunir a la banda de nuevo, Romo. Queremos volver al negocio de antaño y hacer todas aquellas cosas que nunca debimos dejar de hacer. Vinimos porque queríamos verte y saber de ti, pero también porque sentimos que aquello podíamos hacerlo una vez más. Regresar a las aventuras como modo de vida.

Ivanna fue muy emotiva al contarle nuestro plan a Romo, quien agachó la mirada y sonrió, tomando un poco a broma la propuesta. Luego, al constatar la veracidad del pedido debido a nuestro expectante silencio, movió la cabeza incrédulo.

-No hablan en serio muchachos, es pura nostalgia.

Le dijimos la certeza que teníamos, y le insistimos, pero entonces lo negó dando sus argumentos.

-No muchachos, no… a ustedes les parece fácil, a ti más aún Fontana, pues no tienes hijos ni esposa. Yo no puedo, yo sí tengo muchas cosas qué perder, tengo una vida, quiero casarme, tener hijos después… necesito mi trabajo y es ése mi empeño diario. Yo no puedo dejar lo que tengo, háganlo ustedes, pero lo harán sin mí.

Ivanna y yo nos miramos a los ojos, Romo nos había hecho topar contra el muro de la realidad y nuestro plan ya no tenía mucho futuro.
Seguimos la plática un poco más pero nuestra esperanza de convencerlo era nula y sólo continuamos describiendo la alegría de vernos y lo hermoso de habernos conocido. Súbitamente, Romo miró el reloj y mencionó que debía retirarse para ir con su novia, así que nos levantamos para dejarlo. Nos acompañó hasta el auto, donde nos despedimos.

-Bueno Romo –le dije con nostalgia –cuando te cases nos invitas.

-No se preocupen amigos, les prometo que estarán allí en primera fila. No dejemos de vernos, quizás alguno de estos días podamos tomar un café o algún vino.

-Sí, dale nuestras felicitaciones a tu novia –dijo Ivanna sonriendo.

-Claro, yo le contaré a ella de ustedes. Les deseo un buen camino, gracias por venir Ivanna, gracias por venir Fontana.

Nos despedimos de nuestro compañero y emprendimos una vez más el trayecto, pero esta vez pausadamente. Fue muy grato y emotivo verlo, pero algo triste que no pudiera unírsenos. Transcurrieron algunas calles de introspectivo silencio y después nos atrevimos a comentar las impresiones que nos dejó aquello. “La vida se va rápido, Fontana, muy rápido”, suspiró Ivanna con una sonrisa, pero no desprovista de melancolía.
Dudamos un poco si continuar, pues la opinión de nuestro compañero nos cambió el panorama de expectativas, la idea ya no tenía mucho futuro y nos estábamos deshaciendo de nuestras esperanzas. Aún con esto, la alegría de encontrar a Romo nos hizo imaginar lo bello que sería ver la cara del cuarto miembro de la banda, el entrañable y mejor conocido como Vlad.
Ya era próxima la noche y sentimos una atmósfera especial, así que tomando un nuevo respiro, cruzamos media hora de camino y acudimos a su viejo domicilio.

-¿Mi hijo, Vladimir? ¿Son policías ustedes? –preguntó su padre, quien acudió a nuestro llamado a la puerta y se mostró sorprendido de que buscáramos a su hijo –¡Ahora qué hizo ese maltrecho!

-Nada señor, nada. Sólo somos amigos de antaño y queríamos verlo… -respondí extrañado de su reacción.

Su padre nos dio la nueva dirección de Vlad y emprendimos hacia allá. Tardamos sólo 20 minutos en llegar, pero al tocar en su puerta nadie abrió ni se escuchaban ruidos, creímos entonces haber llegado a un horario equivocado. Era un edificio de apartamentos y el suyo estaba en el cuarto piso. Como ya habíamos realizado el viaje, lo esperamos allí deseando llegara pronto. 15 minutos pasamos charlando y recordándolo, sin embargo no hubo ni un viso de su arribo.

-Ése Vlad, conociendo sus aficiones y su inclinación por la pendencia callejera, seguro andará en alguna fiesta o metido en líos –medité en voz alta mientras miraba por el balcón del descansillo de las escaleras. Ivanna permanecía sentada en los escalones.

-Sí, además me pareció muy extraño que su papá se pusiera a la defensiva cuando le preguntamos por él –se mofó Ivanna, mientras se abrochaba las cintas del zapato.

