-Karina no me gusta que salgas con ése vago y que regreses tan noche. ¿A qué horas vas a volver?
-¡Ja! ¡Vaya hermano que tengo! Mamá me prohíbe menos cosas que tú… por cierto, si llama por teléfono, no le vayas a contar mentiras ni exageraciones. Nada de que estoy con hippies que fuman marihuana; le dirás la verdad, ¡mentiroso!
A veces siento ganas de mandar a mi hermana de regreso a la casa de mis padres, sobre todo últimamente.
Ese tal Robbie que es novio suyo la tiene vuelta loca, provoca su rebeldía total y juntos me causan frecuentes disgustos. Seguido salen en las patinetas y cuando regresan, todos los vecinos vienen detrás para llamar a mi puerta y darme la queja. Por alguna extraña razón, la gente se inquieta cuando ve chicos en patineta rodando la calle; es instintivo: patineta = vaguería.
Por fortuna, las vagancias de mi hermana no nublaron mi felicidad, pues gozaba yo de mucha inspiración, y esa noche me dispuse a realizar un robo que tenía tiempo planeando. Tomé mis cosas y salí a la aventura nocturna. Antes de partir, observé un movimiento extraño sobre mis botes de basura. Me acerqué furtivamente y miré a un sujeto de ropas sucias y desgastadas, escombrando entre los desperdicios.
Llamé su atención con un grito y le pedí que se fuera, acto seguido, el sujeto maloliente se levantó y huyó corriendo de una manera muy peculiar, casi infantil. Cerré la puerta de la casa con llave y me retiré para realizar mi robo. Luego envié un mensaje de celular a Karina para que tuviera cuidado al volver.
La noche cayó sobre la ciudad y la aproveché perfectamente, logrando uno de mis más brillantes golpes y amaneciendo al día siguiente lleno de orgullo y alegría.
-Estas muy contento esta mañana –dijo Karina a mis espaldas. Yo sonreía mientras tomaba mi acostumbrado café, y le afirmé que se debía al éxito conseguido en mi robo de anoche.
-Fue grandioso el robo a la fábrica de Almohadas, salí de allí con el trailer que transportaba las plumas para rellenarlas, y ahora no se podrá fabricar ni una sola; la ciudad caerá en el desvelo total.
-¿Es el robo del que hablaste toda la semana pasada, verdad? Mira, el periódico informó algo al respecto.
Karina me pasó la publicación y leí encantando los titulares. Había un espacio dedicado a mi robo y yo me sentí pletórico de entusiasmo. “Por fin la vida me hace honores”, pensé mientras saboreaba mi glorioso café matutino. Me adentré en las páginas para leer la información a detalle y disfruté cada línea, reí por dentro al constatar que la policía estaba confundida sobre el móvil del ladrón y seguí inspeccionando las páginas para verificar si en algún otro apartado aparecía algo sobre mí. “Aquí hay algo”, medité al llegar a las páginas finales, pues en una pequeña columna dedicada a la poesía, encontré unos versos dedicados a mi robo.
-Jajaja Escucha esto Karina, un poeta ha hecho de juglar moderno y compuso unos versos para el diario acerca de mi robo de anoche, te los voy a leer, nomás para que te des una idea de la fama que he logrado…
"El ladrón amigo de la noche
como espectro facineroso de los sueños,
ha gastado en su empresa tal derroche,
que logrados tiene ya nuestros desvelos.
Sin almohadas ha dejado a la ciudad,
quizá su intención sea la de un noble,
y si a la valentía debe su actividad
tal vez pronto le veamos dar otro golpe.
Su elegancia igual que una exquisita tela,
su figura portentosa como la de un pino,
¿quién será este hombre con dedos de seda?
pocos tal vez sepan que se llama Lino."
-Vaya Fontana, se oye bien, ¿no?
-Espera Karina espera, ¿dice aquí Lino? ¡¡¡Lino!!!... Si a este poeta le sigue llegando la inspiración, la policía me va a descubrir. ¿Cómo supo que me llamo Lino?
