lunes, 19 de mayo de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 7:21... bueno, más o menos a ésa hora.


"Your own personal Jesus,
someone to hear your prayers
someone who cares"

-Depeche Mode


-No puedo creer que todo esté carísimo, los dueños de los supermercados abusan. ¿Quiénes piensan que somos para que nos vendan las cosas a ésos precios? Yo soy un ladrón, ¡pero no de cuello blanco! No gano tanto dinero con mis robos como lo hacen los empresarios chinos.

-Ya Fontana ¡callate, que me hartas! Llevas todo el camino quejándote de los precios altos -refunfuñó mi hermana Karina-. La próxima vez yo iré sola a comprar la despensa.

-¡Peor cosa Karina!, llenaríamos la despensa de monos de peluche y cuadernos brillosos de color rosa. Nunca te dejaré ir sola a gastar el dinero.

Mi hermana y yo habíamos asistido como cada quincena a comprar los víveres para nuestro pequeño almacén. Los precios estaban cada vez más caros por culpa de la gasolina que se necesita para los transportes. Con semejante crisis en los precios de la comida, decidí racionar todo para que nos alcanzara el gasto. Obviamente era una idea que a mi hermana no le gustaba, pero no había otra manera.
Cuando llegamos a casa, nos pusimos a acomodar todos los víveres en la despensa y seguimos platicando acerca de lo onerosa que era la vida en la ciudad.

-Todo es tan costoso que no me explico como hay gente que puede sobrevivir con tan poco dinero y manteniendo a una familia entera. Es más, quisiera saber cómo le hacen los pordioseros para vivir tantos años y sin gastar un solo peso -exclamó con fastidio mi hermana, mientras revisaba la fecha de caducidad de una lata de champiñones.

-Sí, yo también quisiera saber cómo hacen los pordioseros para vivir tan alegremente y... ¡Ah!... espera un momento Karina... ¿Pero cómo es que no se me había ocurrido? ¿Por qué no me convierto en pordiosero un tiempo y averiguo cómo le hacen para vivir tanto con tan poco? ¡Es una idea excelente! -grité con una emoción tal, que me hizo soltar los pepinos que tenía en la mano.

-¡Espera sinvergüenza! ¿A donde vas? ¡Todavía no terminamos de acomodar las latas y las cajas!

-No puedo esperar Karina, voy a ir a poner en marcha mi plan de convertirme en pordiosero. Si tengo éxito ya no volveremos a pagar ésos precios injustos, ¡volveré pronto!

-¡Flojo! Sabía que inventarías algo para escabullirte del trabajo...!

Ignoré la actitud negativa de mi hermana y corrí a cambiarme de ropa. Me puse las garras y tripas de ropa más desgastadas que encontré y salí a la calle totalmente disfrazado de vagabundo. Mi atuendo era tan fenomenal y convincente que no tardé mucho en recibir algunas monedas de extraños piadosos. "Entonces así es como funciona esto, ¿cierto? La gente les da dinero a los vagos, y todo lo logran sin mover un solo dedo trabajando. ¡Esta vida me va a gustar!", reflexioné con una sonrisa en la boca. Por fin había encontrado una vida rastrera, fácil y cómoda que se adaptaba a mis necesidades ocioso-delictivas. "Voy a buscar pordioseros profesionales y me les uniré para aprenderles todos sus trucos", y corrí en dirección al viejo puente, aquel donde siempre había mirado algunos malvivientes y vagos habitando debajo.

Al llegar me deslicé a la parte inferior y lentamente me acerqué a los sujetos que yacían cómodamente bajo ése callejero resguardo. Encontré a varios platicando y jugando con unas piedras mugrosas, otros más oliendo bolsas de basura y sólo algunos dormidos. Luego de algunos escarceos, parecieron aceptarme en su círculo de desdichados, pues dejaron de tenerme aversión y aceptaron intercambiar palabras conmigo.

-¿Y usted de donde viene, señor Fontana? -me preguntó uno de ellos.

-Ah pues eh... digamos que... era yo un ladrón caído en desgracia, ¿y ustedes?

-Yo nada, siempre he sido esto -dijo un primero.

-Yo vengo de un pueblo lejos. Me vine a buscar trabajo pero nunca encontré -mencionó un segundo más, con un fuerte dejo de tristeza.

