Me sentía muy orgulloso porque si todo salía acorde a lo estimado, este robo estaría en boca de todos y me ganaría prestigio en los periódicos locales, provocando el tema de conversación en las cantinas y lugares de reunión de la gente. La Señora Borja era una de las mujeres más ricas y más bellas de ese vecindario. Su marido no estaba en la ciudad y ella solía salir de casa en esas temporadas; supongo que le daba miedo ser víctima de un asalto y supongo también que debía irse con algún familiar cercano a pasar las lúgubres noches que su marido no estaba en el hogar. Cuando observé este comportamiento no me fue difícil escoger el día en que me presentaría para realizar el gran robo.
Soy un presuntuoso y me gusta vanagloriarme. Llámenme egoísta y pretencioso pero ¿A quién no le gusta el prestigio y la fama? A cualquiera claro. Así que mi plan incluía llevar una rosa y dejarla en el lugar como prueba de mi orgullosa proeza. Esta arrogancia haría desquiciar a la policía y encantaría a los parroquianos asiduos visitantes de bares y cantinas, a quienes les gusta deleitarse con historias de sinvergüenzas llenos de audacia. Mi plan era que me llamaran: “El Ladrón de la Rosa”. Se escucha con mucho estilo y también muy sexy. No me merezco menos que eso, lo que un ladrón de alta categoría debe presumir…
Llegaba la hora, eran casi las doce de la noche, toda la calle suspiraba silenciosamente y tenía un poco de sudor en las manos, ataviadas con guantes. Yo iba vestido todo de negro con un antifaz que afilaba mis facciones y me hacía ver más espigado. La parte más complicada del plan ya había sido superada, la cual era escoger el vestuario y peinado más elegante para la ocasión. Debo confesar que me molesté un poco los días anteriores a éste porque cuando me probé el pantalón y la camisa negra que iba a utilizar, me di cuenta que me veía más gordo e inclusive tenía un ligero sobrepeso que se me notaba. Entonces cambié mi pantalón por uno “acampanado” al estilo de los 70’s. Me sentía fuera de moda pero ni hablar, sólo así logré disimular mi figura. Como obviamente eso hacía que los hombros se me vieran más angostos, tuve que buscar una camisa que tuviera relleno de “hombreras” para que mi silueta superior se viera más portentosa con unos hombros amplios. Debo aclarar que no soy vanidoso, lo que pasa es que me gusta verme bien.
En fin, como les iba diciendo, ya estaba sobre la calle y tuve que llevar algo de equipo para poder “escalar” la casa de al lado, pues su techo estaba mas accesible para subir y después acceder desde allí al techo de la enorme casa de tres pisos de la Señora Borja. Una vez que llegué a la parte superior de la primera finca, me proponía colocar la escalera para ahora sí, subir a la azotea de la casa que pretendía robar. Sin embargo mi plan titubeó un poco, porque escuche que desde el patio de esta habitación pequeña donde me encontraba parado, alguien murmuraba quejas y hacía ruidos.
-¡Papá! Voy a subir a mover la antena de la televisión porque se fue la señal, ¿Dónde dejaste la escalera?- profirió una voz de joven que se notaba decidido a subir al techo. Yo me espanté un poco y de inmediato comencé a pensar en una solución para esta contingencia.
Alarmado tomé la antena y comencé a agitarla haciendo sonidos gatunos, pretendiendo hacerle creer al joven en el patio debajo, que sólo se trataba de unos felinos en celo. Mi interpretación fue exitosa y como resultado de mi audaz proceder, escuché una voz que más adentro gritaba: “¡Listo hijo! ¡Ya regresó la señal, corre que te pierdes la acción!
-¡Ya voy! –espetó el joven, con lo cual me sentí aliviado, hasta que un torrente de agua fría congeló mi felicidad y mojó mis ropas, quedando yo empapado. -¡Listo papá, ya le quité lo caliente a esos animales!- dijo el chico después de haber arrojado un baldazo de agua fría que me dejó helado y pensando si debía de haber venido en otra noche.
Después de exprimir mis ropas, escalé exitosamente hasta el techo de la casa de la Señora Borja y observé la puerta que me llevaría al interior. No me fue difícil lograr abrirla y una vez dentro contemplé mi gloria materializándose. Una casa llena de joyas y lujosos bienes, sobre los cuales yo tenía en la mira el más valioso de todos: El Diamante Borja, regalo que el marido de la señora heredó de sus padres. El cual estaba tasado en el mercado en una cantidad tan grande, que podría sobrevivir con el dinero durante un par de años. Pero no era el dinero mi principal interés, sino el prestigio tan grande que me daría en la comunidad del hampa. Por fin sería respetado y los muchachos del gremio ya no harían bromas acerca de mi refinado estilo para trepar paredes o mis tiempos de novato, cuando seducido por la tentación de la fama, me presentaba frente a mis víctimas con mi nombre real para que todos lo recordaran y se corrieran la voz.
