miércoles, 27 de febrero de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 10:26... bueno, más o menos a ésa hora.

-Fontana, se van a quemar las “palomitas”. En el paquete decía que sólo estuvieran tres minutos en el horno de microondas…

-Claro que no Karina, tienen que calentarse hasta que dejen de escucharse los tronidos dentro de la bolsa… Veamos, ya van 7 minutos y… ¡Excelente! Ya dejaron de escucharse los crujidos, revisemos la bolsa… ¡Me lleva la jodida! ¡Otra vez se quemaron! Pero cómo puede ser posible…

Mi hermana se burló de mis cálculos y de mis palomitas de maíz quemadas. Soy un desastre en la cocina, quizá por eso Mamá la mandó a vivir conmigo, pues a pesar de ser una adolescente, Karina le aprendió algo de su arte en la cocina.

Rescaté lo que pude de mi botana, y el resto de rosetas quemadas salí a tirarlas al depósito de la calle, pues el olor se hizo demasiado evidente. Allí encontré a Walter, el vagabundo borracho que ocasionalmente viene a hurgar en mi basura.

-Walter, otra vez está usted buscando comida en mis bolsas de basura… -El borracho me sonrió estúpidamente y luego escudriñó en un paquete de galletas vacío y roto.

-Mire, tome éstas rosetas de maíz y ya deje mi basura en paz.

-Don Lino… siempre lo he dicho, usted es mi ídolo… -al decir esto, Walter se acercó para darme un abrazo, yo saqué la lengua asqueado y no pude zafarme de su breve apretón.

-Ya pues, váyase y consiga su comida en otro lugar. –lo despedí y se fue feliz con su paquete de palomitas quemadas. Yo volví a casa a cambiarme de ropa, pues el olor tan horrible del vagabundo se me quedó impregnado.

Me cambié totalmente de ropa, y la que usaba cuando el vagabundo me abrazó la puse a desinfectar en un balde lleno de agua con cloro. Antes de meter mi pantalón al agua, busqué mi cartera, pero no la encontré por ningún lado. “¿Dónde estará mi cartera? Si yo la traía en la bolsa trasera de mi pantalón y… ¡Maldito Walter!”, pensé.
¡Ese vagabundo sinvergüenza tomó mi dinero sin que yo me diera cuenta!
Era un traidor, un judas, un malagradecido, un ingrato, un alevoso, un falso, un desleal… ¡¡¡Un Genio!!!

Sí, un Genio. Y alguien como él podía hacer realidad mi sueño de tener una banda de carteristas. Cualquier ladrón que se respete sabe que no hay truco más divertido que robarle a alguien su cartera, sin contar que es una labor artesanal que requiere gran cuidado y destreza. Ahora que sabía de las habilidades de Walter, tenía que reclutarlo para comenzar mi banda.

Al día siguiente, fui a buscar a mi alcohólico amigo y lo traje a casa. Lo convencí de hacer equipo conmigo y gustoso accedió a colaborar con mi plan. Casi no prestaba atención a mis palabras, pero cuando escuchó la frase: “y podrás comprar toda la comida y vino que quieras”, se le iluminaron los ojos.
Lo primero que tuve que hacer fue convencerlo de tomar un baño. Fue difícil, y después de usar cantidades industriales de agua, jabón, cloro, sarricida, detergente, champú, utilizar una lima de uñas para trabajos de joyería y cortar una enorme melena de cabello canoso, logré hacerlo parecer una persona decente. Necesitaba transformarlo, pues con su facha anterior, difícilmente se le podría acercar a alguien lo suficiente como para sustraerle algo de los bolsillos. También tuve que fumigar mi casa para matar las alimañas y tepocatas, que salieron de las ropas mugrientas de Walter, y llevar a incinerar ésos trapos viejos y apestosos que usaba.

Estuvimos dos semanas practicando la treta. No era difícil: yo me acercaba con alguna persona de la calle a preguntar alguna dirección, Walter chocaba con ésa persona –presuntamente de manera accidental- y se disculpaba por el incidente, marchándose de inmediato con el botín, sustraído de manera magistral por sus dedos resbalosos e invisibles. Con este carterista de habilidades quirúrgicas, íbamos a ser los reyes del hurto callejero; hasta me sentía como un rockstar. Después de ésas dos semanas, nos dispusimos una buena tarde a realizar el plan, repasamos de nuevo cada paso y salimos a la calle, como leones dispuestos a encontrar nuestra presa. Esto se iba a convertir en un victorioso paradigma de la historia del robo. Cuando las generaciones futuras de ladrones, miren hacia atrás, les diremos: “Vean y aprendan”.

-¿Nombre?

-Lino Fontana

-¿Edad? ¿Igual que en su credencial?

-Si, ésa misma edad tengo.

-¿Sexo?

-Espero que cuando salga de esta cárcel.

-¿Qué?

-¡Masculino! Sexo Masculino, claro está. ¿Qué no es notorio?

-Bien señor Fontana, ya está completo su folio y el del señor “Walter” Godínez. Los policías los llevarán a su celda y ahí estarán hasta que sus familiares se presenten a pagar la fianza.

-Gracias comandante, ¿me puedo llevar ésa revista?

-No.

Cometimos algunas inexactitudes y la policía nos atrapó. Sí, búrlense de nosotros, pero estuvimos muy cerca. El plan transcurrió de maravilla, pero las precipitaciones nos hicieron perder precisión y la pifia nos costó caro. Ahora tendríamos que pasar juntos este pequeño trago amargo, así que nos dispusimos a esperar en esta celda a que mi hermana viniera a pagar la fianza.

-¿Aquí sirven de comer? –preguntó Walter agarrándose la panza.

-Walter, todo iba tan bien… ¿por qué tenías que intentar quitarle a ésa mujer el brassier? Somos carteristas, y robamos car-te-ras, no brassieres. ¿Qué te hizo pensar que podrías?

-Lo siento don Lino, es que me sentí tan orgulloso de mi destreza. Me vanaglorie y creí que sería capaz de todo. Quise presumirle, perdóneme, intenté ganarme el respeto de la única persona que se ha preocupado por mí últimamente, como yo no tengo familia…

-Ya Walter no se ponga triste, ni modo. Cosas de la vida… Dígame, ¿qué fue de su familia?

-Pues ahora que lo menciona, y debido a la sobriedad que he tenido en estas dos semanas gracias a su ayuda, estoy recordando que tuve una familia… los abandoné hace 5 años.

-¡Caramba! ¿Y por qué los abandonó?

-Ya no lo recuerdo… he estado tan borracho todo este tiempo y con la mente tan ociosa con mi vida de vagabundo, que no recuerdo muy bien lo que sucedió. Pero si recuerdo una cosa: Extraño a mis hijos… quiero regresar con mi familia…

-Tranquilo Walter, no llore. ¿Le gustaría volver a verlos? Yo le voy a ayudar a regresar a su casa.

-De verdad don Lino, ¿usted me ayudará?

-Claro que sí… nomás no me abrace otra vez, porque ya vi que se le están saliendo los mocos. Pero no se avergüence, mi hermana hace lo mismo cuando llora.

Se pagó la multa y salimos libres. Yo me dispuse a cumplir mi promesa con Walter y preparé los detalles para llevarlo a su casa. Lo vestí con uno de mis trajes y su rostro se iluminó cuando se colocó la corbata, parecía un verdadero hombre de bien. Llené el tanque de gasolina de mi auto, y mi hermana se nos unió para emprender el camino hacia el hogar del que se marchó Walter, hacía 5 largos años. Toda una aventura para nosotros.

Conduje hasta una pequeña ciudad vecina, a 40 kilómetros de distancia.
A nuestro vagabundo le costó trabajo recordar el camino, pero a base de mirar botes de basura en las calles y olores de alcantarillas por su ciudad, pudo conducirnos hasta el lugar donde se encontraba su barrio.
Al llegar, nos dimos cuenta de la calidad de vida que tenía. Walter no era un millonario, ni su casa era lujosa, pero sí era un cálido hogar de clase media. Lo bastante acogedor y próspero como para preguntarse por qué lo había abandonado. Tocamos la puerta y una chica adolescente, como de la edad de mi hermana, nos abrió. Inicialmente no entendió lo que le decíamos, pero de un momento a otro, reconoció al viejo.