-Yo era ingeniero civil, tenía una familia y una esposa, hasta que me hartaron y los abandoné -a éste último lo reconocí, pues en medio de sus andrajos y de una toalla percudida que le tapaba la cara y le cubría del sol, creí ver al mismísimo Walter. Sí, aquel vagabundo que siempre husmeaba en mi basura.

-Walter, ¿es usted? -pregunté mientras lo tomaba del brazo para apartarlo del grupo y poder indagarle en privado -¿Qué hace aquí? ¿Que no se supone que usted había dejado su vida de vagabundo para regresar con su familia? Yo mismo lo llevé a su casa y lo dejé en la sala con su esposa. ¿Qué sucedió?

-Fontana pero ¿qué no recuerda a mi esposa? No duré más que una sola semana aguantando el mal humor de ésa vieja gruñona. He regresado a mi vida de vagabundo porque la creo más saludable.

-Ni hablar, ciertamente tiene usted razón -dije yo después de un momento, pues recordé con claridad a su malhumorada esposa y su inaccesible carácter.

Luego por un costado e inusitadamente, todos los vagabundos se empezaron a arremolinar alrededor de un tipo que venía a paso lento y levantando los brazos. Acto seguido, Walter me empujó para que saliéramos a su encuentro.

-Vamos Fontana, ven a conocer al "Rabí" -me dijo con entusiasmo.

-¿El Rabí? -pregunté desorientado y con desasosiego.

Nos acercamos, y fisgoneando entre las cabezas de los desventurados pudimos entrever a un sujeto de largos cabellos y ropas que alguna vez fueron blancas (aunque ahora estaban grises y percudidas), con una barba tupida y de aproximadamente unos 33 años. Hablaba con un tono solemne pero inspirado, mientras todos los vagos se arremolinaban para hacerle preguntas. "Rabí, hoy me levanté y no pude ver nada, estoy ciego", gimió un sujeto que se acercó a tocarle el manto. Luego nuestro extraño profeta le escupió en los ojos y se los talló, mientras decía: "Vos no estáis ciego, es sólo que tenéis mugre en la mirada y en el alma". De inmediato, el ciego se limpió la saliva del profeta y entonces exclamó "¡puedo ver, puedo ver!".

-Esto es un fraude -le dije yo a Walter en voz baja- este sujeto se quiere pasar por Mesías.

"En verdad os digo: que no veáis la mugre en el ojo ajeno, sin antes ver la propia en vuestros ombligos", declaró en voz alta, mientras los vagabundos exclamaban en coro "¡oooh!".

-Si se mueve como fraude, habla como fraude y se peina como fraude, entonces es un fraude -me referí explicándole a Walter, a quien busqué con la mirada pensando que estaba cerca de mí, pero no era así. Al volver la vista hacia el supuesto profeta, miré a mi infausto amigo acercándosele para pedirle sus fraudulentos favores.

"Rabí, los demonios me persiguen y quieren poseerme y destruirme", se quejó mi compañero Walter con un tono de súplica en sus palabras y mirando al Rabí implorando su acción milagrosa. "Debe estar hablando de su familia y su esposa", supuse yo con fastidio.

-He perdido toda mi vida tratando de huir del infierno en que me quieren condenar ésos seres demoníacos...

"Sí, está hablando de ellos", comprobé por su declaración.

-Sálvame Rabí, haz que mis demonios se vayan a ésa jauría de perros salvajes que están allá -suplicó Walter juntando las manos y mirando al agorero profeta. Éste consintió con la cabeza y luego dijo, "Walter, tu fe te ha salvado, hágase según has dicho", de inmediato tocó la cabeza de mi amigo e hizo una mímica que hacía suponer que sacaba los demonios del poseído y los arrojaba a los perros callejeros, quienes tranquila y felizmente tomaban el sol y se rascaban las pulgas, cosa que no dejaron de hacer con invariable alegría en ningún momento. "Voy a desenmascarar a éste sujeto", decidí luego de ver tan barata demostración de supuesto poder sobrenatural.