Mientras miraba el panorama, noté que un vehículo negro se acercaba por la calle, frenó de manera ruidosa y luego se abrió la puerta trasera. En el acto vi unos forcejeos y luego tiraban a una persona sobre el suelo, haciendo aspavientos y dándole patadas. Luego el auto se comenzaba a alejar y el sujeto tirado sobre el pavimento se incorporaba torpemente.

-¿Pero qué demonios es eso?

-¿Qué? –exclamó Ivanna con sorpresa.

-Ese sujeto que tiraron en la calle, ¡es Vlad!

-¿Vlad? A ver, déjame ver Fontana… Es cierto… es Vlad ¡Vamos!

Corrimos por las escaleras, salimos del edificio y llegamos hasta ése misterioso sujeto, a quien de inmediato identificamos como Vlad. Lo ayudamos a levantar pero se volvió a caer del susto de ser abordado por dos figuras inesperadas, luego reaccionó y reconoció nuestras caras.

-¡Pero qué chingada coincidencia! ¿Qué hacen ustedes aquí? ¿Cómo me encontraron?

Nos reímos todos, quizás por el susto, quizás por la escena tan extraña, pero Vlad nos dio un par de apretones estrujantes y sonrió ampliamente, aunque no sin mostrarse adolorido por tantos ajetreos. Le contamos del camino que realizamos para llegar hasta él.
Como la noche ya estaba sobre nosotros y las impresiones recogidas durante todo el día nos causaron algo de hambre, acordamos ir a un lugar para cenar.

-¿Y quienes eran los del automóvil negro? –preguntó Ivanna.

-Pues eh… unas deudas que tengo y no había pagado. Pero no se preocupen, ya quedaron saldadas… eso creo… espero que sí –respondió Vlad, que se mostraba muy contento de vernos y rápido olvidó el extraño episodio violento.

Por desgracia, no pudimos acudir a un lugar tan cómodo como hubiéramos deseado, Vlad le debía dinero a todo mundo y difícilmente podíamos escoger alguna opción para comer sin meterlo en problemas.
Por fin llegamos a un sitio en la calle donde al parecer no lo conocían y ahí pudimos sentarnos a cenar sin problemas, aunque los sonidos de autos pitando y echando humo nos impidieron mantener una plática tan cómoda como la situación lo requería. Aún con esto, disfrutamos de un alegre encuentro y la pasamos muy bien.

Nos retiramos y yo invité la cena para no apenar a Vlad, su falta de presupuesto era muy notoria. Caminamos una breve distancia y ya estábamos riendo cerca de mi auto, platicando nuestras aventuras absurdas y avatares cotidianos, cuando en un parque cercano miré a una persona que creí reconocer muy bien.
Me acerqué y lo confirmé totalmente, era Romo, sentado con su codo apoyado en su rodilla y sosteniéndose la frente con la mano. Estaba abatido por algo, pues había lágrimas en sus ojos.

-¿Romo, qué te pasa? –preguntó Ivanna, externando la duda que todos sentíamos.

-Me dejo, ella sólo dijo que “ya no estaba funcionando” y… simplemente me dejó…

Romo nos contestó pero no entendíamos exactamente qué le estaba ocurriendo, hasta que nos lo explicó todo. Así supimos que su novia, con quien llevaba más de 6 años, lo había terminado. No fue algo inesperado, ya llevaban un tiempo con algunos problemas, auque Romo no les dio importancia y creyó fácilmente superables. Ella le quitó el desengaño: todo había terminado.

Intentamos consolarlo y hacerlo calmar. Vlad, por otra parte, miraba muy sorprendido a Romo, pues de inmediato nos expresó la incredulidad que sentía de vernos reunidos a los cuatro, el mismo día.

-¿También a él lo buscaron para reunir a la banda? –preguntó un poco más repuesto Romo y refiriéndose a Vlad.

-¿La banda? ¿Quieren volver a reunir a la banda? ¡Qué bien! Suena excelente… ¿Así que por eso vinieron a buscarme ustedes dos? –exclamó Vlad dirigiéndose a Ivanna y a mí, mostrando una alegría enorme –Me lo hubieran dicho antes, ésa es la mejor noticia que he recibido este año, ¡wow!...

Romo se talló los ojos y luego se paró, todos nos hicimos hacia atrás pues se veía extraño, como poseído por un espíritu. Luego miró el cielo con un gesto extraño en sus ojos y respiro profundamente.

-Hagámoslo... hagámoslo muchachos, reunamos a la banda otra vez…

-Pero… ¿estás seguro? –inquirió Ivanna, pues lo súbito de las palabras de Romo nos extrañó.