-¿Papá? ¿Eres tú? ¿De verdad eres tú?... ¡Mamá! ¡Mamaaaaaá!

La chica entró corriendo al interior de la casa, muy emocionada y buscando a su madre; nosotros pasamos y nos colocamos en el inmediato aposento de la sala. El lugar era muy bonito y todo estaba acomodado con pulcritud, armonía y buen gusto. Imposible imaginar que aquel sería el hogar de procedencia de semejante viejo vagabundo. Al cual, por cierto, se le humedeció la mirada cuando vio a su hija abrir la puerta, era notorio que había sido un momento evocador en la memoria de nuestro borrachín, y esperamos en la sala a que viniera la esposa.
Una mujer de edad parecida a la de Walter apareció y se nos quedó viendo con extrañeza. Las ventosas de su ancha nariz se abrieron, al igual que sus ojos, y miró con sorpresa al vagabundo.

-Gualberto, ¿eres Tú?

-¿Bertha? ¿Todavía estás viva?

-Pues claro que estoy viva, pedazo de animal. Qué creías, ¿que cuando volvieras de tu parranda yo ya iba a estar muerta? ¡Eso quisieras gordo huevón! Pero qué bueno que viniste para que te pongas a arreglar todos los desperfectos que tiene la casa. ¡Ah! y te buscas un trabajo yo no sé de qué, porque necesito dinero. ¿A poco creías que con tu pensión de Ingeniero de Obras Públicas, íbamos a poder vivir con el estilo de vida que yo merezco? ¡Claro que no! Hasta aquí llegó tu jubilación, vas a volver al trabajo ¡y no me jodas con excusas!

-Bueno, mucho gusto, ya nos vamos… con permiso… -susurré a la señora, mientras me deslizaba lentamente hacia la puerta para salir.

-Y trajiste a tu bola de amigotes borrachos ¿no? Mientras yo aquí me la paso preocupada y sin saber dónde estarás, pero ahorita mismo te pones a lavar el baño para que se te quite la cruda, viejo zángano.

-Nos vemos, mucho gusto…-dijo mi hermana bajando la cabeza y siguiéndome a la puerta.

-Ah pero claro, yo matándome por tener tu casa tan inmaculada y resulta que el viejo desobligado anda de mujeriego. Pues se te acabó la diversión, y para que se te baje la calentura de tus infidelidades vas a subir al techo a ponerle otra capa de impermeabilizante, porque ya mero vienen las lluvias… y quiero que lo hagas ¡Pero Ya!

Salimos de allí asustados y nos trepamos al auto. De inmediato encendí el motor y pisé el acelerador. Al retirarnos escuchamos unos ruidos de objetos quebrándose, como si la esposa de Walter le arrojara cosas en la cabeza o algo así. Mi hermana me miró fijamente mientras yo conducía.

-¿Qué? –le pregunté apesadumbrado –Yo soy sólo un ladronzuelo, no puedo hacerlo todo.

-Pobre Gualberto –dijo mi hermana, mientras sacaba la cabeza por la ventana para recibir una fresca ráfaga de aire.

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jueves, 21 de febrero de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 10:21... bueno, más o menos a ésa hora.

-Fontana, ya me voy. Saldré a cenar con Robbie, me invitó a las hamburguesas.

-Karina no me gusta que salgas con ése vago y que regreses tan noche. ¿A qué horas vas a volver?

-¡Ja! ¡Vaya hermano que tengo! Mamá me prohíbe menos cosas que tú… por cierto, si llama por teléfono, no le vayas a contar mentiras ni exageraciones. Nada de que estoy con hippies que fuman marihuana; le dirás la verdad, ¡mentiroso!

A veces siento ganas de mandar a mi hermana de regreso a la casa de mis padres, sobre todo últimamente.
Ese tal Robbie que es novio suyo la tiene vuelta loca, provoca su rebeldía total y juntos me causan frecuentes disgustos. Seguido salen en las patinetas y cuando regresan, todos los vecinos vienen detrás para llamar a mi puerta y darme la queja. Por alguna extraña razón, la gente se inquieta cuando ve chicos en patineta rodando la calle; es instintivo: patineta = vaguería.

Por fortuna, las vagancias de mi hermana no nublaron mi felicidad, pues gozaba yo de mucha inspiración, y esa noche me dispuse a realizar un robo que tenía tiempo planeando. Tomé mis cosas y salí a la aventura nocturna. Antes de partir, observé un movimiento extraño sobre mis botes de basura. Me acerqué furtivamente y miré a un sujeto de ropas sucias y desgastadas, escombrando entre los desperdicios.
Llamé su atención con un grito y le pedí que se fuera, acto seguido, el sujeto maloliente se levantó y huyó corriendo de una manera muy peculiar, casi infantil. Cerré la puerta de la casa con llave y me retiré para realizar mi robo. Luego envié un mensaje de celular a Karina para que tuviera cuidado al volver.

La noche cayó sobre la ciudad y la aproveché perfectamente, logrando uno de mis más brillantes golpes y amaneciendo al día siguiente lleno de orgullo y alegría.

-Estas muy contento esta mañana –dijo Karina a mis espaldas. Yo sonreía mientras tomaba mi acostumbrado café, y le afirmé que se debía al éxito conseguido en mi robo de anoche.

-Fue grandioso el robo a la fábrica de Almohadas, salí de allí con el trailer que transportaba las plumas para rellenarlas, y ahora no se podrá fabricar ni una sola; la ciudad caerá en el desvelo total.

-¿Es el robo del que hablaste toda la semana pasada, verdad? Mira, el periódico informó algo al respecto.

Karina me pasó la publicación y leí encantando los titulares. Había un espacio dedicado a mi robo y yo me sentí pletórico de entusiasmo. “Por fin la vida me hace honores”, pensé mientras saboreaba mi glorioso café matutino. Me adentré en las páginas para leer la información a detalle y disfruté cada línea, reí por dentro al constatar que la policía estaba confundida sobre el móvil del ladrón y seguí inspeccionando las páginas para verificar si en algún otro apartado aparecía algo sobre mí. “Aquí hay algo”, medité al llegar a las páginas finales, pues en una pequeña columna dedicada a la poesía, encontré unos versos dedicados a mi robo.

-Jajaja Escucha esto Karina, un poeta ha hecho de juglar moderno y compuso unos versos para el diario acerca de mi robo de anoche, te los voy a leer, nomás para que te des una idea de la fama que he logrado…

"El ladrón amigo de la noche
como espectro facineroso de los sueños,
ha gastado en su empresa tal derroche,
que logrados tiene ya nuestros desvelos.

Sin almohadas ha dejado a la ciudad,
quizá su intención sea la de un noble,
y si a la valentía debe su actividad
tal vez pronto le veamos dar otro golpe.

Su elegancia igual que una exquisita tela,
su figura portentosa como la de un pino,
¿quién será este hombre con dedos de seda?
pocos tal vez sepan que se llama Lino."


-Vaya Fontana, se oye bien, ¿no?

-Espera Karina espera, ¿dice aquí Lino? ¡¡¡Lino!!!... Si a este poeta le sigue llegando la inspiración, la policía me va a descubrir. ¿Cómo supo que me llamo Lino?

-¿Fontana qué diablos es eso?

-¿Qué cosa?

-¡Esa cosa que está allá afuera!

Solté el periódico y me levanté a mirar por la misma ventana que lo hacía mi hermana. Eran los mismos botes de basura de ayer y un bulto negro sacando papeles.
Al levantarse un poco, reconocí al mismo vagabundo que un día antes sorprendí hurgando en mi basura. Rápido expliqué a mi hermana lo sucedido y salimos de inmediato para enfrentarlo.

-¿Oiga usted, que no tiene otra cosa qué hacer sino hurgar en mi basura? –grité con tono molesto.

-¡Don Lino! No se enoje compañero… si usted es mi ídolo, ¡verdá de Dios! –un tufo con olor a alcohol me hizo echar la cabeza hacia atrás.

-¿Cómo sabe mi nombre?