Luego de algunas alabanzas y muestras de pleitesía, toda la caterva se congregó debajo del puente y sacaron de su escondite dos pedazos de pan rancio que se dispusieron a compartir con el Rabí. Éste los tomó y los bendijo, luego observó a todos los que le rodeaban y declaró: "No alcanzarán éstas dos piezas de pan para toda esta gente, veamos... somos 12 personas... 2x6= 12... lo que nos da por resultado que… ¡Ya lo tengo! corten en seis pedazos cada pan y repártanlos..."
Walter abrió los ojos como si hubiera tenido una epifanía y exclamó: "¡Aaah!, ¿pero qué ha pasado? ¿Lo han visto? ¡Multiplicó los panes!".

"Está bien, ya fue suficiente", renegué para mis adentros pues no estaba dispuesto a seguir atestiguando tamaña quimera. El supuesto Rabí hacía ademanes cada vez más teatrales y les hablaba con un tono de voz tan empalagoso y aletargante que resultaba toda una tortura seguir su discurso.
Tenía qué actuar, y fue entonces cuando el mismo profeta me facilitó el camino después de hacer la siguiente declaración: "Pronto tendré que irme a un lugar al cual no podrán acompañarme... no, no se espanten, pero en verdad os digo que uno de ustedes habrá de traicionarme".

-Parece ser que usted tiene muchos enemigos Rabí -exclamé con sorna y sarcasmo-, ¿por qué no nos dice su nombre? Así sabríamos cómo llamar a nuestro profeta cuando ya no esté con nosotros -pregunté con suspicacia capciosa.

-Hermano Fontana, vuestra pregunta revela la propia falta de fe. La duda ofende, pues yo Soy el que Soy... Yo soy “El Nazareno”.

-¡Mientes, mientes! -grite levantándome del piso -eres un fraude, tú no eres El Nazareno porque no has hecho ningún milagro; tú no eres El Nazareno porque no puedes expulsar a los demonios; y por último, ¡tú no eres El Nazareno porque sencillamente eres un mentiroso!

-Lo ves, me negaste tres veces. Eso ya me lo habían hecho antes.

"Con este sujeto no se puede", refunfuñé exacerbado mientras me levantaba del piso y salía caminando de allí. Tengo cosas más importantes de qué preocuparme como para no regalarle el tiempo a éste mesías fraudulento.
Como ya era de noche, decidí regresar a casa para dormir. Sin embargo tenía un poco de hambre, pues el pan que el Rabí nos dio estaba rancio y no me apeteció comerlo, por lo que acudí al minisuper a comprar algo.

Tomé una café y un hot-dog de plástico, y cuando me acerqué a la caja a pagar encontré un peculiar anuncio que llamó mi atención.

-¿Quién es ése sujeto del anuncio de "Se Busca"? -le pregunté al gerente -Creo que lo conozco.

-Pues si lo conoce ya se ganó una pequeña recompensa, es un delincuente buscado por los alrededores. Lo denunciamos a la policía y ellos están investigando su paradero. Nuestro minisuper fue víctima de uno de sus fraudes y nosotros mismos ofrecemos una recompensa a quien lo encuentre o dé informes que permitan atraparlo -mientras me explicaba, señalaba el cartel donde estaba la foto del sujeto, cuyos alias eran "J.C.", "El Rabí", "Maestro" y también El Nazareno. Evidentemente se trataba del profeta engatusador que había yo conocido horas antes.

Sonreí con fariseísmo y le comenté al cajero acerca de mi hallazgo. Le dije que yo podría conducirlo hasta el mesías prófugo y comenzamos a ponernos de acuerdo sobre el proceso que seguiríamos, de tal manera que él llamó a la policía para que una patrulla nos acompañara en su detención.
Mientras, le pedí que me pusiera al tanto de éste timador y del crimen que se le imputaba, pues como buen ladrón que soy, me puse a criticar la labor profesional de éste colega.

-Pues fue un fraude -comenzó el gerente -, nos vendió botellas de licor supuestamente importado, pero resultó que sólo estaban rellenas con agua.

-No me lo diga: intentó convertir el agua en vino.

-Algo así.

-Debí suponer que se trataría de una cosa tal... -mencioné levantando los ojos hacia arriba, luego proseguí- Y dígame, ¿cuál es la recompensa que me darán por entregarlo?

-30 onzas de oro.

-No...

-Sí.

-¡Pero qué pinches coincidencias! ¡Carajo!