-Yo ya no tengo nada que perder, ¿y ustedes?

Romo dijo esto, y después de unos segundos de mirarnos con incertidumbre los otros tres, comenzamos a sonreírle hasta que, en una reacción de reflejo, todos asentimos con la cabeza aprobando su petición.

-Ya está, la banda se ha reunido –anuncié con un tono épico y orgulloso.

CONTINUARÁ EN EL SIGUIENTE POST...

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miércoles, 12 de marzo de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 17:34... bueno, más o menos a ésa hora.
Una mañana me apresté a limpiar nuestro sótano, pues mi casa necesitaba de arreglos y decidí comenzar por la parte más olvidada. Sabía que me aguardaba una labor difícil, pues la limpieza de dicho depósito sólo la realizo cada año, así que como suele sucederme, termino sopesando todo lo que hay por limpiar sin decidirme por dónde empezar.

Cuando estuve abajo, comencé por ver los contenidos de una extraña caja vieja, la cual resguardaba materiales tan antiguos que eran ya varios los años que se podían rememorar al hacer inventario de éstos. Tomé en especial, un apartado que estaba envuelto sobre papel de periódico y en su interior había muchas fotografías. Comencé a mirarlas y la nostalgia me hizo pensar en las caras de aquellos que alguna vez fueron mis amigos. Las fotografías eran referentes a mis años en que fui bachiller, cuando a mis escasos 18 años formé mi primera banda de ladrones.

Detuve mi labor de limpieza –ya había esperado un año, qué mas daba esperar una hora más-, y empecé a dejar caer los recuerdos fotográficos sobre mis piernas, mientras permanecía sentado en un viejo sillón del sótano.
La banda, nuestras fiestas, nuestros pequeños e imberbes robos, nuestras bobas peleas por los ínfimos botines… todo venía a mi mente de manera tan fresca.
Por diferentes razones dejé de frecuentar aquellos amigos con los que me sentí identificado en vocación y personalidad, así que el rostro se me suavizó cuando me quedé varios minutos mirando el piso y trayendo a la realidad de mi pensamiento tales aventuras.

Salí de ese mugroso sótano, tomé una valija donde guardé mis viejas agendas y todas las fotos que encontré, y me apresuré a emprender el viaje en búsqueda de mis antigüos compañeros, pues necesitaba saber qué fue de ellos. Necesitaba conectar mi realidad lineal con aquellos mundos paralelos que dejé olvidados en el pasado. Salí con mi maleta en la mano, mis lentes para el sol en la cabeza y muchas esperanzas sobre los hombros.

-Fontana, ¿A dónde vas? –exclamó mi hermana Karina, al verme salir tan entusiasmado y con la determinación plena de realizar aquel viaje tan súbito y sorpresivo.

-Voy a reencontrarme con mi pasado, voy a sortear el tiempo y congraciarme con aquellos que formaron parte de mi vida, pero que se alejaron durante el transcurso de los años y sus complejas veredas –le respondí pletórico de emociones y como si una epifanía sagrada orientara mis ojos hacia el horizonte.

-Otra vez te dio flojera limpiar el sótano, ¿verdad? Llevas dos semanas diciendo que lo limpiarás. ¿Por qué simplemente no lo haces ya y te quitas de ése pendiente, Fontana?

-Ya pues, te prometo que en cuanto regrese ahora sí lo limpiaré, Karina. Recuerda que el que espera, desespera.

-Sinvergüenza pachorrudo –dijo mi hermana, mientras yo cerraba la puerta de la casa y miraba las promesas del sol, saliendo apenas por el linde e iluminando mi pretendida iniciativa.

La primera persona a quien busqué era Ivanna. Con ella comencé a formar la banda, recuerdo que nos hicimos amigos porque intenté robarle un disco de Pearl Jam que llevaba en su mochila. Luego ella lo recuperó sustrayéndolo de la mía y llenando mis cuadernos de recortes pornográficos. Fue una pena que al llegar a mi casa, mamá me pidió que les mostrara a sus amigas allí reunidas las poesías que yo acostumbraba escribir, y luego todas gritaron al ver las imágenes de enormes genitales que caían a sus pies cuando saqué bruscamente mi cuaderno.
Este embarazoso episodio sirvió para romper el hielo y comenzar una de las mejores amistades que he tenido. Tenía fuertes esperanzas de encontrarla en su antiguo domicilio. Al llegar allí, su madre me dijo que Ivanna se había casado, y mudó a otra casa en una comunidad cercana, a 5 kilómetros de la ciudad.
Emprendí hacia ésa dirección y al llegar, toqué la puerta con fervor. Mi emoción se me quería salir del pecho.