-Psssss usté… es mi ejemplo a seguir, bueeeno y además su nombre viene en estos recibos viejos que están aquí... mire… mire… rotos pero se alcanza a leer… -soltó un eructo y se le asomó la panza al momento- algún día voy a ser tan elegante como usted, buen caballero.

Le pedí que se callara y cerrara su boca apestosa, pero se rió como puerco, y tomando varias ropas que antes había puesto yo en la basura, corrió como imitando a una bailarina de flamenco, diciendo pamemas de borracho y agitando ridículos movimientos con la mano.

-Vámonos para adentro. Qué tipo tan extraño, me da miedo ¿y si está loco? –preguntó Karina con preocupación.

-Es sólo un borrachín, pero me preocupa que venga a hurgar nuestra basura –dije a Karina, mientras meditaba en las ropas mías que se llevó.

Al principio pensé que se trataba de un pobre vagabundo, que tomó las ropas sólo para vestir y protegerse del frío. Pero después, al revisar mis bolsas de basura, noté que habían tomado otros inusuales objetos, extraños para las necesidades de un simple vagabundo. Entre tales objetos se contaba un palo de golf que jamás usé ni usaré –lo compré durante una crisis de identidad, además no me gusta el golf-; una jaula para pájaros inservible, unos patines sin algunas ruedas y un guante de cocina para tomar objetos calientes. Estuve meditando y una inquietante idea entró en mi mente, pues quizás, ese borrachín estaba entregándole aquellos objetos a alguien, que quizás pudiera tratarse del misterioso poeta del periódico. Guardé los botes y bolsas de basura dentro de mi casa, y estuve muy alerta durante el día a los movimientos del vecindario.

Pasaron dos días, y traté de olvidar los incidentes recientes. Hice un nuevo cálculo durante ese tiempo, para robar en esta ocasión las bodegas de juguetes chinos, que entraban de contrabando a la ciudad. Volví a salir de noche a secuestrar un camión, pues la emoción de hacer esto me indujo a repetirlo, y saqué toda ésa manufactura tan cutre y coloreada con pintura llena de plomo. El robo fue un éxito y volví a casa por la madrugada, acorde al silencio imperante hice discretas maniobras y entré a mi hogar para disfrutar de un merecido sueño.

Me levanté tarde al día siguiente, casi a las 12, pues mi labor durante la noche había terminado muy avanzadas las horas. “Espero que esta vez no aparecezcan poemas clarividentes en la prensa”, pensé emocionado y jactándome de mi destreza.

-¡Wow Fontana! Las poesías que el diario publica de tí van a volverte más popular que ninguno. ¿Ya leíste la prensa de hoy? –dijo mi hermana mientras arrojaba el periódico sobre la mesa. Yo escupí el café que me estaba tomando, exacerbado por el estrés. Tomé el diario y comencé a leer.

"Qué pasará con el ladrón nocturno,
cuál será su siguiente proeza
¿Creerá la gente que en algo tan turbio
demuestre nuevamente su destreza?

Qué será de la ciudad sin juguetes,
librados estaremos de tanto plomo.
Pues en esta labor de valientes
acabará nuestro ladrón con todo.

Ya no falta mucho y pronto sabremos,
si logrará lo que otros no han podido,
dando golpe a la corrupción que tenemos
secuestrando tanto producto chino."


Esto aumentó mi preocupación, pues el inquieto poeta casi podía intuir dónde estaría yo realizando mis robos. Tenía que detenerlo o le revelaría a la policía mi ubicación, así que el resto del día estuve muy preocupado. No sabía a quién me estaba enfrentando, pues el vagabundo que hurgaba en mi basura no parecía ser lo suficientemente listo para escribir tres palabras seguidas, pero si lo suficientemente torcido para estar llevándole información a quien le pagara por ella. ¿Sería el vagabundo un poeta borracho?

Me tranquilicé un poco y por la tarde salí a caminar para liberar algo de estrés. La tarde no era acalorada y un rico viento la hacía más agradable; luminosa como estaba la carpa del cielo, decidí disfrutar del panorama urbano y caminé mucho, hasta llegar al antiguo canal hidráulico, ahora deshabilitado. Me coloqué sobre el puente y miré el gran arroyo de pavimento seco, con sus paredes rayadas de graffiti y bastante sucio.
Distraído con estas impresiones, tardé en percatarme de unos gritos que se desarrollaban al otro lado del canal, así que corrí por el puente hasta llegar al otro extremo. Allí observé a un grupo de vagos decadentes, malvestidos y sucios, persiguiendo una lata de refresco vacía y abollada. Todos estaban disfrazados con extraños desperdicios de basura, y entre esos esperpentos se encontraba mi viejo conocido vagabundo, el mismo que esculcaba mi basura. Lo reconocí porque sobre su cabeza portaba la jaula desvencijada que se llevó. En una mano, tenía colocado el guante desgastado de la cocina, y en la otra, mi palo de golf que compré durante mi crisis de identidad. Sobre los pies calzaba aquellos patines de ruedas incompletas que yo tiré a la basura.
Todos esos decadentes estaban jugando hockey, usando disfraces que pretendían asemejar el uniforme requerido para tal juego, pero que estaba compuesto por la misma basura que se dedicaban a juntar. Era una escena curiosa, bastante jocosa y bizarra, nunca vi nada igual; sólo lo creo porque lo vi.

Regresé a casa tal vez mas repuesto pero no sin seguir en mis dudas, pues ahora que sabía que el beodo era inofensivo, me preguntaba sobre la identidad del poeta del periódico. ¿Entonces quién era? Me pregunté desconcertado.

Abrí la puerta de mi casa y vi un par de mochilas tiradas en el piso. Era casi la noche y sabía cuál era la causa de esto. En la sala, mi hermana Karina y su novio Robbie comían Froot Loops y veían televisión. Me acerqué a regañarlos por ensuciarme el sillón; Karina se enojó y aventó unas rueditas de cereal al mueble.
Sobre la mesita de centro, había un cuaderno con un letrero manuscrito que decía: “Bardo”. Les pregunté acerca de eso y mi hermana trató de esconderlo rápidamente. “Nada, un cuaderno mío Fontana, es todo”, de inmediato se paró luego de decir esto y le pidió a Robbie que la acompañara a salir.

-Vamos Robbie, tienes que irte para que no llegues mañana tarde ¿verdad? –Karina le cerró un ojo y le hizo una mueca para que la siguiera.

-¿Qué? …¡Ah Sí! Mañana tengo que ir a mi trabajo en el periódico –dijo Robbie desorientado y con premura.

-No tonto, eso no lo digas, cállate… -le corrigió mi hermana de chitón.

-Hey, esperen… ¿qué es todo esto? Así que trabajas en un periódico, ¿Eh?... ¿Y se puede saber qué es lo que haces allí? –pregunté a Robbie inquiriéndolo con mucha sospecha. Mi hermana levantó los ojos al cielo y se dio una palmada en la frente, mientras meneaba negativamente la cabeza.

Robbie no tuvo más remedio que confesarme su gusto por la poesía, él era el bardo que publicaba ésos versos acerca de mí en el periódico. Trabajaba allí como ayudante de mantenimiento a la imprenta, pero le dieron oportunidad en una breve columna del diario para escribir sus versos, aprovechando que seguido se necesita información de “relleno”.

-¡Debí suponerlo! Debí suponer que me traicionarías algún día ¿lo ves Karina? es un vago pernicioso.

-¡Ya cállate! –dijo mi hermana con molestia –Robbie no es un vago, trabaja en el periódico para pagar sus estudios. Tú le caes bien y quiere agradarte para que no le tengas aversión, por eso publica los versos. ¿Siempre has querido ser famoso, no?

-Sí pero otro tipo de fama, ¡¡No tan explícita y directa!! o me cae la policía y me lleva al “bote”. Nunca lo entiendes Karina, siempre me haces la vida complicada y…

-Tú siempre le encuentras peros a todo lo que yo hago. No es que Robbie te desagrade, es que yo te caigo mal y por ende todo lo que tenga que ver conmigo te disgusta. Admítelo, ¡y también admite que quieres que me vaya de la casa porque eres un macho misógino! –Karina gritó y se tapó la cara con las manos, luego se agarró del hombro de Robbie y lloró ensuciando su camisa con mocos -¡Eres un feo, Fontana!

