-Claro que no Karina, tienen que calentarse hasta que dejen de escucharse los tronidos dentro de la bolsa… Veamos, ya van 7 minutos y… ¡Excelente! Ya dejaron de escucharse los crujidos, revisemos la bolsa… ¡Me lleva la jodida! ¡Otra vez se quemaron! Pero cómo puede ser posible…
Mi hermana se burló de mis cálculos y de mis palomitas de maíz quemadas. Soy un desastre en la cocina, quizá por eso Mamá la mandó a vivir conmigo, pues a pesar de ser una adolescente, Karina le aprendió algo de su arte en la cocina.
Rescaté lo que pude de mi botana, y el resto de rosetas quemadas salí a tirarlas al depósito de la calle, pues el olor se hizo demasiado evidente. Allí encontré a Walter, el vagabundo borracho que ocasionalmente viene a hurgar en mi basura.
-Walter, otra vez está usted buscando comida en mis bolsas de basura… -El borracho me sonrió estúpidamente y luego escudriñó en un paquete de galletas vacío y roto.
-Mire, tome éstas rosetas de maíz y ya deje mi basura en paz.
-Don Lino… siempre lo he dicho, usted es mi ídolo… -al decir esto, Walter se acercó para darme un abrazo, yo saqué la lengua asqueado y no pude zafarme de su breve apretón.
-Ya pues, váyase y consiga su comida en otro lugar. –lo despedí y se fue feliz con su paquete de palomitas quemadas. Yo volví a casa a cambiarme de ropa, pues el olor tan horrible del vagabundo se me quedó impregnado.
Me cambié totalmente de ropa, y la que usaba cuando el vagabundo me abrazó la puse a desinfectar en un balde lleno de agua con cloro. Antes de meter mi pantalón al agua, busqué mi cartera, pero no la encontré por ningún lado. “¿Dónde estará mi cartera? Si yo la traía en la bolsa trasera de mi pantalón y… ¡Maldito Walter!”, pensé.
¡Ese vagabundo sinvergüenza tomó mi dinero sin que yo me diera cuenta!
Era un traidor, un judas, un malagradecido, un ingrato, un alevoso, un falso, un desleal… ¡¡¡Un Genio!!!
Sí, un Genio. Y alguien como él podía hacer realidad mi sueño de tener una banda de carteristas. Cualquier ladrón que se respete sabe que no hay truco más divertido que robarle a alguien su cartera, sin contar que es una labor artesanal que requiere gran cuidado y destreza. Ahora que sabía de las habilidades de Walter, tenía que reclutarlo para comenzar mi banda.
Al día siguiente, fui a buscar a mi alcohólico amigo y lo traje a casa. Lo convencí de hacer equipo conmigo y gustoso accedió a colaborar con mi plan. Casi no prestaba atención a mis palabras, pero cuando escuchó la frase: “y podrás comprar toda la comida y vino que quieras”, se le iluminaron los ojos.
Lo primero que tuve que hacer fue convencerlo de tomar un baño. Fue difícil, y después de usar cantidades industriales de agua, jabón, cloro, sarricida, detergente, champú, utilizar una lima de uñas para trabajos de joyería y cortar una enorme melena de cabello canoso, logré hacerlo parecer una persona decente. Necesitaba transformarlo, pues con su facha anterior, difícilmente se le podría acercar a alguien lo suficiente como para sustraerle algo de los bolsillos. También tuve que fumigar mi casa para matar las alimañas y tepocatas, que salieron de las ropas mugrientas de Walter, y llevar a incinerar ésos trapos viejos y apestosos que usaba.
Estuvimos dos semanas practicando la treta. No era difícil: yo me acercaba con alguna persona de la calle a preguntar alguna dirección, Walter chocaba con ésa persona –presuntamente de manera accidental- y se disculpaba por el incidente, marchándose de inmediato con el botín, sustraído de manera magistral por sus dedos resbalosos e invisibles. Con este carterista de habilidades quirúrgicas, íbamos a ser los reyes del hurto callejero; hasta me sentía como un rockstar. Después de ésas dos semanas, nos dispusimos una buena tarde a realizar el plan, repasamos de nuevo cada paso y salimos a la calle, como leones dispuestos a encontrar nuestra presa. Esto se iba a convertir en un victorioso paradigma de la historia del robo. Cuando las generaciones futuras de ladrones, miren hacia atrás, les diremos: “Vean y aprendan”.
-¿Nombre?
-Lino Fontana
-¿Edad? ¿Igual que en su credencial?
-Si, ésa misma edad tengo.
-¿Sexo?
-Espero que cuando salga de esta cárcel.
-¿Qué?
-¡Masculino! Sexo Masculino, claro está. ¿Qué no es notorio?
-Bien señor Fontana, ya está completo su folio y el del señor “Walter” Godínez. Los policías los llevarán a su celda y ahí estarán hasta que sus familiares se presenten a pagar la fianza.
-Gracias comandante, ¿me puedo llevar ésa revista?
-No.
Cometimos algunas inexactitudes y la policía nos atrapó. Sí, búrlense de nosotros, pero estuvimos muy cerca. El plan transcurrió de maravilla, pero las precipitaciones nos hicieron perder precisión y la pifia nos costó caro. Ahora tendríamos que pasar juntos este pequeño trago amargo, así que nos dispusimos a esperar en esta celda a que mi hermana viniera a pagar la fianza.
-¿Aquí sirven de comer? –preguntó Walter agarrándose la panza.
-Walter, todo iba tan bien… ¿por qué tenías que intentar quitarle a ésa mujer el brassier? Somos carteristas, y robamos car-te-ras, no brassieres. ¿Qué te hizo pensar que podrías?