Continuaré mi relato detallando que hacía un par de meses, me había robado un estetoscopio de un doctor que consulté por un problema de bronquitis. El aparato que entonces había servido para que el doctor hiciera su diagnóstico escuchando mis pulmones, sería el aparato con el cual ahora yo escucharía el interior de la caja fuerte, donde –por relatos de terceros- sabía que ahí guardaban el diamante. A pesar de tener esto muy bien calculado me decepcioné bastante al mirar la caja fuerte y observar que su cerrojo sólo se abría tecleando el código de seguridad en un panel digital. De esta manera el estetoscopio no me iba a servir de nada, y sólo me provocaría mucha vergüenza regresar con el mismo doctor a que me diera nuevamente medicamento para mi bronquitis, que se iba a poner peor con el agua fría que acababan de arrojarme.
Con el ánimo un poco descompuesto y arrojándole floreros y patadas a la caja fuerte, percibí un sonido que me asustó bastante. Comprobé que se trataba de la puerta de la casa, la cual era abierta por la Señora Borja quien estaba acompañada por un caballero que de ninguna manera era su esposo. Obviamente esto puso en evidencia que a la Señora Borja le gustaba vivir alegremente, teniendo un relevo para cuando la presencia de su marido le faltaba. Como supuse que los amantes irían al dormitorio a continuar con sus arrumacos y besuqueos, caminé suavemente a la oficina del Señor Borja que estaba tres puertas después del dormitorio. Allí esperaría a que comenzaran con su preludio amoroso y yo regresaría por el mismo pasillo para después acceder a la puerta que llevaba a las escaleras que iban al techo; y por las cuales no podía escaparme ya, porque ellos venían subiendo al tercer piso de manera apurada, como quien no puede esperar para consumar la expresión de su culposo placer.
Para mi mala fortuna, esa noche los amantes estaban inspirados y decidieron poner en marcha una fantasía que incluía tener sexo en la oficina del marido. Yo me coloque rápidamente debajo del escritorio, esperando a que un milagro y la oscuridad de la noche me salvaran de ser descubierto. Obviamente sobra decir que para ser discretos, los amantes no encendieron ninguna luz de la casa…
-No puedo creer que tu esposa haya llegado a la ciudad, que bueno que tuvimos tiempo de escapar- dijo la Señora Borja jadeando por las caricias de su amante.
-Pues ni yo, pero que bueno que tu maridito no está y tenemos la casa para nosotros, deja me quito esto…
-¡Oh Precioso! ¡Hoy te depilaste todas tus piernas! ¡Papito!
-Sólo para ti, mi hermosa… voy a quitarte este bello adorno –después que el amante decía esto, un sostén espectacular se desplazó al suelo. Como no me quedaba otra opción que matar el tiempo, lo tomé silenciosamente, comprobando que la Señora Borja era de medidas poco comunes y generosas.
Después de un par de horas y cuarenta y siete minutos, entre todos los ruidos que se apreciaban arriba de mi escondite, escuché un gemido que me indicó que las cosas habían terminado. Equivocado estaba, porque sólo tomarían una pausa…
-Mi hermosa, déjame ir al baño. Me gustaría que continuáramos con unos besos no precisamente en la boca jejeje permíteme unos minutos, voy a lavarme…
-Adelante mi amor –dijo ella-, el baño está en la habitación de allá, no te tardes nene.
Esta era mi única oportunidad de escapar de estos dos lujuriosos y no hacer el ridículo como otras tantas veces, así que en cuanto escuché que el amante cerraba a lo lejos la puerta del baño, comencé sigilosamente a reptar por el suelo de la oficina, mientras la Señora Borja suspiraba de placer recostada en el escritorio. Ayudado por la oscuridad de la noche, llegué deslizándome hasta la puerta que daba al pasillo, a punto de escapar…
-¡Ay nene! ¿Una nueva fantasía? Qué rico todo vestido de negro con un look tan retro… Ven acá mi amor ¿Qué esperas?
Dado que no me quedaba otra opción, tuve que acudir a su llamado y cuando ella me percibió con el antifaz entre la poca luz que había en esa habitación, su reacción fue muy acalorada y tuve que acceder a sus ruegos. Tuve que sacrificar mi plan para no ser descubierto y seguí sus sugerentes frotamientos, a los cuales yo correspondí con iguales gestos. Pude darme cuenta que sus protuberancias frontales no eran muy naturales que digamos. De las protuberancias traseras tuve un poco de duda, a pesar de que gocé de bastante y suficiente tiempo para sopesar todas sus partes y constatar palmo a palmo cada una de sus espectaculares formas. Por que eso si, no me puedo quejar de que no eran un festín al tacto y un deleite a los labios.