-¿Fontana qué diablos es eso?
-¿Qué cosa?
-¡Esa cosa que está allá afuera!
Solté el periódico y me levanté a mirar por la misma ventana que lo hacía mi hermana. Eran los mismos botes de basura de ayer y un bulto negro sacando papeles.
Al levantarse un poco, reconocí al mismo vagabundo que un día antes sorprendí hurgando en mi basura. Rápido expliqué a mi hermana lo sucedido y salimos de inmediato para enfrentarlo.
-¿Oiga usted, que no tiene otra cosa qué hacer sino hurgar en mi basura? –grité con tono molesto.
-¡Don Lino! No se enoje compañero… si usted es mi ídolo, ¡verdá de Dios! –un tufo con olor a alcohol me hizo echar la cabeza hacia atrás.
-¿Cómo sabe mi nombre?
-Psssss usté… es mi ejemplo a seguir, bueeeno y además su nombre viene en estos recibos viejos que están aquí... mire… mire… rotos pero se alcanza a leer… -soltó un eructo y se le asomó la panza al momento- algún día voy a ser tan elegante como usted, buen caballero.
Le pedí que se callara y cerrara su boca apestosa, pero se rió como puerco, y tomando varias ropas que antes había puesto yo en la basura, corrió como imitando a una bailarina de flamenco, diciendo pamemas de borracho y agitando ridículos movimientos con la mano.
-Vámonos para adentro. Qué tipo tan extraño, me da miedo ¿y si está loco? –preguntó Karina con preocupación.
-Es sólo un borrachín, pero me preocupa que venga a hurgar nuestra basura –dije a Karina, mientras meditaba en las ropas mías que se llevó.
Al principio pensé que se trataba de un pobre vagabundo, que tomó las ropas sólo para vestir y protegerse del frío. Pero después, al revisar mis bolsas de basura, noté que habían tomado otros inusuales objetos, extraños para las necesidades de un simple vagabundo. Entre tales objetos se contaba un palo de golf que jamás usé ni usaré –lo compré durante una crisis de identidad, además no me gusta el golf-; una jaula para pájaros inservible, unos patines sin algunas ruedas y un guante de cocina para tomar objetos calientes. Estuve meditando y una inquietante idea entró en mi mente, pues quizás, ese borrachín estaba entregándole aquellos objetos a alguien, que quizás pudiera tratarse del misterioso poeta del periódico. Guardé los botes y bolsas de basura dentro de mi casa, y estuve muy alerta durante el día a los movimientos del vecindario.
Pasaron dos días, y traté de olvidar los incidentes recientes. Hice un nuevo cálculo durante ese tiempo, para robar en esta ocasión las bodegas de juguetes chinos, que entraban de contrabando a la ciudad. Volví a salir de noche a secuestrar un camión, pues la emoción de hacer esto me indujo a repetirlo, y saqué toda ésa manufactura tan cutre y coloreada con pintura llena de plomo. El robo fue un éxito y volví a casa por la madrugada, acorde al silencio imperante hice discretas maniobras y entré a mi hogar para disfrutar de un merecido sueño.
Me levanté tarde al día siguiente, casi a las 12, pues mi labor durante la noche había terminado muy avanzadas las horas. “Espero que esta vez no aparecezcan poemas clarividentes en la prensa”, pensé emocionado y jactándome de mi destreza.
-¡Wow Fontana! Las poesías que el diario publica de tí van a volverte más popular que ninguno. ¿Ya leíste la prensa de hoy? –dijo mi hermana mientras arrojaba el periódico sobre la mesa. Yo escupí el café que me estaba tomando, exacerbado por el estrés. Tomé el diario y comencé a leer.
"Qué pasará con el ladrón nocturno,
cuál será su siguiente proeza
¿Creerá la gente que en algo tan turbio
demuestre nuevamente su destreza?
Qué será de la ciudad sin juguetes,
librados estaremos de tanto plomo.