-¿Queeé? –grité sorprendido y desconcertado por los reclamos de mi hermana.

-Tal vez sería bueno que se perdonaran los dos –dijo Robbie asustado, mientras arrugaba la cara por los gimoteos y mocos que mi hermana embarraba en su camisa.

-Está bien, está bien -comencé a hablar -. Tengo recelo porque fuiste siempre la preferida de la casa. Todo tenía que ser para la “nenita consentida” porque eras la menor. ¡Bah! y por si fuera poco debía cuidarte y estar al pendiente tuyo. Bonitos regaños me pusieron por tu culpa –exacerbé los sentimientos hasta un grado inesperado aún para mí. Luego todo quedó en silencio, mi hermana dejó el hombro de Robbie y me miró con sus narices mucosas.

-¿Ves que sí había algo? Me lo hubieras dicho… y lo siento, de verdad lo siento; no quise ser la causa y motivo de tus desgracias en la niñez… y si te sigo tanto los pasos es porque te admiro, eres mi hermano mayor y siempre serás mi referencia en la vida. No me odies por eso...

-Bueno sí… ya... tienes razón… supongo que también a veces soy un ogro insoportable –al decir esto, Robbie y Karina asintieron con la cabeza al mismo tiempo-. Ya no seré tan gruñón ¿qué les parece? y discúlpenme también, lo siento.

Karina se limpió los mocos y me dio un abrazo. Robbie me prometió que jamás volvería a publicar esos poemas delatores y nuestro pacto se cerró estrechando las manos. Mientras lo hacíamos, un toquido en la puerta me hizo saltar del susto.

-La policía Karina, la policía viene por mí ¡Descifraron los poemas de Robbie y ahora vienen a arrestarme! –grité escondiéndome detrás del refrigerador.

-Tranquilo, sólo es mi nuevo amigo Walter –dijo Karina mientras abría la puerta. Allí se encontraba el vagabundo beodo del hockey –Me lo hice amigo anteayer que me lo topé camino a la escuela. Es un tipazo, está loco pero es simpático.

-¿Qué?... ¿Y qué le vas a dar?... ¡Ésas cajas traen ropas mías!

-Vamos Fontana, estas cajas llevan años en el sótano y nunca te volverás a poner esta ropa. Ni deberías, te ves mal, muy feo. Mejor dáselas a Walter para que las venda y compre comida.

-Bueno... supongo que le hacemos un favor… Pero que no pase a la casa… ¡Apesta!

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jueves, 14 de febrero de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 15:59... bueno, más o menos a ésa hora.

Ya recordarán que en el último episodio, Dalia y yo tuvimos un momento sensual bastante hermoso. Los días que siguieron a ése bello momento, podría yo narrarlos de varias maneras, mas sin embargo creo adecuado trasladar el sentimiento que los definió y ponerlo sobre las letras de la manera más fiel posible.

Recuerdo que en aquella temporada, estuve escuchando un disco de The Killers, que mi hermana me había regalado en la Navidad, festejada un mes y medio antes. Cada vez que recuerdo aquellos buenos momentos con Dalia, me viene a la mente ésa canción de Los Killers, llamada “Bones” y que venía incluida en aquel disco; la cual refleja fielmente las sensaciones experimentadas con mi bella chica.

¡Caray! Estoy escuchando ahora mismo la canción y mis reminiscencias vuelven. Acompáñenme a mirar las imágenes…

Come with me.

-Hace tiempo que no besaba; pero acaso toda una eternidad, en que jamás me sentí igual al hacerlo… -dije entusiasmado.

Dalia y yo descansábamos sobre el sillón de mi sala, muy tranquilos, observándonos mutuamente e internándonos en la profundidad de los ojos del otro. Como aquel astrónomo que no termina de fascinarse por la entropía del universo, yo admiraba la de mis emociones, y lo inmenso de nuestras posibilidades.

-Eres muy lindo conmigo, Fontana. ¿Por qué esperaste tanto tiempo para decírmelo? Si me lo hubieras dicho antes, mucho mucho antes, no hubiera sido éste nuestro primer beso.

-Pues planeaba invitarte a una cita, el mismo jueves que me enteré que tenías novio.

-¡Novio! ¡Lo había olvidado! Tengo que inventar un pretexto para terminar con Irwin…

-¿Se llama Irwin? ¡Pero qué perdedor! Jajaja ¿Cómo pudiste salir con un tipo que se llama Irwin?

-Jejeje a mi me gustaba el nombre de Irwin, me gustaba, en tiempo pasado… Como sea, le diré que lo nuestro no funcionó y listo… No llevamos ni siquiera un mes, así que no creo que me extrañe. ¡Adios Irwin! ¡Bienvenido Fontana!

-Sí, adiós Irwin… y por cierto Dalia, me da curiosidad, ¿te lo hiciste novio porque es músico?

-Un poco… bueno sí, el 90% de que me gustara es porque se dedica a la música. Tu sabes, un músico es sensible y tiene alma de poeta, además debe ser hábil con sus manos. Todo lo que una mujer desea jaja, piénsalo.

-¿Qué? Espera, ¿qué significa lo de la habilidad con las manos? Eres un pequeño demonio de labios rojos, ¿será lo que me estoy imaginando?

-Jajaja me gusta cómo te espantas… Olvidemos a Irwin, ya es historia y no hay mucho qué extrañarle. El próximo viernes lo veré y terminaré con él. De hecho, su vida como músico le juega en contra: casi nunca lo puedo ver porque trabaja por la noche, y en el día duerme. Es divertido ser músico, pero es aburrido ser la novia de un músico.

-Supongo que sí. Mira ahí viene mi hermana, son las 11:00 de la noche y le pedí que regresara a casa a las 10:00. Jejeje cuando entre, le diremos que eres mi novia y que vendrás a vivir conmigo; que necesitamos que vuelva a la casa de mis padres y ahí se quede ¿Sí?

-Jajaja pobre Karina. No la hagas sufrir…

We took a back road.
We're gonna look at the stars.
We took a backroad in my car.
Down to the ocean, it’s only water and sand
and in the ocean we'll hold hands.


-Mi hermoso, fué una gran idea la de venir a la playa –dijo Dalia, mientras se colocaba los lentes para el sol.

Como el fin de semana sería largo, pues el lunes era un día feriado, decidimos venir a disfrutar el mar y sentir el calor del sol. Nada mejor para empezar un amor apasionado, que compartirlo con la profundidad del océano azul. Sus olas fragorosas, su limpieza y fresca humedad en el aire, darían plena sazón a nuestro romance.
Hicimos la travesía en mi auto, casi nos perdemos al confundir las carreteras, pero el viaje resultó un grato compartir, pues entre Dalia y yo, la intimidad de la plática era exquisita. Su compañía lo era todo; lo demás, sol, cielo, pájaros, y panorama… puros ornatos para lo más bello, que era ella.

Al llegar a la recepción del hotel, notamos que el lugar estaba arreglado de manera especial, pues se pretendía llevar a cabo un festival. Nos pareció muy afortunado el hecho, pues el trasfondo festivo sería un excelente escenario para nuestras propias expresiones amorosas. Todos estos ingredientes dispuestos a degustarse y servidos alegremente, prometían un delicioso fin de semana. Mientras esperábamos a la recepcionista, sonreíamos emocionados.

-No pudimos llegar en mejor momento, Fontana. Va a ser increíble.

-Sí, ya estoy esperando con ansia ponerme mi bañador y aventarme al agua. Espero no haya tiburones, soy alérgico a ellos.

-Si un tiburón aparece, deberás preocuparte por algo más que tu alergia, bombón.

-Ya lo creo, jajaja… Oye Dalia… acerca de este asunto de la habitación… ¿Está bien compartir el mismo cuarto, verdad? Pues digo, quizás por la noche tú necesites tu propio espacio, y no te lo he preguntado; o no sé… No quiero dar por obvio que haremos sólo lo que mí se me ocurra…

-Pues, no soy una niña Fontana, ¿tu quieres que estemos en habitaciones separadas?