Llegó la policía y acudimos todos al viejo puente. A lo lejos vimos al grupo de vagos alrededor de una fogata platicando y ensalzando a El Nazareno. Tomamos todas las precauciones correspondientes y convenimos en una señal para yo poder indicar quién era el defraudador buscado.

-De ninguna manera pienso darle un beso en la mejilla, ¡desde ahora olvídenlo! -grité con irritación a los policías, quienes ante mi molestia accedieron a sólo esperar que indicara quién era J.C. mediante un saludo de manos.

Se hizo tal como yo había dicho y me apresuré a bajar hasta la parte inferior del puente para señalar al profeta. Luego de nuestro delator saludo de manos, los policías bajaron y se llevaron a nuestro mesías apócrifo. Lo tomaron, caminaron hasta la patrulla y sin más se lo llevaron, luego el gerente del minisuper me dijo el día en que podía pasar a cobrar mis 30 dólares y allí acabó toda la escena.

Con semejante final y la promesa de mi esperada recompensa, volví hacia atrás y me encontré con aquellos discípulos abandonados que tristes miraban el piso. "¿Qué pasa muchachos, por qué tan tristes?", pregunté ante lo evidente. "Se llevaron al Maestro…", me contestaron con genuino pesar, luego Walter sólo pudo agregar: "Apenas que me acababa de nombrar ministro y piedra angular de su movimiento".

-Bueno Walter, así es la vida. Qué le vamos a hacer -comenté campantemente. En seguida todos los apesadumbrados apóstoles se me quedaron viendo con molestia. Con tan sutil muestra de aversión, lo mejor fue disponerme a huir de allí.

Llegué a mi casa dispuesto a olvidarme de mi cansado plan de volverme vagabundo y sólo con la idea de presentarme posteriormente a recibir mi recompensa. Tomé un breve refrigerio y me fui a dormir, entre las reclamaciones de mi hermana por no haberle ayudado a acomodar la despensa.
En el día siguiente, seguí con mis rutinas cotidianas pero por alguna extraña razón me sentía observado. Quizá todo fuera puro delirio, mas sin embargo cada vez que salía a la calle volteaba hacia atrás creyendo percibir una presencia extraña.

Seguí creyendo que mi cabeza me jugaba ésas bromas, hasta que se presentó el momento en que me entrevisté con el gerente del minisuper. Me hizo el pago puntual como acordamos de mi recompensa y caminé a casa feliz de tener aquella pequeña fortuna, mientras pensaba cómo la gastaría.
Sin embargo, durante aquella ruta comprendí que no era mi imaginación la que me perseguía, sino una amenaza real y verdadera.

En una esquina por la cual viré para tomar una calle estrecha, creí ver atrás mío una cara conocida. Detuve un momento mis pasos y regresé para mirar por la calle que había dejado, confirmando mi sospecha. Se trataba de uno de los vagabundos, discípulos del "Maestro", quien trató de esconderse de mi mirada sin conseguirlo. Eso no fué lo que más me espantó, sino que en sus manos sostenía una soga gruesa, como la que se usa para amarrar caballos o... ¡ahorcar gente!

"¡Me quieren joder!", pensé alarmado mientras emprendía la huída, corrí con mucha fuerza y miré hacia atrás, percatándome de que no era un solo vago, sino una buena parte del grupo de aquellos discípulos que tenía el pretendido profeta, queriendo liquidarme por delatar a su patrono y mandarlo tras las rejas.
Entré corriendo a la casa y mi hermana sólo observó cómo tropezaba las escaleras y subía torpemente a mi habitación.

Recuerdo que ésa noche no pude dormir adecuadamente, cualquier ruido en la azotea me despertaba y hasta los ronquidos de mi hermana me causaban inquietud. No fue el mejor descanso que pude tener, y se notó al día siguiente, pues nada pude hacer debido a que pasé gran parte del tiempo dormido, reponiendo el sueño que la noche anterior no disfruté.
Volvió a anochecer y amanecer, y ésta vez desperté con un ánimo excelente, pues hasta tuve la sensación de que todo lo anterior sólo habían sido pesadillas. De inmediato bajé a la cocina a desayunar, con un ánimo muy repuesto y exhibiendo mi singular alegría mañanera.
Desayunábamos mi hermana y yo, cuando de repente unos toquidos en la puerta me espantaron de nuevo. Karina fue corriendo a abrir mientras yo le pedía que verificara la identidad del que tocaba, a lo que ella contestó gritando: "¡Es Walter!", procediendo de inmediato a abrirle la puerta. Yo corrí hacia la entrada incrédulo.