Pues en esta labor de valientes
acabará nuestro ladrón con todo.
Ya no falta mucho y pronto sabremos,
si logrará lo que otros no han podido,
dando golpe a la corrupción que tenemos
secuestrando tanto producto chino."
Esto aumentó mi preocupación, pues el inquieto poeta casi podía intuir dónde estaría yo realizando mis robos. Tenía que detenerlo o le revelaría a la policía mi ubicación, así que el resto del día estuve muy preocupado. No sabía a quién me estaba enfrentando, pues el vagabundo que hurgaba en mi basura no parecía ser lo suficientemente listo para escribir tres palabras seguidas, pero si lo suficientemente torcido para estar llevándole información a quien le pagara por ella. ¿Sería el vagabundo un poeta borracho?
Me tranquilicé un poco y por la tarde salí a caminar para liberar algo de estrés. La tarde no era acalorada y un rico viento la hacía más agradable; luminosa como estaba la carpa del cielo, decidí disfrutar del panorama urbano y caminé mucho, hasta llegar al antiguo canal hidráulico, ahora deshabilitado. Me coloqué sobre el puente y miré el gran arroyo de pavimento seco, con sus paredes rayadas de graffiti y bastante sucio.
Distraído con estas impresiones, tardé en percatarme de unos gritos que se desarrollaban al otro lado del canal, así que corrí por el puente hasta llegar al otro extremo. Allí observé a un grupo de vagos decadentes, malvestidos y sucios, persiguiendo una lata de refresco vacía y abollada. Todos estaban disfrazados con extraños desperdicios de basura, y entre esos esperpentos se encontraba mi viejo conocido vagabundo, el mismo que esculcaba mi basura. Lo reconocí porque sobre su cabeza portaba la jaula desvencijada que se llevó. En una mano, tenía colocado el guante desgastado de la cocina, y en la otra, mi palo de golf que compré durante mi crisis de identidad. Sobre los pies calzaba aquellos patines de ruedas incompletas que yo tiré a la basura.
Todos esos decadentes estaban jugando hockey, usando disfraces que pretendían asemejar el uniforme requerido para tal juego, pero que estaba compuesto por la misma basura que se dedicaban a juntar. Era una escena curiosa, bastante jocosa y bizarra, nunca vi nada igual; sólo lo creo porque lo vi.
Regresé a casa tal vez mas repuesto pero no sin seguir en mis dudas, pues ahora que sabía que el beodo era inofensivo, me preguntaba sobre la identidad del poeta del periódico. ¿Entonces quién era? Me pregunté desconcertado.
Abrí la puerta de mi casa y vi un par de mochilas tiradas en el piso. Era casi la noche y sabía cuál era la causa de esto. En la sala, mi hermana Karina y su novio Robbie comían Froot Loops y veían televisión. Me acerqué a regañarlos por ensuciarme el sillón; Karina se enojó y aventó unas rueditas de cereal al mueble.
Sobre la mesita de centro, había un cuaderno con un letrero manuscrito que decía: “Bardo”. Les pregunté acerca de eso y mi hermana trató de esconderlo rápidamente. “Nada, un cuaderno mío Fontana, es todo”, de inmediato se paró luego de decir esto y le pidió a Robbie que la acompañara a salir.
-Vamos Robbie, tienes que irte para que no llegues mañana tarde ¿verdad? –Karina le cerró un ojo y le hizo una mueca para que la siguiera.
-¿Qué? …¡Ah Sí! Mañana tengo que ir a mi trabajo en el periódico –dijo Robbie desorientado y con premura.
-No tonto, eso no lo digas, cállate… -le corrigió mi hermana de chitón.
-Hey, esperen… ¿qué es todo esto? Así que trabajas en un periódico, ¿Eh?... ¿Y se puede saber qué es lo que haces allí? –pregunté a Robbie inquiriéndolo con mucha sospecha. Mi hermana levantó los ojos al cielo y se dio una palmada en la frente, mientras meneaba negativamente la cabeza.