-¿Fontana? ¿Eres tú? No puedo creerlo… -Ivanna mostró un asombro sincero y nos dimos un abrazo, luego me convidó a pasar. Su casa era pequeña y el interior guardaba un poco de desorden, limpieza sí, pero desorden en cuanto a la colocación de las cosas.

Estuvimos charlando durante horas, me fue muy grato ese encuentro y las mil cosas que significó para mí por tantos recuerdos. La vida que tuvo Ivanna luego de la escuela no fue del todo grata. Se casó, tuvo un hijo, pero luego se divorció de su marido infiel. Estudió contaduría pero nunca pudo terminar, pues entre su embarazo y su incierta vida matrimonial, tuvo que dejar la universidad para dedicarse al trabajo. Sólo así consiguió establecerse y superar las adversidades.
A pesar de contarme estas cosas, se veía de buen ánimo y llamó a su hijo para presentarnos. Su simpático chicuelo me hizo tener presente la rapidez del paso del tiempo. Luego el chico regresó a su pequeña habitación y tuvimos un mutuo silencio introspectivo.

-Las malas decisiones en la vida, Fontana –dijo Ivanna mientras suspiraba –sólo espero que mi hijo no tenga que cargar con ellas. Ni con las decisiones del idiota que me dejó para irse con su amante. Me hubiera gustado tener una familia feliz, una linda casa, un marido amoroso y fiel, un futuro próspero… nada de eso veo en el presente, ni lo que sospecho para el futuro se parece a lo que yo deseaba para mi vida adulta.

-Así es la vida con algunos de nosotros –le comenté yo -. Me hubiera gustado ganar un premio Nobel o por lo menos ser muy inteligente para haber podido ser un doctor, o empresario o abogado. En vez de eso me tuve que dedicar al robo, no con la maestría académica de los abogados, pero sí con su mismo empeño… y aunque yo lograra una pieza maestra del hurto, nunca seré admirado como ellos... A veces la vida no me retribuye el empeño que le pongo, siempre me he preguntado cómo se han de sentir quienes fueron lo suficientemente inteligentes para tener una vida exitosa, productiva y formando una familia próspera. Creo que sólo podré imaginarlo.

-Habrán sido en mi caso las malas decisiones o en el tuyo la falta de cualidades, pero cuanto más se asciende sobre la pirámide del éxito, menos espacio queda para gente como tú y como yo. Perdedores e inadaptados.

Tomé las fotos y se las mostré a Ivanna, juntos las observamos y disfrutamos nuevamente los momentos impresos sobre el papel. Fue increíble, como volver a estar allí, como si nada se hubiera movido desde entonces. Reímos mucho, y ante la poderosa nostalgia, sólo exclamé después de las risas: “Ojalá pudiéramos volver, pero con la mayor experiencia de lo que ahora sabemos no debíamos hacer”.

Ivanna respiró un poco, mirando fijamente una foto donde los 4 miembros de la banda nos colocábamos atropelladamente para ser captados por el disparo automático. Todos teníamos una sonrisa y el momento capturado era tan espontáneo y pleno, que costaba trabajo no desear aquellos tiempos.

-Volvamos Fontana, volvamos ahora que sabemos lo que nunca debimos hacer.

-¿Qué? Es una broma tuya, Ivanna. No hablarás en serio… ¿cierto?

-¿Qué podemos perder? ¿Esa vida de fantasía que ahora sabemos que nunca podremos tener? ¿A qué nos aferramos, si ya perdimos cualquier recurso para lograr lo que creíamos ideal?

Ivanna me convenció. Tomamos todas las cosas necesarias y nos preparamos para ir a la búsqueda de nuestros secuaces. Ella dejó a su hijo con una buena vecina suya, a la que siempre acudía por ser su incondicional amiga. Subimos los dos al auto y arrancamos con la incertidumbre de siempre, con la misma que han tenido nuestras vidas desde aquellos tiempos; las vidas de quienes la gente al pasar considera los condenados, los irredentos, los concupiscentes… los nadie.

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martes, 4 de marzo de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 15:56... bueno, más o menos a ésa hora.
-Yo no soy creyente. No creo en milagros, no creo en vírgenes que lloran (whatever that means), inclusive dejé de creer en los Reyes Magos cuando tenía 5 años… pero sin embargo, y por razones inexplicables, le tengo miedo a la oscuridad.