-Walter, ¿qué hace usted aquí? -pregunté con desazón.

-Fontana, no se ponga nervioso. Vengo como su amigo.

-No me diga, Walter. Viene a matarme como lo quieren hacer sus correligionarios...

-Claro que no Fontana, yo a usted lo estimo mucho. Lo sabe bien... vea que hasta le he traído un regalo.

-Walter qué detalle el suyo, ¿pero qué trae en ésa caja?

-Pues es su regalo, mi amigo Fontana. Ábralo y averígüelo usted mismo.

-Gracias Walter qué amable es usted, a ver... veamos... ¡Ah que bien! ¡Qué bonitas corbatas, es un detallazo de su parte!

-No hay nada qué agradecer, Fontana... ¿Le ayudo a ponérselas?

-Sí, ayúdeme… ¡Hey! Un momento... ¡No!... No quiero nada que tenga que ponerme en el cuello, ¡Nada...! ¡Nothing! No me toque el cuello, ¡no me lo toque! -grité con desesperación.

-¡Demonios! Les dije a los muchachos que esto no funcionaría, debí traer la cuerda...

-¡Walter! ¿Me quiere usted matar? Pero ¿por qué?

-No… bueno sí… es decir no, claro que no… tiene usted razón Fontana, hemos llevado esto demasiado lejos. Es sólo que nos sentimos muy tristes desde que nuestro Maestro se fue.

-Bueno Walter, yo sólo vi mi ventaja y la aproveché… pero creo que también yo exageré… mire buen amigo, qué le parece si hacemos un trato, yo les haré un favor a ustedes y con eso estamos a mano. Vayamos al ministerio público ahora…

Finalmente no podía quedarme mal con Walter, así que fuimos con la policía y yo mismo pagué la multa para que dejaran libre al Maestro, pagando con el mismo dinero que obtuve de las 30 onzas de oro.
Lo llevamos al viejo puente y todos aquellos discípulos desdichados volvieron a tener un brillo en sus ojos cuando vieron a su profeta volver. “El Rabí ha regresado, ha regresado!”, gritaban y festejaban entusiasmados. Mucho más razón tenían para estar felices cuando constataron que el El Nazareno salió libre al tercer día, según las escrituras… las escrituras que dejó en el baño, porsupuesto, donde se puso a fantasear y escribió una odisea igualita a la que acabábamos de vivir.

Todos quedaron contentos y el Maestro se fue a un viaje al cual, según dijo, no podía llevar a sus discípulos puesto que debía ir solo, pues ascendería a los cielos y estaría sentado a la derecha del padre. Meses después supimos que se había unido al Cártel de Sinaloa y era la mano derecha del Gran Padrone de Sinaloa. Sin embargo, antes de irse nombró a Walter ministro de sus tierras (¿cuáles?) y le dio las llaves de su reino… el cual dijo que no era de este mundo, y por eso finalmente no le dio nada. Sin embargo, el gran carisma y personalidad del Maestro nunca fueron olvidados.

Desde entonces, soy un creyente y fiel devoto de Jesuschrist*

¡Aleluya!



Dedicado para La Rotita, la fan número uno del ladrón y su principal promotora: MIL GRACIAS.
(ya no tes tite...)

:)

Etiquetas:

 
martes, 6 de mayo de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 22:37... bueno, más o menos a ésa hora.
Robos, persecuciones, vida de pendencia... los embrollos de una ruta criminal requieren plena concentración pero también algunos ratos de alegría, convivencia, sano placer y relajación. Y qué mejor alegría, relajación y placer que pasar la tarde entera en casa de mi novia Dalia.

Estábamos acostados, yo jugaba con su cabello mientras ella mantenía su cabeza sobre mi hombro. Me tomó del brazo y cerró los ojos, suspiró mientras la cada vez más débil luz del sol se desvanecía en el recuadro de la ventana, cubierta por cortinas naranjas que aminoraban más aún el paso de luz.
La tarde había estado fantástica y sólo reposábamos sobre la cama disfrutando las reminiscencias de nuestro encuentro. Había sido un satisfactorio intercambio, pues en mis labios aún saboreaba la escencia de su linda piel, hacía no mucho que el embeleso sensual dio lugar a la parsimonia espiritual que poco a poco fue amainando hasta llegar a este momento de sublime y magra compañía sensorial.