-Jaja no claro que no, pero soy un caballero, tenía que preguntártelo.

-Y yo soy una dama. Por eso yo dormiré en la cama y tu en el sofá.

-Ah vaya…

But I don't really like you,
apologetically dressed in the best,
but on a heartbeat glide.
Without an answer,
the thunder speaks for the sky,
and on the cold, wet dirt I cry.
And on the cold, wet dirt I cry.


La habitación era amplia y cómoda. Tenía un balcón donde la vista era impresionante, una belleza. Mi compañía no podría ser la de alguien mejor, y todo el ambiente irradiaba calidez. ¿Qué podría salir mal en tan inigualable paraíso?

Me tiré sobre el sofá, situado frente al gran ventanal del balcón, por donde la luz solar reverberaba alegría, y un aire fresco y puro limpiaba mis pulmones agobiados por la urbanidad. Junto a éste cómodo mueble había una mesita, y ahí colocados algunos folletos y volantes. Mientras Dalia entraba a palpar el cubículo donde se encontraba la cama, su cama, yo seguía revisando la publicidad mientras disfrutaba de la comodidad del sillón.

-¡Parece que la noche será hermosa! Aquí dice que habrá fiesta de disfraces y música afrocubana en la playa. Todo un deleite para los oídos.

-Sí bebé, bailaremos toda la noche –gritó Dalia desde el cubículo.

-Oye, y hablando de música y músicos, ¿qué pasó con Irwin, lloró cuando lo cortaste ayer? jajaja

Unos segundos sin contestación precedieron a la puerta del cubículo, desde donde asomó Dalia su cabeza, mientras apretaba los labios y fruncía las cejas.

-Ah… Bombón… es un poco difícil de explicar pero… aún no termino con Irwin…

-¡Aaaah! –caí al piso por mirar el rostro apenado de Dalia. Volví a levantarme y me senté en el sofá sacudiéndome mi pantalón blanco.

-¿Que qué? ¡Pero dijiste que el viernes, o sea ayer, lo verías y terminarías con él! ¿Qué sucedió?

-Nene no te aflijas, no fue mi culpa, ni tuya tampoco, déjame te explico… Fui el viernes a su casa, tenía toda la intención de cortar con él; pero cuando entré, miré que había invitado a sus padres a cenar para conocerme, no podía terminarlo en ese momento. Su mamá horneó galletas de mantequilla sólo para mí, ¿Qué podía hacer? No tenía corazón para decirle a esa simpática señora: “Gracias por las galletas, pero vengo a cortar con su hijo”. ¡Me daba pena! Te prometo que esta semana que viene, el primer día que lo vea, lo terminaré. ¿Si bomboncito, ojos de miel? ¿Me perdonas?

-Bueno, está bien. A ti te lo puedo perdonar todo, y más cuando me hablas al oído con ese todo tan acaramelado. Esa voz es como el canto de las sirenas… ¿y no te dijo nada Irwin porque saldrías a la playa el fin de semana, ni te preguntó con quién irías?

-No me preguntó nada porque él mismo no estaría en la ciudad. Dijo que hoy sábado vería a sus amigos del grupo musical, pues tendrían una fiesta en un lugar por confirmar, y viajarían el mismo día para tocar allí todo el fin de semana. Yo suspiré aliviada y sólo tomé las galletas que me dio su mamá, para salir huyendo, tratando de evitar las preguntas.

-Vaya, aunque me hubiera gustado que lo terminaras, fue un gesto de bondad el que no hayas querido ofender a su mamá. Admiro tu empatía… Por cierto, ¿cocina bien la señora?

-Dímelo tú mismo, traje las galletas, ¡probémoslas!

-Jajaja lo dije antes y lo digo ahora: eres un demonio de labios rojos. ¡Me encantas!

Don’t you wanna come with me?
Don’t you wanna feel my bones, on your bones?
It's only natural.


El Sol reclama nuestra presencia en la arena, y Dalia reclama mis ojos en su esbelta figura. Al correr por la playa, al jugar con las olas y bailar con el viento, mantiene sobre mí una hipnosis hedonista que me hace comprender lo afortunado que soy. Su cuerpo me recuerda la elegancia de lo magro, sus curvas discretas la gracia de lo liviano y su sonrisa lo puro de la sencillez.

Se acerca conmigo después de las risas que nos causó el voleibol y su cabello no deja de ondularse como bandera al viento. La brisa humedece nuestros rostros y predispone nuestros labios para el beso. Un acompasado movimiento de lejanas nubes hace más lento el suave roce de sus labios, y descubro que no tengo otra cosa qué hacer, que sólo disfrutarlo.

El resto del día fué maravilloso. Degustamos una comida totalmente costera, con mariscos deliciosos recién sacados del mar. Tomamos un par de cervezas y luego dormitamos tirados en la arena de la playa, bajo el templado sol de la tarde, que no quemaba nuestro cuerpo pero calentaba nuestro romance.

Después de tanta flojera, nos levantamos para subir al hotel y prepararnos para el festival de la noche. Escogimos algunas ropas adecuadas para el baile y mientras Dalia tomaba un baño, yo acudí a la recepción a recoger las máscaras, que la administración del hotel, nos regalaba para disfrutar la fiesta.

Por fortuna teníamos la opción de escoger las máscaras, las cuales representaban diferentes tipos de animales. Así que yo tomé un Mandril y una Comadreja –como en las caricaturas-, para que Dalia y yo usáramos durante el festival.

Agradecí al Gerente sus atenciones y miré que por la puerta principal, llegaba el camión donde viajaban los miembros del espectáculo que disfrutaríamos dentro de algunas horas. “Qué bien, tambores, saxofones, maracas, guitarras, esto se va a poner bueno”, pensé mientras observaba un grupo de personas trabajando de manera virulenta para llevar las cosas al centro de la playa y comenzar a armar el stage.

Venían en un camión grande, donde comenzaron a bajar algunas personas, y entre ellas, Irwin, el novio apócrifo de Dalia.

“¿Qué?” pensé. “”Así que éste es el lugar, por confirmar, donde se iban a presentar? Oh, oh…” Me disponía a regresar corriendo a la habitación, pero Irwin me reconoció y no tuve más remedio que saludarlo.

-Hey, yo te conozco, eres al amigo de Dalia, ¿verdad? Luno.

-Lino, me llamo Lino. Y tu eres el… el… Irwin, ¿cierto? Eres músico y tocarás esta noche… ¿Aquí, verdad? ¿Me equivoco? Dime que me equivoco…

-Sí soy músico y tocaremos aquí. Veo que estás hospedado, porque traes dos máscaras, espero que disfrutes nuestro espectáculo. Vienes compañado, supongo, ¿con tu novia?

-Sí, “Mí Novia”… Vengo con “Mí Novia”… y bueno, me voy, pásala bien y adiós.

-Le doy tus saludos a Dalia cuando la vea.

-O yo le doy los tuyos… Bueno, adiós Irwin…

Corrí subiendo las escaleras para volver y entré a nuestra habitación haciendo ademanes y aspavientos, exhalando aire compulsivamente.

-¡Fontana cierra la puerta, de dónde vienes! Estoy casi desnuda, ¡sé mas discreto al entrar!

-Es que… abajo… cuando fui… por las máscaras…

Dalia hizo que me sentara sobre el sillón para que respirara hondo. Tomé alientos y le expliqué toda la situación. Ella se sentó junto a mí, envuelta en su toalla y con el cabello aún húmedo.

-Tranquilo corazón. Mira, no puedo tratar este asunto aquí y dedicar mi fin de semana a hablar con él. Sería inadecuado para mí tratar un asunto tan bobo en un fin de semana tan especial. Además, sería yo injusta y egoísta contigo Fontana, pues mereces toda mi atención ahora.

-Ya sé. Yo hablaré con él y le pondré los pies sobre la tierra.

-¡No! Ya conozco a los hombres, van a terminar peleando, como orangutanes. Siempre quieren arreglarlo todo así. Luego si eso pasara, nos echaría a perder el fin de semana a todos. Además, no puedo inmiscuirte en un asunto que yo debo solucionar; si tú fueras a decírselo, él lo tomaría como una afrenta a su orgullo ¿No crees?