-Seguramente su miedo se debe a una vivencia de la niñez que lo estremeció psíquicamente, señor Fontana.

-¿Eso es lo mejor que puede hacer? ¿Y por esto me está cobrando? ¡Oh vamos, Doctor! No vine a que me dijera lo mismo que puedo escuchar en el Discovery Channel o hasta en la revista Cosmopolitan. Haga algo espectacular, algo que desquite el dinero que le estoy pagando. Muéstreme todo el arsenal de la psicología, ¡impresióneme!

-Ejem… bueno, bueno… con calma señor Fontana, estaba primero agotando los procedimientos básicos de rutina. Ahora vamos con una maniobra más compleja: lo voy a hipnotizar.

-¡Así me gusta! Mi dinero gastándose con calidad y la psicología trabajando, mostrando el músculo por una vez en la vida. ¡Sensacional!

-Recuéstese en el diván y cierre los ojos. Observe esta cosa que sostengo en la mano y duerma… duerma señor Fontana… muy bien, así… ahora que está dormido, empiece a sentirse relajado, empiece a conectarse con su interior… así… así…permítame, no se mueva ni despierte, están tocando la puerta. Usted siga dormido conectándose con su interior.

-Doctor Villa, discúlpeme, es que en la recepción está un paciente muy molesto que quiere verlo.

-Juanita dígale que espere, estoy a la mitad de una hipnosis con este paciente. No es el momento adecuado.

-Ya lo sé Doctor, pero está muy enojado y me costó trabajo contenerlo y… Oh no, ¡allí viene! Se metió a la brava…

-¡Oígame pinche Doctor maricón! Me cobró bien caro, hijo de su reputa madre y ni sirvió de nada su jodido tratamiento para dejar el cigarro. Sus pinches técnicas valieron puro huevo, cabrón de mierda. Yo sigo fumando y fumando.

-No grite aquí, lo discutiremos luego, estoy a la mitad de la hipnosis con ése paciente de allá. No haga ruido, por favor.

-Me vale una puta verga, cabrón. ¡A mi me regresa mi dinero o le parto su madre, pendejo!

-¡Shhhh no haga ruido! Esta bien, esta bien, vaya con Juanita y ella le hará un recibo para que cobre su dinero en el banco. Ya póngase tranquilo y deje de gritar tan fuerte. Juanita, por favor, acompañe al señor y haga lo que dije.

-Sí Doctor Villa.

-Caramba pero qué mal humor… espero que esto no afecte la hipnosis… a ver… Señor Fontana, cuando yo cuente tres, usted despertará sintiéndose bien, relajado y feliz… Uno, Dos, Tres.

-¿Qué pasó? ¿Ya me curé?

-No señor Fontana, hubo algunos “factores de riesgo” y decidí abortar el procedimiento. Dejaremos su mente reposar algunos días y mi secretaria le programará una nueva sesión para la próxima semana.

-¿Pero ésta sesión no me la va a cobrar, verdad?

-Pues mmm… No ésta no, vaya a su casa y repose. Manténgase usted mismo en observación y si nota algo, me llama.

El Doctor me desconcertó con su explicación, pero igual me retiré como si nada hubiera pasado, después de todo no iba a cobrarme. Cero, igual que los resultados hasta el momento.

Iba camino a casa y abordé el tren, durante el trayecto tuve extrañas reminiscencias, que desaparecieron cuando un sujeto me interpeló ahí mismo. Se trataba de un viejo conocido mío, el estafador y rijoso, Leo Fausto.

-Miren a quién me he topado aquí. Lo que uno se puede encontrar cuando desciende a las alcantarillas. El mismísimo Lino Fontana –dijo Fausto con un tono despectivo.

-Fausto, compañero, ¿cómo te va? Tanto tiempo sin vernos.

-Cállate Fontana, y dame tu cartera, seguro has de traer dinero. En el Gremio se sabe de tus robos a la bodega de juguetes chinos y la fábrica de almohadas.

-No te voy a dar ni una chingada, pedazo de mierda mosqueada. Vete a lamberle los huevos a los del Gremio, que para eso eres muy diestro ¡chupa colas!