Todo magnífico hasta el momento. Todo quieto hasta que mi celular repicó y tuve que ir a ver, se trataba de un mensaje de mi entrañable amigo Nachito, que decía así:

"Fontana ven al
centro comercial.
Es urgente para lo
de un nuevo robo,
no tardes."


"Me lleva el diablo, ¿y ahora qué voy a hacer?", la tentación de ir a robar era grande y poderosa. Si no iba me lo perdería, si me quedaba la pasaría bien pero... ¡Toda la semana estuve viendo a Dalia! Supongo que tal vez no le moleste si me ausento el resto de la velada explicándoselo ingeniosamente.
"Quizás si invento algo brillante me pueda ir, a fin de cuentas lo más intenso de nuestro día ya sucedió... haré un movimiento inteligente y cuidadoso y me podré ir sin que se sienta molesta", maquiavelé dentro de mi cabeza mientras ella me veía parado con mi celular en la mano.

-¿Pasa algo corazón?

-¿Qué? Ah, no mi amorcito lo que pasa es que... -tomé unos segundos para pensar en lo que iba a decir, estaba planeando una excusa perfecta y original, por lo que no debía fallar- pues lo que pasa es que ¿recuerdas a mi amigo Nachito?, pobre chico, ¿qué crees que pasó? ¡Su abuela se murió!

-¡Válgame Dios! Pobre Nachito, ¿y cómo está él?

-Pues consternado, ya sabes. Me acaba de mandar un mensaje para que vaya a ayudarle con las exequias de su abuelita, pobre Nachito qué tristeza me da. Pero pues estaba pensando si eso no te molestaría...

-Ay pero claro que no, nene. ¡Ve que tu amigo te necesita!

-¡Gracias! Yo sabía que comprenderías, eres un amor, preciosura.

-Sí querido, ¿pero a dónde vas? Ponte algo de ropa primero, ¿no pensarás salir así a la calle?

-¡Aaah! jejeje tienes razón es que estoy nervioso... digo, ¡nervioso por lo que le ocurrió a la abuela de Nachito! Si jeje, por eso mismo, no creas que por otra cosa.

Todo se solucionó sin contratiempos ni sobresaltos. Había logrado dejar a Dalia sin que se molestara y ahora podría lograr mi cometido de ir con Nachito a lograr ése robo del que me habló en el mensaje de celular. Me daba un poco de culpa haberle mentido a mi novia, pero supuse que sería muy penoso y particularmente desagradable contarle mi verdadera intención, por lo que no encontré otro proceder.

Al llegar al centro comercial busqué a Nachito por todas partes, y después de perderme por los rincones de los muchos pasillos del lugar, por fin lo miré y me reuní con él. Habría venta nocturna en la plaza y de cuando en cuando pasaban algunas personas por el pasillo donde él se encontraba.

-¿Y bien Nachito? Espero que sea algo importante, porque habrás de saber que estaba con Dalia y...

-Fontana, por fin haremos uno de nuestros sueños realidad, ¡mira para allá!

-No entiendo, ¿qué se supone que debo ver?

-Eso que está allí Fontana, ¿lo ves? ¡Hoy tendremos la oportunidad de robarlo!

-¿Una máquina Caza Muñecos? ¿Ése es el gran robo? Nachito ustéd nunca cambia, ¿cómo se le ocurre hacerme dejar a mi novia para venir hasta acá a robar una máquina Caza Monos?

-Vamos Fontana, siempre quisiste hacerlo. Recuerda cómo antes le echabas monedas y te enojabas porque nunca pudiste sacar a la Rana René. O la vez que estuviste a 2 centímetros de sacar a Elmo.

Nachito me convenció, ésa maldita máquina es un timo. Se roba el dinero de la gente y por más monedas que le pongas nunca puedes sacar al maldito muñeco. "Esto va por la Rana René, por Elmo y por Topo Gigio", me dije resuelto y asintiendo con la cabeza, para indicarle a Nachito que le ayudaría a robar ése aparato del demonio. "No volverás a comerte el dinero y los sueños de tanta gente, ¡te llegó la hora máquina perversa!", sonreí y pusimos manos a la obra.