-¿Entonces qué haremos, Dalia? Estará en el baile tocando, ¿será mejor que no vayamos?

-No nene, no es necesario privarnos de la diversión, ni mucho menos encontrarnos con él. Piensa esto: el baile es de máscaras, nadie sabrá la identidad de los demás, y mucho menos tendrán oportunidad los músicos de interactuar con la gente. Ellos estarán arriba del escenario.

-Pero mañana también tocarán en la noche, estarán aquí todo el día y quizá deambulen por el hotel, no quiero estarme escondiendo.

-Sí, pero recuerda que mañana iremos al paseo en Bote, saldremos temprano y estaremos todo el día en la isla de “Arena Blanca”. Ellos no nos verán salir, porque los músicos se levantan muy tarde, como acostumbrados están al desvelo. Luego por la tarde-noche, cuando regresemos, estarán nuevamente preparando el espectáculo nocturno, por lo tanto podemos irnos a cenar o visitar algún bar del puerto. ¡Y listo! Ellos se van de aquí mañana, nunca nos los toparemos y aún tendremos el lunes para seguir con la diversión. Nada incómodo pasará, mi Fontana, te lo prometo.

-Bueno, en vista de tales argumentos, confío en ti plenamente. Sabes convencerme, eres una mujer muy inteligente.

-¡Claro Nene! Eso viene implícito en el género. Si no es inteligente, no es mujer.

-¿Qué?

-Jajaja Bésame, tonto.

A cinematic vision ensued
like the holiest dream.
It's someone's calling?
An angel whispers my name,
but the message relayed is the same:
“Wait till tomorrow, you'll be fine."


Dalia supo cómo hacerme olvidar los inconvenientes de la noche. Tengo que aceptar que el grupo musical era de muy buena calidad (pobre Irwin, pero le agradezco), y nuestro baile fue un intercambio fervoroso de movimientos y abrazos. Estuvimos hasta el final, y cuando se anunció la última melodía de la noche, nos acompañamos de ella para subir a nuestra habitación y terminar con alegría la hermosa velada que gozamos.

-Gracias Fontana, nunca me imaginé tener un fin de semana tan placentero, me alegraba la idea de estar contigo, pero la realidad superó mis supuestos.

-Tambien los míos… A veces, cuando iba al mini-super a comprar todos esos productos ridículos, me preguntaba si mis excusas funcionarían… si alguien como tú querría estar con un tipo como yo, que compra croquetas para gatos prófugos.

-Jajaja ¡Ah! si recuerdo esas cosas, Fontana. Yo sabía que eran puros pretextos para encontrarte conmigo, y me causaban gracia. Eras dulcemente patético… ¿y volvió alguna vez ese gato que te abandonó?

-Nunca lo volví a ver, supongo que no soportó mi frugal estilo de vida.

Me senté un momento sobre el sofá, me sentía cansado pues habíamos bailado mucho. Era un mueble amplio y supuse que no tendría problemas para dormir en él; me recosté luego para palpar su suavidad y constatar su comodidad.

-Qué bonitas estrellas, este ventanal muestra lo que en la ciudad difícilmente puede uno llegar a apreciar –dije a Dalia, mientras me quitaba mis zapatos con los mismos pies –Cuando muera, quiero irme volando hacia allá, al infinito.

Dalia también aventó sus zapatos y se recostó un momento conmigo, pues la comodidad del sofá lo permitía. La abracé y suspiró por la confortable suavidad del mueble; luego, miró profundamente las estrellas.

-Yo no se qué pasará cuando muera; pero en el último momento sabré que todo habrá valido la pena, cuando recuerde cómo lo disfruté. Y cómo disfruté contigo un momento como el de hoy.

-Yo también Dalia… yo también.

Los dos tirados sobre el sofá miramos las estrellas a través del ventanal. El suspiro del viento y la cadencia espumosa de las olas, nos procuraron un arrullo, tan apacible, que sin darnos cuenta desapareció nuestra vigilia.

Caímos los dos en un profundo sueño.

But it's gone to the dogs in my mind.
I always hear them
when the dead of night comes calling
to save me from this fight.
But they can never wrong this right.


-¡Me van a morder la mano, Fontana! ¡No!

-Jajaja ¿Cómo te van a morder la mano, si son unos simpáticos pelícanos? Y no tienen dientes, ni que fueran perros.

Dalia y yo jugábamos sobre la cubierta de la embarcación que nos llevaría a la isla de “Arena Blanca”. Los pájaros del puerto bajaban para recibir de nosotros algunos charales, que yo degustaba como improvisado desayuno, pues dormimos tanto que no tuvimos tiempo de hacerlo. Dalia no quiso charales, pero comió frutas con limón y sal. Así comenzamos nuestro día.

Fue una idea muy afortunada la visita a esa isla. Montamos caballos y degustamos sabores y olores tan puros, como la fina y resplandeciente arena que daba nombre a la isla.

Al regresar, la brisa del atardecer nos hizo sentir lo mágico, lo etéro, lo único, pues el sol se sumergía con tranquilo placer en el horizonte marino, y nos provocó también la necesidad de inmersión, pero mutua, y expresada en miradas, besos y abrazos.

Sorpresa al llegar, pues del otro lado de la bahía, donde se suponía estaría el grupo musical del inefable Irwin comenzando a tocar, no había nada.
Bajamos y caminamos a lo largo del muelle, luego entramos discretamente al hotel y pregunté por los músicos y el festival programado.

-Se canceló, el ayuntamiento prohibió festividades en la playa porque la ingesta de alcohol se salió de control, y hubo un par de casos de peligro de ahogamiento en el mar. Ya sabe, dos locos se emborracharon y quisieron meterse a nadar en la oscuridad. Nos multaron porque no teníamos salvavidas disponibles y tres chichos se arriesgaron para sacarlos. Una disculpa por las molestias –dijo el gerente con aire muy solemne e impostado pesar.

El encargado de darnos la información también nos confirmó que el grupo musical, se había retirado entonces en su camión al mediodía, suponiendo que volvieron a la ciudad capital. Nosotros festejamos la noticia y después de un breve arreglo, salimos de nuevo al puerto para disponernos a cenar en algún bello lugar.

Todo la oferta de sitios era llamativa, y en todos ofrecían música, comida y mucho barullo. Las calles también lucían llenas de gente y entre el movimiento y hormigueo de las calles, Dalia me jaló para que entráramos a un restaurant–bar, donde preparaban una de sus comidas favoritas: el sushi.

Lo que sigue es tan complicado, rebuscado y estrepitoso, que tendré que narrarlo en cámara lenta…

Dalia tomó mi brazo, entramos al lugar y todo era fiesta y animación. Ella me susurró al oido la alegría que sentía, y yo la mire. Nos besamos, levanté la mirada, había mesas, gente feliz comiendo y brindando, un mesero por aquí, otro por allá, la barra del bar, un entarimado largo, una banda tocando; un Irwin molesto mirándome; un público sorprendido y gritando, por cómo el novio “apócrifo” de MI NOVIA saltó encima de las mesas, para alcanzarme corriendo; una banda de músicos que repentinamente paró de tocar, cuando vió que su guitarrista soltaba el instrumento y brincaba de la tarima; una silla que Irwin tomó y levantó en el aire, para usarla con quién sabe qué malévola intención; un jarrón grande que tomé en mis manos, para usarlo en defensa propia; un Irwin que bajaba su cabeza para no recibir el golpe de un jarrón; un capitán de meseros que recibió, por error, el impacto de un jarrón en su redonda cabeza; un cliente que recibió un sillazo en el brazo; una recepcionista llamando por teléfono, gritando asustada; un tipo con un vaso de agua, echándoselo a Irwin en la cabeza; un grupo de policías haciendo uso de su fuerza y de su brutez, para abrirse paso entre la gente; una botella de Jack Daniel’s que alguien robaba, aprovechando el descuido que provocó la situación (ganándose mi respeto de ladrón); una Dalia gritando… y… un silencio. Total.