Robbie no tuvo más remedio que confesarme su gusto por la poesía, él era el bardo que publicaba ésos versos acerca de mí en el periódico. Trabajaba allí como ayudante de mantenimiento a la imprenta, pero le dieron oportunidad en una breve columna del diario para escribir sus versos, aprovechando que seguido se necesita información de “relleno”.
-¡Debí suponerlo! Debí suponer que me traicionarías algún día ¿lo ves Karina? es un vago pernicioso.
-¡Ya cállate! –dijo mi hermana con molestia –Robbie no es un vago, trabaja en el periódico para pagar sus estudios. Tú le caes bien y quiere agradarte para que no le tengas aversión, por eso publica los versos. ¿Siempre has querido ser famoso, no?
-Sí pero otro tipo de fama, ¡¡No tan explícita y directa!! o me cae la policía y me lleva al “bote”. Nunca lo entiendes Karina, siempre me haces la vida complicada y…
-Tú siempre le encuentras peros a todo lo que yo hago. No es que Robbie te desagrade, es que yo te caigo mal y por ende todo lo que tenga que ver conmigo te disgusta. Admítelo, ¡y también admite que quieres que me vaya de la casa porque eres un macho misógino! –Karina gritó y se tapó la cara con las manos, luego se agarró del hombro de Robbie y lloró ensuciando su camisa con mocos -¡Eres un feo, Fontana!
-¿Queeé? –grité sorprendido y desconcertado por los reclamos de mi hermana.
-Tal vez sería bueno que se perdonaran los dos –dijo Robbie asustado, mientras arrugaba la cara por los gimoteos y mocos que mi hermana embarraba en su camisa.
-Está bien, está bien -comencé a hablar -. Tengo recelo porque fuiste siempre la preferida de la casa. Todo tenía que ser para la “nenita consentida” porque eras la menor. ¡Bah! y por si fuera poco debía cuidarte y estar al pendiente tuyo. Bonitos regaños me pusieron por tu culpa –exacerbé los sentimientos hasta un grado inesperado aún para mí. Luego todo quedó en silencio, mi hermana dejó el hombro de Robbie y me miró con sus narices mucosas.
-¿Ves que sí había algo? Me lo hubieras dicho… y lo siento, de verdad lo siento; no quise ser la causa y motivo de tus desgracias en la niñez… y si te sigo tanto los pasos es porque te admiro, eres mi hermano mayor y siempre serás mi referencia en la vida. No me odies por eso...
-Bueno sí… ya... tienes razón… supongo que también a veces soy un ogro insoportable –al decir esto, Robbie y Karina asintieron con la cabeza al mismo tiempo-. Ya no seré tan gruñón ¿qué les parece? y discúlpenme también, lo siento.
Karina se limpió los mocos y me dio un abrazo. Robbie me prometió que jamás volvería a publicar esos poemas delatores y nuestro pacto se cerró estrechando las manos. Mientras lo hacíamos, un toquido en la puerta me hizo saltar del susto.
-La policía Karina, la policía viene por mí ¡Descifraron los poemas de Robbie y ahora vienen a arrestarme! –grité escondiéndome detrás del refrigerador.
-Tranquilo, sólo es mi nuevo amigo Walter –dijo Karina mientras abría la puerta. Allí se encontraba el vagabundo beodo del hockey –Me lo hice amigo anteayer que me lo topé camino a la escuela. Es un tipazo, está loco pero es simpático.
-¿Qué?... ¿Y qué le vas a dar?... ¡Ésas cajas traen ropas mías!
-Vamos Fontana, estas cajas llevan años en el sótano y nunca te volverás a poner esta ropa. Ni deberías, te ves mal, muy feo. Mejor dáselas a Walter para que las venda y compre comida.
-Bueno... supongo que le hacemos un favor… Pero que no pase a la casa… ¡Apesta!
Etiquetas: Primera Temporada