Fui a mi casa, la cual no estaba muy lejos, y traje mi camioneta para realizar el robo. Al llegar encontré a Nachito jugando en la máquina. Lo regañé por estar malgastando el dinero en ése aparato del diablo y se hizo a un lado apenado. Noté que en el tablero indicador todavía tenía un turno disponible, pues Nachito había echado varias monedas a la máquina y aún tenía una oportunidad.

-Déjeme hacer este intento a mí, Nachito, usted ya tuvo su oportunidad.

Tomé la palanca de control y dirigí la pinza mecánica hacia uno de los muñecos. La pinza lo tomó y lo dirigió hacia el receptáculo de salida, Nachito y yo estábamos brincando del gusto y abrazándonos de la emoción, cuando súbitamente y antes de llegar a la meta, el muñeco cayó sin llegar al orificio de salida.

-¡Maldita máquina no me jodas! No puedo creer que esto pase siempre. Nachito por favor, vaya usted a cambiar este billete por monedas, ¡rápido! Esta máquina truculenta no nos podrá ganar.

Nachito fue corriendo y luego regresó con una bolsa llena de monedas. Así empezamos a jugar y a depositar una a una las monedas, parecía que estábamos cerca pero siempre existía un obstáculo entre los monos y el agujero de salida que nos impedía sacar ésos muñecos de allí. Una moneda, dos monedas, cerca pero nada, ya casi, un poco más, vuelve a echar otra moneda y otra... y así se fueron consumiendo las monedas hasta que volteé a ver a Nachito y... la bolsa vacía.

-¡Me lleva el carajo, con una chingada! Ésta máquina infernal se volvió a salir con la suya -dije con coraje y haciendo aspavientos. Nachito le dio una patada al aparato y yo volví hacia atrás tratando de apaciguar mi coraje.

Luego de un pequeño berrinche, fijé la mirada a lo lejos y observé a una persona conocida, ¡era mi novia Dalia! Parece ser que ante mi sorpresiva ausencia, ella decidió venir a la venta nocturna, así que ahora yo tenía una muy buena razón para salir de allí con más apuración. "Vamos Nachito, tomemos ésta máquina y llevémosla al estacionamiento, allá tengo mi camioneta.", urgí a mi compañero y tras montar la máquina en una carretilla, le colocamos una gran manta negra para que de lejos no se notara y disimulara su tamaño en la obscuridad.

Llevamos rodando el armatoste por todo el pasillo, pero al revisar si la primer salida estaba sola notamos la presencia de un vigilante tomando café. Tuvimos que dar la vuelta y buscar salida por el pasillo contrario. Éste desembocaba en el lado del estacionamiento donde Dalia había dejado su auto, pero como yo mismo la ví entrar a la tienda, supuse que el camino estaba seguro. Ya luego constatamos que tampoco había policías.
Como sabía que Nachito caería fácilmente en la tentación de jugar con el Caza Muñecos, lo mandé a traer la camioneta. Mientras tanto, yo me quedé a cuidar la máquina que colocamos detrás de una gran jardinera. Pasaron los minutos y mi secuaz no llegaba con el transporte, mientras yo veía con ansiedad el gran bulto de la máquina cubierta con la tela negra y pensaba: "Resiste, resiste, la tentación es grande pero no importa, tu eres más fuerte que ésa máquina. No dejes que sus muñecos te seduzcan".
Repetí varias veces la palabra "Resiste" tal como si de un mantra se tratara, y mientras apaciguaba mis ansias por querer jugar con aquel perverso aparato, una voz detrás mío me sorprendió.

-Fontana, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías en lo de Nachito.

-¡Dalia! ¡Eres tú!

Los cálculos nunca me salen bien y esta noche no tenía por qué ser la excepción. Dalia regresó a su auto para tomar su teléfono celular olvidado allí, sorprendiéndome en semejante estado moral y preguntándome acerca de mi inverosímil presencia en aquel centro comercial.

-Ah pues... Dalia es que... mira, te voy a decir la verdad...

-Soy toda oídos.

-Mira, lo que pasa es que... jeje este muchacho Nachito, pobre chico... no pudo pagar el traslado del cadáver de su abuelita y pues, ya sabes. Yo me ofrecí a llevar el féretro.