-¡Caray Fontana, no te enojes! No sabía que eras tan rudo, como siempre andas hablando con ése lenguaje tan afeminado y estirado, pensaba que eras maricón. Ahora sí veo que hasta hablas como si tuvieras el culo en la boca. Tal vez no eres tan joto y maricón como yo pensaba… Es más, te voy a compartir uno de mis planes, pues como veo de tu rudeza y tus últimos logros, tal vez podamos hacernos socios. Me has caído bien.

No sé qué me pasó. Me molesté cuando me quiso quitar mi cartera y comencé a decir groserías y vulgaridades que se salían de mi estilo. Sin embargo no le di importancia, y me regocijé cuando me invitó a hacernos socios, pues siempre he querido un contacto que me introduzca al Gremio. Y es que aunque yo hable mal del Gremio, es como el premio Oscar de la Academia: Queremos su reconocimiento, aunque lo detestemos.

Accedí a participar en su plan y una tarde me contó los pormenores del robo, se trataba de la Joyería Royalty. Acudí a su casa para trazar las rutas y observar los mapas, y junto con otros dos secuaces -Harry y Henry –discutíamos todas las posibilidades. El debate fue muy acalorado, pero debido a mis temperamentales insultos, tan vulgares y escatológicos, todos accedieron a hacerlo a mi estilo. Me veían como un macho dominante y me gané su respeto. La cosa marchaba bien, pero cuando todos reíamos por la claridad de nuestros cálculos, la Esposa de Fausto comenzó a llenar de gritos el aposento, pues estaba regañando a su jardinero justo en la entrada de la casa.

-Me cagan esos pinches cortes que les hiciste a mis árboles. Parece que tienes mierda en la cabeza, ¿que no entiendes?

-Pero Señora, usted me dijo que los hiciera redondos.

-Pues se ven muy jodidos, ni siquiera se ven totalmente redondos. Vale pura madre tu trabajo.

-Pero es que no se ven totalmente redondos porque el árbol no tiene ramas de aquél lado, entonces queda un hueco feo. Pero ni modo que eso sea mi culpa.

-Pues no te voy a pagar ni un chingado centavo porque no se ve redondo. Allá cuando le vuelvan a crecer las putas ramas vienes de nuevo, y entonces las cortas cuadradas.

-Pero Doña, no sea mala. Mi esposa está embarazada y estoy juntando dinero para el hospital. Además yo le pregunté y usted me dijo que redondo, de verdad no es mi culpa. Págueme la mitad por lo menos.

La esposa de Fausto se negó a pagar cantidad alguna y el desdichado jardinero se tuvo que ir sin sueldo por su jornada. Después de cerrar la puerta y despedirlo, ella sonrió y le dijo a Fausto: “Ya nos ahorramos unos billetes”. Éste le correspondió la sonrisa y la felicitó por su maniobra.

-Pobre hombre, necesitaba el dinero y además no tenía la culpa –les señalé a ambos.

-¡Que se joda por pendejo! –dijo la esposa –Yo ya sabía que no iba a quedar redondo, porque de aquél lado nunca ha tenido ramas el árbol. Además, técnicamente no puede reclamarnos, como mi árbol no quedó geométricamente exacto, ya me lo jodí por idiota jajajaja, allá que vaya con su mujer y lo consuele, que ha de estar igual de pendeja que él jajajaja.

-Si Fontana, que se joda la gente pendeja. Además ¿Tu qué rebuznas? Si eres un vil ladrón. No me vas a salir con la mamada de que eres un Robin Hood, que yo sepa nunca le quitaste al rico para darle al pobre, ésas son pavadas de nene –Fausto hizo un ademán con la mano y luego tomó su cerveza.

-Sí, pero le robo al que le sobra y lo despilfarra, no al que le falta y lo necesita. ¡Cabrón no seas tan huevón!

-¡Wow! Vas a opacar a la Madre Teresa. ¡Puras mariconadas las tuyas, Fontana!

En fin, terminó todo el jolgorio y dejamos todo hasta llegar a la fecha pactada. Ése día acudimos a la Joyería Royalty muy bien preparados y el robo fue un éxito. Desde antes calculamos que la policía podría seguirnos fácilmente si utilizábamos sólo un auto, así que mejor utilizamos varias motos para dar el golpe. Fausto se llevó las joyas y Henry, Harry y Yo, cubrimos su salida llevando también bolsas blancas vacías, escapando en varias direcciones para confundir a los testigos.

Una semana después, nos veríamos nuevamente en la casa de Fausto para repartir el botín. Él ofreció esperar toda ésa semana antes de reunirnos para sortear las pesquisas policíacas y cambiar las joyas por dinero, para tenerlo ya en efectivo. Así él nos entregaría dinero constante y sonante cuando acudiéramos la siguiente semana a recibir nuestra parte del robo.
Yo sentí que era demasiada responsabilidad para un solo miembro, así que omitiendo nuestro pacto, acudí a su casa dos días después del robo para ayudarle con el difícil encargo de cambiar las joyas por dinero en efectivo. Su teléfono no funcionaba y temí que lo hubieran descubierto.

Al llegar, sigilosamente observé alrededor sin encontrar desperfectos. Nada parecía fuera de lugar, así que acudí a tocar la puerta, lo hice varias veces pero nadie apareció. “Uy no, desde ayer se fueron. No dijeron a dónde iban”, me comentó uno de los vecinos a quien le pregunté.
Imaginé que ése maldito tenía una agenda oculta y no planeaba pagarnos. La traición se hizo más evidente cuando encontré en sus bolsas de basura un par de folletos rotos en varios pedazos, que indicaban su intención de irse al Hotel Holiday Bells, al otro extremo del país, en la costa del golfo.

Tomé la determinación y me dispuse a seguir sus pasos con el objetivo de la venganza. Hice un vuelo en avión y me puse a buscar el alojamiento mencionado por todo el puerto. Tardé casi todo el día en ubicar el hotel y observar su movimiento para saber si se encontraban en ese lugar. No pregunté en la recepción pues supuse que no se registrarían con sus nombres verdaderos, ni quería levantar sospechas.

Al caer la noche, pude por fin encontrar a la nefasta pareja. Evidentemente, yo mismo tuve que hospedarme allí para poder sondear todo el hotel desde adentro, y fue en el bar donde los encontré.
No los abordé y dejé que subieran a su habitación. Al parecer sólo tomaron unas cuantas copas y ahora acudían a su cuarto para cambiar de ropa y aprestarse a salir a un antro del puerto. Cuando cerraban ya la puerta, puse el pie para detenerla y luego entré a la habitación, con una pistola en la mano.

-Así me los quería encontrar par de pendejos traicioneros. ¿Pensaron que iba a ser fácil cagarse en nosotros, no? Pues se joden cabrones porque ahora mismo me los voy a chingar.

-¡Fontana! ¿Cómo mierda nos encontraste?

Ambos se mostraron sorprendidos y temerosos, lo primero que hice fue ordenarle a la esposa de Fausto que amarrara a éste a una silla y le cerrara la boca con un pañuelo. Luego le inquirí a ella sobre el dinero.

-Jódase, señor Fontana -contestó ella intentando desafiarme-, no le vamos a dar el dinero y si nos estorba yo misma lo voy a…

-Mira, pinche puta rancia y asquerosa, si no quieres que me convierta en tu chulo delante de tu maridito, me vas a dar el dinero antes de que ésta pistola te llene el culo de plomo, ¿entiendes?

-Sí…

Corrió asustada por el dinero y me lo trajo sin pausa. Yo me acerqué a su oído y le dije: “Y no dejes de usar esas falditas cortas, que se te ve muy bueno el rabo, zorra culona”, luego le agarré una nalga y ella gritó breve y ahogadamente. La amarré por la espalda y la dejé tirada en la cama, también amordazada. Verifiqué las ataduras de Fausto y su mirada estaba llena de rabia.

-Si quieres buscarme cuando vuelvas a la ciudad te voy a estar esperando –le dije -. Harry y Henry tienen muchas cuentas qué arreglar contigo, y se encabronaron mucho cuando les informé de tu traición. Por cierto, el Gran Joe ha puesto unos sicarios a buscarte y liquidarte, se molestó un chingo porque lograste el robo y no acudiste a pagar la deuda que tenías. Mal, muy mal muchachito, ahora sí que tienes problemas. Es lo malo de pertenecer al Gremio.

Después de decirle esto me retiré llevándome el maletín con el dinero. Regresé a la ciudad en avión de primera clase, después de todo tenía la plata. Pero me dolía la cabeza, me sentía extraño de decir todas esas majaderías y groserías. En ratos experimentaba pequeños vacíos mentales y me costaba trabajo asimilar que yo dijera tantas vulgaridades. No sabía qué me estaba pasando. Al llegar a la ciudad tomé un taxi y me dirigí a casa, la cabeza me daba vueltas.

-Oiga, yo lo conozco, ¿usted es el jardinero que estaba el otro día en la casa de Fausto, verdad?

-Ah si, soy yo… -respondió el conductor del taxi -y usted estaba con ésos sinvergüenzas que no me pagaron ¿verdad? ¡No se cómo se atrevieron…!

-Cálmese, tiene usted razón, y yo nunca estuve de acuerdo… -le expliqué tratando de calmarlo y animarlo -Así que ahora trabaja de taxista ¿es eso? Tuvo que dejar la jardinería por las malas pagas, supongo.

-Si, ya se imaginará.

Al llegar a casa, tomé una cantidad generosa de dinero y arrojé los billetes sobre su asiento. El hombre se asustó en principio.

-Pero, ¿qué es esto? ¿Por qué me da tanto? ¿Es de verdad esto, es honesto?

-Claro que es honesto, hombre. Es su paga, mas un poco de intereses por la demora y una buena propina por su amabilidad. No se ponga difícil y váyase con eso, yo sé que lo necesita. Y si le preguntan, diga que nunca me vio.

El sujeto accedió contento y se retiró en su taxi. Yo entré a la sala de mi casa y me tiré sobre el sofá. Tantas impresiones eran demasiado peso para mi cabeza, y sentía un extraño vértigo.
Para complicar las cosas, mi hermanita adolescente entró y quiso preguntarme acerca de mi ausencia.

-¿Y dónde estabas? Dijiste que saldrías pero no pensé que tanto.

-No me molestes Karina, ahora no tengo ánimos.

-Ay, nunca tienes ánimos y siempre te saco la verdad, así que ya empieza.

-¡Que no tengo ánimos y vete mejor a chingar a la mierda!

Karina estuvo llore y llore durante casi una hora, y yo tuve que hacer malabares y sacar mi caja escondida de chocolates, para que se calmara y me perdonara.

-Ya Karinita, ya, no llores… fue sin querer perdóname. No sé qué me está pasando, es que últimamente no puedo controlar mis palabras ni mis emociones violentas. Es como si otra persona hablara por mí… mira otro chocolatito, abre boquita, anda abre boquita… otro chocolatito… ya perdóname, anda.

-Yo no sé que te pasa, Fontana –gimoteó Karina mientras limpiaba sus mocos -. Desde que fuiste con ése Doctor Villa te has vuelto más malhablado y vulgar.

-¿El Doctor Villa? ¡El Doctor Villa! Sí, eso ha de ser, con razón tengo todos estos giros. Mira Karina, voy a ir a ver al Doctor a su casa, a ésta hora ya no lo alcanzo en su consultorio. Por favor, si vienen Harry y Henry dales ésa bolsa negra que está allí. Les dices que es “su parte”. Te prometo que cuando venga, traeré pizza y la película de High School Musical para que me perdones, ¿Si?

-Bueno… y helado de chocolate.

-Si, si, también. Bien que sabes sacar ventaja de todo, ya te conozco.

Corrí a mi auto y viajé hasta la casa del Doctor Villa. Se incomodó un poco pero le expliqué toda la situación y comprendió.
Meditó un momento y me confirmó que sí había ocurrido un accidente durante mi hipnosis, y me reveló todos los detalles del sujeto que se puso a decir groserías y vulgaridades mientras yo dormía. Sacó sus accesorios y me hipnotizó de nuevo. Al despertar me sentí mucho más aliviado e hicimos un test donde yo debía contestar amablemente las preguntas groseras que intencionalmente me haría el Doctor. La prueba fue satisfactoria y superé aquel problema de vulgaridad inducida.

El doctor se estaba disculpando de los incidentes de aquel día, cuando repente se fue la electricidad en su casa. Como era noche, todo quedó en tinieblas y yo volví a tener miedo a la oscuridad. El Doctor me calmó y me dijo: “Veré si tengo una lámpara en ése armario”, acto seguido, se escuchó una puerta rechinando horriblemente.

-Ahí está, ahí está… ¡El payaso me quiere comer! –grité asustado y mordiéndome las uñas. El Doctor Villa encendió su lámpara e iluminó el armario.

-Tranquilo señor Fontana, es sólo un armario viejo. ¿A qué se refiere con lo del payaso?

-Ya recordé lo que me pasó, tenía yo 6 años y papá me asustaba con un títere de payaso que tenía en su armario. Me daba mucho miedo y yo le decía “el payaso me come, el payaso me come”, luego papá sólo decía “a dormir” y apagaba las luces riéndose. ¡Yo me moría del miedo y lloraba!

-Qué bien, ya encontramos la causa de su miedo.

-¿Encontramos? ¡Encontré! Y lo hice yo solito.

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