La cárcel. Fuimos los dos llevados a una delegación policiaca, donde nos colocaron en dos celdas diferentes, separadas entre sí por un pasillo largo. Pasamos algunas horas de la noche allí, unos ratos discutiendo, otros ratos callados por el enojo. Pero después de casi tres horas de encierro, entró Dalia al pasillo, y se puso en medio de los dos encarcelados.

-¡Cállense los dos! Déjenme hablar… supongo esto es culpa mía, por no resolverlo correctamente desde el principio. Así que ahora tengo mucho qué componer. Primero, una disculpa Fontana, porque todos estos embrollos te los pude haber evitado… Y tú Irwin, escúchame; tus amigos están afuera pero les pedí no entrar, ni pagar la fianza aún, sino esperar hasta que yo hablara contigo. Ellos, porsupuesto, están muy confundidos. Y tú ya les explicarás después, lo que yo te vengo a explicar en este momento…

Dalia explicó con detalle toda la situación ocurrida. No dejó en duda ninguna de las motivaciones, situaciones y consecuencias de cada uno de sus actos, y consiguió lo que ella siempre sabe hacer muy bien: convencer.
Irwin no mostraba mucho placer en ser el perdedor, pero dio la razón a Dalia cuando confirmó que sus estilos, costumbres y perspectivas de vida, eran diferentes y la relacion debía terminar.
Los amigos de Irwin se calmaron, pagaron la multa y fueron convencidos por el mismo Irwin para olvidar el asunto y dejarlo atrás.

Dalia, cual chica inteligente que es, dejó que se fueran y esperó que la situación se aliviara, antes de pagar la multa y sacarme de ese agujero penitenciario.

-Ya se fueron, bombón. Pagué la fianza y el carcelero viene con las llaves para liberarte. No es como me hubiera gustado que todo pasara, pero espero me des la oportunidad de recompensarte por tu paciencia.

-Siempre sabes cómo manejar una situación, mi bella chica. Cómo te admiro ése elegante uso que le das a tus maneras y a tus formas… te ves hermosa cuando intentas convencer a alguien –saqué la cabeza de entre la reja y nos dimos un beso. A lo lejos se escuchaba el sonido que las llaves producían, agitadas, en la mano del carcelero.

Don't you wanna come with me?
Don't you wanna feel my bones, on your bones?
It's only natural.

Don’t you wanna swim with me?
Don’t you wanna feel my skin, on your skin?
It's only natural.


-¿Cómo lo haces?

-¿Cómo hago qué? –me preguntó Dalia sonriendo y meneando mi peinado.

-Esa intuición que tienes para conseguirlo todo, sin verte afectada por el esfuerzo… y sin estropear en ningún solo momento la bella expresión de tu rostro.

-No sé… quizá tú lo has dicho, es intuición.

-¿Y pudiera esa intuición guiarnos, para conseguir disfrutar lo que queda de esta noche?

-Si Fontana, si puede… Cierra los ojos, y recuéstate sobre la cama…

(Never had a lover) I never had a lover

-Sé mi amante esta noche, y llena de miel nuestra luna –dijo Dalia, mientras la suave caricia de su ropa se deslizaba por mis brazos.

(Never had soul) I never had soul

-Mi hermosa…

(Never had a good time) And I never had a good time

-Shhhhh… silencio, o no escucharemos a las sirenas cantar.

(Never got cold) I never got gold.

-Bésame entonces, Sirena nocturna.

Don't you wanna come with me?
Don't you wanna feel my bones, on your bones?
It's only natural.


Don't you wanna swim with me?
Don't you wanna feel my skin, on your skin?
It's only natural.


Don't you wanna come with me?
Don't you wanna feel my bones, on your bones?
It’s only natural.

Come and take a swim with me.
Don't you wanna feel my skin, on your skin?

It’s only natural



Gracias por haber escuchado conmigo toooda la canción, y por acompañarme mientras recordaba las imágenes que volvieron a mi mente. Son muy generosos.

Gracias también a THE KILLERS, por su música.

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jueves, 7 de febrero de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 19:58... bueno, más o menos a ésa hora.

Tú, Dalia.

La belleza pasa a segundo término, es un tema obvio cuando les hablo a los demás de ti. Regularmente me saludas con una sonrisa, la cual me hace pensar que no tiene motivo propiamente en tus modales, sino en tu plena sinceridad.
Y yo sonrío también, pues el placer de encontrarme contigo es proporcional a tu cálida disposición. Siempre alegre, siempre sencilla, siempre genuina.


Observas. Hablas. Deleitas.

-Fontana ¿Cómo estás?

-¡Hola Dalia! Bien… Ya sabes, a mí siempre la vida me trata de maravilla. Hoy más, que tuve la fortuna de encontrarte caminando a casa.

Y siempre es un pretexto. A veces creo que lo sabes, pero no estoy seguro. Sé la hora en que regresas a tu departamento, y yo me quedo en el mini-super de la esquina, esperando el momento en que regresas de tu trabajo. Y con mi bote de leche, o un paquete de pilas o hasta una caja de croquetas para aquel gato que hace meses me abandonó, hago puros pretextos para encontrarme contigo y caminar hasta tu casa. Cuando te encuentro, sólo son dos calles las que caminamos, pero la plática se hace extensa, nunca menos de media hora. Nunca finaliza antes de que despidamos el atardecer, riéndonos.
Ya no me preguntas por las cosas que compro, ni preguntas si alguien realmente me espera en casa, o por las ridículas provisiones que compro. Ya no, y entonces me pregunto si lo sabes; o quizá más importante aún, si quisieras saberlo.


Tú siempre así. Expresiva. Simpática. Espontánea.

-…entonces yo le dije a mi hermana: mira Karina, si quieres tener novio, búscate un trabajo, porque yo no lo voy a invitar a cenar. Suficiente tengo con darte de cenar a ti. ¡Ah! Y todavía no tienes edad para novios.

-Y ¿Qué te dijo ella? –me preguntó Dalia, muy divertida.

-Pues me otorgaba la razón, aceptando que ésa relación de novios tal vez no iba a durar. Pero su solución no me gustó para nada, pues dijo que mejor haría lo que algunas amigas suyas: tener puros "amigos con derecho" a besos. Y como yo soy un poco celoso con mi hermanita adolescente, pues preferí dejarla con su novio.

-Jajaja, ésa Karina tan ocurrente y despreocupada. Por eso me cae bien. Oye Fontana ¿Y Ella ya te presentó a ése novio?

-Sí, lo conocí la semana pasada. Pero ya sabes Dalia, quise explicarle lo cuidadoso que tiene que ser con mi hermana y creo que me excedí… Sabes que a veces la gente no entiende lo que les explico.

-Yo nunca te entiendo, pero igual me caes bien.

-Jajaja ¡Dalia!

-Jajaja ¡Fontana!

La plática transcurre mientras mis ojos desentrañan el entresijo de tus emociones, reflejadas en tu rostro y escondidas en tus palabras. Me pesa ver el sol abandonándonos, la misma suerte que espera a nuestra conversación, y pronto deberá terminar.

-Bueno Fontana, gracias por la tarde. Eres un buen conversador… oye, por cierto, qué te parece si vamos a tomar una cerveza al Bar. Iré con algunos amigos, podrías acompañarnos. Es el jueves por la noche, ¿qué piensas?

-Ah pues, está bien… los acompañaré.

Y parece que la noche baila junto a mi regocijo, pues te has adelantado a cualquier invitación mía. Ahora un buen comienzo será éste, para la galante corte que merecen tus femeninas maneras de hacerte admirar. Voy a aprovecharlo y te transmitiré toda la simpatía que me evocas. Será como una primera cita y luego propiciaré que haya más, pero tu y yo, solos.

La noche que salimos al Bar fue muy agradable. Tus amigos simpáticos, como tú misma eres, y eso indica que sabes escogerlos. Todos charlando y bebiendo cerveza. Yo mismo me sentía un poco más relajado y audaz por los efectos del alcohol. Pero si borracho estaba, no era por los líquidos ingeridos, sino por tu dulce mirada, tus labios gráciles y tus menudas formas, que suavemente hacían gestos, ademanes y castillos en el aire. El convivio se terminó y abandonamos el Bar ya de madrugada.

Al salir, me ofrecí a llevarte a casa. Sonreíste, agradeciste pero no aceptaste... ya tenías acompañante. Uno de los músicos del Bar salió a la calle y se unió a nuestro grupo; te tomó de la cintura y te besó. Supuse lo más obvio, y me olvidé de mis planes contigo. Confirmé mis sospechas cuando me contaste, con inocencia mediante, que llevaban unas cuantas horas de novios, pues te declaro su amor un día antes.


Disimulé sonriéndoles a todos cuando me despedía y me retiré pensando en mi curiosa situación. “Entonces no lo sabe, nunca lo supo”, medité.

Llegando a casa, me dispuse al sueño en mi habitación. Karina ya estaba dormida en la habitación de al lado, y caminé despacio para no despertar a mi hermana. Yo entré a mi cuarto y miré un momento por mi ventana. A lo lejos, se veía el edificio de apartamentos, en donde la ventana de Dalia mostraba luz en su interior. “Bueno, el verano apenas comenzará en breve. Espero que me traiga sorpresas más felices que la de hoy”, pensé mientras me arropaba. Traté de olvidar ésa luz y descansar. Antes de cerrar mis ojos decidí borrar y empezar de nuevo. Adiós Dalia, adiós noche.


-Fontana ¿Qué son estas cosas con sabor a cartón?

-Son Hot Cakes, Karina. Cómetelos y no estés cansándome. Esta mañana no estoy de humor… y si no te gusta aprende a cocinar, siempre te quejas pero tú no mueves un dedo.

-Pues si no les hubieras puesto tanta masa… Por cierto, tu cara es una perfecta metáfora de estas crepas mal hechas. Insípidas y pesadas jajaja…Bueno y qué, ¿como te fue ayer con tu novia? Salieron al Bar supongo, ya no te vi llegar.

-No es mi novia, y parece que ya no lo será… En fin, para compensarme por esta mala suerte amorosa, me tendré que comprar –o robar- un equipo de sonido nuevo. Pobre de mí.

-Velo por el lado bueno, ya no tendrás que compartir nada ¡Todo para ti! Bueno, eso en tu caso porque eres hombre. Ahora te evitarás pagar lo de ella y lo tuyo. Bendita yo que soy mujer, y Robbie tiene que pagarme todo cuando salimos; yo sólo estiro la mano y recibo los regalos, porque como soy ‘la chica’, pues me cumple mis caprichos.

-Ya no sé a quien debo proteger, si a ti o a tu novio…

Ya no busqué coincidir contigo. No te aborrezco, no eres culpable de tener varios pretendientes, ni tampoco de ser tan agradable. Tal vez yo fui muy pretencioso al creer que estarías libre.
Mi única duda es si lo supiste alguna vez… me hubiera gustado decírtelo y cumplir mi intención de besarte, o por lo menos, intentarlo.


¿Lo habrás sabido alguna vez? Como sea, ya qué importa.

Los siguientes días no acudí al mini-super. Creo que pasaron dos semanas antes de que, circunstancialmente, tuve que ir por alguna despensa requerida para la cena. Por las preocupaciones que me hace pasar mi hermana, olvidé que precisamente era la hora en que yo solía coincidir con Dalia.
Pagué los víveres y salí de nuevo a la calle. Ahí fue dónde lo recordé nuevamente, y miré a todas partes pero nadie conocido estaba. Tenía un raro sabor en la boca. Primero sentía un poco de alivio, pues sabía que al encontrarme a Dalia, me preguntaría acerca de mi repentina “desaparición”; pero por otro lado, me pesaba no verla, quería mirar sus lindos ojos y escucharla reír conmigo. Caminé lentamente, deseando topármela… nada, la calle con muy poca gente y ninguna era mi añorada amiga. Después de todo, la seguía considerando como tal. “Quizá la visite pronto”, pensé.

Llegué a casa y casi tropiezo con la mochila de mi hermana, tirada en el piso de la entrada. Me molesté un poco pues creí que nuevamente había traído a su novio para cenar con nosotros. “Ese malhablado, tengo que ponerle un alto o creerá que yo tengo dinero para mantenerlo y darle de cenar siempre”, pensé.


-Fontana, ¡mira quién vino…! -presumió Karina, con una voz cantarina.

-Ya sé quién vino, y no me agrada. Dile que se vaya.

-Fontana, ¿qué he hecho para desagradarte?

-¡Dalia, que gusto verte! No, no… No me refería a ti jeje, sino al novio de mi hermanita, el tal Robbie. Es un pesado.

-Mi novio no es pesado, es un amor y me cumple mis caprichos. Y por cierto ¡Ya llegó! ¡Robbie mi amor, ahora voy afuera! ¡Nos vemos Fontana, adiós Dalia!

-¡Karina no quiero que regreses después de las 10, es muy tarde! Luego mamá llama y se preocupa por ti.


-Tu hermana tiene una personalidad electrizante, Fontana. Me contó de sus desplantes en la escuela. Es muy hiperactiva.

-Vaya que sí, Dalia. Y ése novio le ha subido las revoluciones por minuto, porque se acelera como no tienes idea… y por cierto… qué agradable es verte, no me imaginé que me visitarías.

-Te extrañaba, hace varios días que no coincidimos en la calle, así que dije: voy a visitar a mi buen amigo Fontana. ¿Dónde habías estado?

-Ah pues, aquí, es solo que… no hemos coincidido porque no he salido. ¿Y tú qué tal? Cómo va todo con el músico, vi que te llevó a tu departamento. Supongo debe ser tu novio, es lo más obvio –sonreí con un poco de pesar.

-Sí… pero, ya sabes, estaba yo un poco revuelta del estómago por las mezclas de alcohol, y al llegar vomité jeje… él comprendió mis malestares y mejor se retiró. Me costó trabajo dormir pero luego me recuperé, sólo estuvo un rato acompañándome mientras recobraba yo la ecuanimidad. Se fue media hora después.

-Ah vaya, menos mal -expresé aliviado.

-De hecho, quiero invitarte nuevamente, con mis amigos. Iremos al mismo Bar el viernes. Volveremos a reír sin parar, como siempre hacemos, claro.

-Ah pues… no Dalia, es que… no puedo. Tengo que… pues no sé. Hacer algunas cosas… te agradezco pero no puedo.

-Pues qué mal, me hubiera gustado que fueras... Bueno entonces, te invito el Domingo por la tarde a mi departamento. Veremos películas y criticaremos a ésos actores metrosexuales que nos caen tan mal jeje. Será divertido.

-Pues se oye bien, pero… quizás la ibas a pasar con tu novio, ¿no es así? No quisiera hacerles mal tercio.

-No Fontana, solos Tú y Yo. Mi novio tiene recitales el Sábado y el Domingo toda la noche, y se dedicará a descansar y dormir en el día.

-Bueno, en ese caso… Iré entonces.

Dalia sonrió, se tocó brevemente la mejilla con el dedo índice y miró el suelo. Luego sonrió nuevamente y me miró con misterio. Yo le correspondí el gesto, pero el silencio nos duró unos segundos.

-Fontana, tal vez no quiero esperar hasta el Domingo para propiciar esta plática de nuevo, hay cierta cosa que quisiera saber...

-¿Qué cosa?

Ella volvió a sonreír, miró hacia un lado y alzó su mano para tocarse el cuello. Quería decir algo, pero no podía. Sus labios no podían articular palabra o sonido alguno.

-Bueno, tal vez sí imagino a lo que te refieres... y de hecho quisiera decirte algo al respecto, pero… no sé -susurré trémulamente.

-Pero no me lo vas a decir mientras sepas que tengo novio ¿no es cierto, Fontana?

-Pues, no sé si estemos hablando de lo mismo, pero creo que sí... Tal vez… me estoy convenciendo con tu mirada…

-No quieres ir al Bar, porque ahí estará mi novio el músico; pero te gusta que nos veamos a solas… y después de que me viste con él, ya no hemos coincidido en la calle... creo que sí estamos hablando de lo mismo…

-Eres muy lista, y por eso… por eso, me gustas…

-Bésame.





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