-Lo siento don Lino, es que me sentí tan orgulloso de mi destreza. Me vanaglorie y creí que sería capaz de todo. Quise presumirle, perdóneme, intenté ganarme el respeto de la única persona que se ha preocupado por mí últimamente, como yo no tengo familia…
-Ya Walter no se ponga triste, ni modo. Cosas de la vida… Dígame, ¿qué fue de su familia?
-Pues ahora que lo menciona, y debido a la sobriedad que he tenido en estas dos semanas gracias a su ayuda, estoy recordando que tuve una familia… los abandoné hace 5 años.
-¡Caramba! ¿Y por qué los abandonó?
-Ya no lo recuerdo… he estado tan borracho todo este tiempo y con la mente tan ociosa con mi vida de vagabundo, que no recuerdo muy bien lo que sucedió. Pero si recuerdo una cosa: Extraño a mis hijos… quiero regresar con mi familia…
-Tranquilo Walter, no llore. ¿Le gustaría volver a verlos? Yo le voy a ayudar a regresar a su casa.
-De verdad don Lino, ¿usted me ayudará?
-Claro que sí… nomás no me abrace otra vez, porque ya vi que se le están saliendo los mocos. Pero no se avergüence, mi hermana hace lo mismo cuando llora.
Se pagó la multa y salimos libres. Yo me dispuse a cumplir mi promesa con Walter y preparé los detalles para llevarlo a su casa. Lo vestí con uno de mis trajes y su rostro se iluminó cuando se colocó la corbata, parecía un verdadero hombre de bien. Llené el tanque de gasolina de mi auto, y mi hermana se nos unió para emprender el camino hacia el hogar del que se marchó Walter, hacía 5 largos años. Toda una aventura para nosotros.
Conduje hasta una pequeña ciudad vecina, a 40 kilómetros de distancia.
A nuestro vagabundo le costó trabajo recordar el camino, pero a base de mirar botes de basura en las calles y olores de alcantarillas por su ciudad, pudo conducirnos hasta el lugar donde se encontraba su barrio.
Al llegar, nos dimos cuenta de la calidad de vida que tenía. Walter no era un millonario, ni su casa era lujosa, pero sí era un cálido hogar de clase media. Lo bastante acogedor y próspero como para preguntarse por qué lo había abandonado. Tocamos la puerta y una chica adolescente, como de la edad de mi hermana, nos abrió. Inicialmente no entendió lo que le decíamos, pero de un momento a otro, reconoció al viejo.
-¿Papá? ¿Eres tú? ¿De verdad eres tú?... ¡Mamá! ¡Mamaaaaaá!
La chica entró corriendo al interior de la casa, muy emocionada y buscando a su madre; nosotros pasamos y nos colocamos en el inmediato aposento de la sala. El lugar era muy bonito y todo estaba acomodado con pulcritud, armonía y buen gusto. Imposible imaginar que aquel sería el hogar de procedencia de semejante viejo vagabundo. Al cual, por cierto, se le humedeció la mirada cuando vio a su hija abrir la puerta, era notorio que había sido un momento evocador en la memoria de nuestro borrachín, y esperamos en la sala a que viniera la esposa.
Una mujer de edad parecida a la de Walter apareció y se nos quedó viendo con extrañeza. Las ventosas de su ancha nariz se abrieron, al igual que sus ojos, y miró con sorpresa al vagabundo.
-Gualberto, ¿eres Tú?
-¿Bertha? ¿Todavía estás viva?
-Pues claro que estoy viva, pedazo de animal. Qué creías, ¿que cuando volvieras de tu parranda yo ya iba a estar muerta? ¡Eso quisieras gordo huevón! Pero qué bueno que viniste para que te pongas a arreglar todos los desperfectos que tiene la casa. ¡Ah! y te buscas un trabajo yo no sé de qué, porque necesito dinero. ¿A poco creías que con tu pensión de Ingeniero de Obras Públicas, íbamos a poder vivir con el estilo de vida que yo merezco? ¡Claro que no! Hasta aquí llegó tu jubilación, vas a volver al trabajo ¡y no me jodas con excusas!
-Bueno, mucho gusto, ya nos vamos… con permiso… -susurré a la señora, mientras me deslizaba lentamente hacia la puerta para salir.
-Y trajiste a tu bola de amigotes borrachos ¿no? Mientras yo aquí me la paso preocupada y sin saber dónde estarás, pero ahorita mismo te pones a lavar el baño para que se te quite la cruda, viejo zángano.
-Nos vemos, mucho gusto…-dijo mi hermana bajando la cabeza y siguiéndome a la puerta.
-Ah pero claro, yo matándome por tener tu casa tan inmaculada y resulta que el viejo desobligado anda de mujeriego. Pues se te acabó la diversión, y para que se te baje la calentura de tus infidelidades vas a subir al techo a ponerle otra capa de impermeabilizante, porque ya mero vienen las lluvias… y quiero que lo hagas ¡Pero Ya!
Salimos de allí asustados y nos trepamos al auto. De inmediato encendí el motor y pisé el acelerador. Al retirarnos escuchamos unos ruidos de objetos quebrándose, como si la esposa de Walter le arrojara cosas en la cabeza o algo así. Mi hermana me miró fijamente mientras yo conducía.
-¿Qué? –le pregunté apesadumbrado –Yo soy sólo un ladronzuelo, no puedo hacerlo todo.
-Pobre Gualberto –dijo mi hermana, mientras sacaba la cabeza por la ventana para recibir una fresca ráfaga de aire.
Etiquetas: Primera Temporada