-Ay papito que rico, ay papito- gemía la mujer-, ay mi nene precioso juraría que hace un momento eras mas delgado.
“Y yo juraría que hace un rato era usted una dama” eso no lo dije, pues, pero lo pensé.
Estaba ella por quitarme la ropa con forcejeos, pues yo no quería que me descubriera, cuando escuché el sonido de la puerta del baño abriéndose. Ella se detuvo mirándome a los ojos y sospechando que algo raro pasaba. Yo corrí al pasillo dispuesto a huir a como diera lugar, cuando en la oscuridad escuché la voz del amante diciendo: “¡Mi amor ésta sorpresa te va a encantar!” Acto seguido ella encendió las luces del cuarto y la del pasillo y entonces observé al tipo vestido con un ajustadísimo disfraz de policía con unos pantaloncillos muy cortos y apretados y unos lentes negros…
-¿Quién demonios es usted? –dijo el amante sorprendido –Querida me hubieras dicho que te gustaban los tríos, yo hubiera buscado un tipo menos aguado.
-¡Dios mío Roberto, pero si yo no sé quién es este fulano! ¡Hasta intentó seducirme con su antifaz y sus sexis movimientos de manos!
-¡Yo no intenté seducirla, Señora! ¡Usted es de una líbido extremadamente accesible!
-¡Oígame malnacido! No le hable así a mi… a mi… bueno, no le hablé así. ¡Ningún desgraciado le va a faltar al respeto a ella! ¿Verdad Nena?
-¿Roberto qué estas esperando? No le expliques nada, ¡Golpéalo, no ves que es un ladronzuelo!
No se cómo pero pude llegar rodando hasta el final de la escalera. Apenas me estaba levantando para llegar a la puerta principal y huir por la calle, cuando ésta se abrió y el marido de la Señora Borja entró escuchando los gritos y encendiendo las luces de la casa.
-¿Qué? ¿Pero usted quién es y qué hace en mi casa? -dijo el marido, mientras la Señora Borja y su amante bajaban la escalera estrepitosamente. Todo se quedó en silencio entre la mirada atónita del marido, la cara de susto de los adúlteros y mi propia desesperación.
-¡Jorge! ¡Esposo mío, no te esperaba tan pronto!
-Carmelita ¿Qué diablos está pasando aquí? ¿Qué hace este policía en mi casa? ¿Y este sujeto vestido de negro quién es? –yo quise hablar pero no me dejó- ¡Aaaaah ya sé! ¡Este es el amante del que he escuchado rumores! ¿Verdad? ¡Este es el desgraciado que se roba mi felicidad cuando no estoy¡
-No señor, de ningún modo, yo no tengo nada que ver. Permítame explicarle…
-¡Usted a mí no me explique nada desgraciado! Esa rosa deshojada en la bolsa de su camisa, su antifaz con forma de gato y esa semi-erección sólo pueden indicar que usted venía a seducir a mi esposa y burlarse de mi honor...
-Usted no entiende, es que…
-¡Cállese! Pero hoy no se lo voy a permitir, degenerado ¡Hoy me va a conocer!
-Así es Jorge, éste era mi amante, pero hoy se portó muy mal y estoy arrepentida. Por eso llamé a este valiente policía que lo enfrentó.
-¡Señora no sea mentirosa! Yo no soy su amante… ni siquiera me dio chanza este gorila.
-Yo soy testigo de esto señor Don Jorge, este fulano vestido de negro se metió a su casa ¡Yo lo ví! Y entonces escuché los gritos de auxilio de su esposa y acudí al llamado. Fue una suerte que estuviera yo de servicio a estas horas y haciendo mi ronda en estos sexis pantaloncillos cortos.
-No es cierto, usted también es un mentiroso, permítame explicarle Don Jorge…
-¡Cállese sinvergüenza! Todavía se atreve a negarlo en frente de mi esposa y de este valiente policía quienes lo acusan, es el colmo de la desfachatez. Ayúdeme señor policía a darle una tunda a este miserable…
Debo considerar el hecho de que fui muy afortunado al no haber muerto. Los vecinos asustados por los gritos y los golpes llamaron a la verdadera policía y me llevaron preso. Nunca como hasta ese día la cárcel me había parecido tan confortable y hospitalaria. La verdad es que después de que cesaron las hemorragias internas y se aliviaron los moretones en cuerpo y ojos, le agradecí al cielo salir con vida de ese lugar.
Sí, fue una pena no haber conseguido el valioso y prestigiado botín. Pero no importa, no soy pesimista. La vida está hecha de oportunidades y sé que tarde o temprano lograré dar el gran golpe que me lleve a la fama. Mientras tanto, me repongo de los grandes golpes que me dieron a mí.
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