-¿En una carretilla de reparto? ¿A estas horas? ¿Trasladándola en medio del estacionamiento de un centro comercial?

-Pues si... jeje... es que... ya sabes, Lino Fontana es único.

-Eres increíble mi amorcito. Qué hombre tan tierno, ayudando a su amiguito a transportar el féretro de su abuelita en una carretilla de reparto. No pude haber conocido hombre más dulce. ¿No te gustaría que te ayudara de alguna manera?

-No, mi hermosa, no. Yo debo hacerlo, fue mi promesa con Nachito... aunque si tuvieras algunas monedas de $5, me ayudarías bastante... no, las de $2 no me sirven, más bien puras de $5...

-Ten mi amor, aquí tienes varias monedas, para que ayudes a tu gran amigo... ¡¿Nachito?!

Al mirar hacia atrás me percaté de que por fin venía mi lento compinche conduciendo mi camioneta. Dalia no salía de su asombro y ahora yo no sabía qué hacer. Me puse a pensar en un movimiento cuidadoso, pues me sentía sobre arenas movedizas.
Nachito bajó del vehículo y con una gran sonrisa la saludó, mientras ella nos veía desconcertada. Yo tuve que interceder para explicarle rápidamente que le había prestado mi camioneta a Nachito para que hiciera algunas diligencias, y que era una fortuna encontrarlo ahí y en ese preciso momento. Esta nueva mentira me hizo ganar un poco de tiempo, pero complicó aún más las cosas, debido a que Nachito no parecía entender la situación en la que me encontraba y Dalia ya no estaba tan segura de creerme.

-Nachito, se ve usted muy repuesto, parece que todo lo que está pasando aquí no le afecta para nada -comentó Dalia extrañada por la fresca lozanía de mi cómplice.

-No Dalia, yo soy de sangre fría, de hecho en cuanto lleguemos a la casa de Fontana, tomaremos ésa cosa y la destrozaremos para sacarle todo lo que tiene adentro -sonrío mi secuaz, mientras yo era presa de los nervios.

-¿Cómo dice usted Nachito? -refutó Dalia con bastante desagrado- ¿Qué no le da verguenza expresarse así de una situación como ésta? Y tú Fontana, ¿cómo es que participas en semejante mostruosidad?

-Pues es que siempre fue nuestro sueño -aclaró Nachito con desconcierto-, Fontana y yo la odiábamos, desde siempre quisimos hacerla pedazos y sacarle todo lo de adentro. Siempre quisimos tocar todas ésas cositas peludas que tenía en su interior.

-¡Ay Dios mío Nachito, qué asco! ¡Yo no quería saber tanto de su abuela! -gritó Dalia con mucho desasosiego y repudio, yo no sabía qué decir sin meter la pata. La situación se me salió de las manos.

-¿Pero cuál abuela? ¿De qué estás hablando Dalia? -preguntó mi desorientado cómplice.

-Pues de ésta mujer que tienen ustedes en éste féretro -y al decir esto, Dalia jaló la gran manta negra que cubría aquel aparato, dejando al descubierto el Caza Muñecos. Yo me tapé los ojos y lleno de verguenza me di la vuelta, ahora sabía que todo esto terminaría muy mal.

-¿Qué significa esto? -gritó Dalia sorprendida.

-Bellísima, déjame te explico... -supliqué yo con preocupación y mucho rubor en la cara.

-Pero si está muy obvio -reviró Nachito con un tono extenuado-, significa que nos estamos robando la máquina Caza Muñecos. Le llamé a Fontana y vino para que lo hiciéramos.

-Gracias Nachito. Usted siempre tan preciso en los momentos más inadecuados -le dije con pesar, pues inmediatamente Dalia comenzó a regañarme e inculparme por todas las mentirillas que anteriormente le dije.

No les voy a contar todas las cosas que me gritó, porque necesitaría todo un post completo, pero si puedo decirles que hasta lloró y yo me sentí muy mal. Tuve qué hacer miles de cosas para que me perdonara. Ya nunca me quedaron ganas de acercarme a un Caza Monos. Ahora tengo una razón más para odiarlos.

Pero no se preocupen, Dalia me perdonó. Aunque tuve que hacer cosas durante todo un mes para que su enojo se disipara y lo olvidara.

Creo que esta vez, si me sobrepasé.

Etiquetas: