jueves, 31 de enero de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 9:09... bueno, más o menos a ésa hora.

En el capítulo anterior…

-Señor Fontana, queda usted arrestado por flagrancia, en el delito de robo. Le vendrá muy bien la cárcel a un truhán, de tan vulgar camada como la suya.

-Pero Alcalde, de verdad, esto no es lo que yo quería robarme, pues yo…

-Cállese, sinvergüenza. Muchachos ¡llévenselo! Ya no quiero seguir escuchando sus pamemas: al “bote”, por ratero.

Now…

Me sentía triste por lo ocurrido durante mi último robo. Las circunstancias me habían sido desfavorables y mi vida estaba jodida, marchitándose bajo la sombra de esta horrible y sucia cárcel. Mi estancia ya era común en este tipo de instituciones de castigo, y en esta prisión incluso, yo era particularmente conocido.
Tal era mi fama, la única hasta el momento, que vigilado mi desenvolvimiento tenía que ser, pues era difícil evitarme los problemas al convivir inevitablemente con la fauna recluida allí.

Los primeros días no salí de mi celda, fue todo desgano e indiferencia. Igualmente me separaron en una celda singular, para evitar roces con los demás reos, aprensivos con los recientes. Pero mientras dictaban mi sentencia, no tuve más remedio que mezclarme con la chusma.
Algunos nuevos, algunos otros viejos conocidos, pero siempre el mismo problema: soy un inadaptado a la vida carcelaria. Y básicamente a cualquier esfera de vida. Eso porque mis valores y ponderaciones son diferentes a las de cualquier grupo social del planeta. Soy un outsider.

-Vaya, vaya, pero qué jodida sorpresa, el famoso Lino Fontana.

-¿Quién es este simio de mierda?, Don Goyo.

-¡Don Goyo! ¿Cómo le ha ido? –le dije trémulamente a mi presentador. –Tanto gusto de verlo de nuevo…

-Mira Pingus, este simio de mierda se llama Fontana, Lino Fontana. Y es uno de los más grandes perdedores de la tierra. Por cierto, creo que me debes algo, maricón.

-Eh… pues, no sé Don Goyo, no recuerdo que le deba algo.

-Bájale a tus bravuconadas, putito; ¡porque aquí valen pura chingada!

-Tranquilo, Pingus. No te irrites que te sale espuma. Estoy seguro que Linito tiene con qué pagarnos. ¿Verdad?

-A pues… yo no sabía que le debía, Don Goyo… yo no…

-Lino, ¡Linito! No me salgas con pendejadas ahorita. Me debes la protección que te dí la última vez que estuviste aquí; para que no te rompieran los huesos, y me debes ya la protección que te estoy dando ahora. No querrás quedarte sin nariz tan pronto, nene.

-Hazle caso a Don Goyo, maricón. Porque si no, yo mismo te vuelo tu narizota.

-Tranquilo Pingus, jajaja no asustes a nuestro protegido. ¡Regístralo y quítale lo que tiene!

No perdí mucho con el despojo que me asestaron mis dos nuevos amigos, el viejo conocido Don Goyo –gángster local- y Pingus, un calavera fármaco-dependiente. Me hicieron recordar rápidamente lo acogedora que es la cárcel y lo mucho que necesitaba hacerme de aliados pronto, o mi bella e italianesca nariz perdería su gracia.
La hora de la comida, posiblemente sería el momento adecuado para lograr simpatías con los demás internos, y unirme a alguna de sus bandas, para no ser acosado por los rudos.
Tomé entonces mi ración mísera de comida, para disponerme a buscar un lugar dónde sentarme, y abordar a los comensales.

“Hey, camarada, esta comida cada vez sabe más a basura jeje”. Le dije a un sujeto flaco de ojos saltones. Se veía un poco atolondrado y me inspiró confianza; estaba solo en el rincón de una larga mesa, y el único con quien nadie quería hablar. “Deberíamos exigir a esos polizontes algo decente para comer ¿no crees? Jejeje”. Nada, su semblante era de total indiferencia, casi no comía, a pesar que se veía famélico. “Si, te entiendo. Ha de ser horrible llevar tanto tiempo aquí comiendo esta porquería. Yo apenas llevo tres días y ya me quiero escapar jajaja”. Le costaba mucho trabajo levantar la cuchara para comer. No mostraba el más mínimo gesto de emoción o intención por charlar conmigo. Y creo que difícilmente terminaría por comer aquella exigua ración de frijoles.

Después de la comida, nuevamente tuvimos un espacio de descanso, donde todos podíamos caminar por el patio e interactuar “libremente”, si es que tal término puede utilizarse dentro de una cárcel. Yo me sentía obnubilado y preferí sentarme alejado del gentío. Mientras el calor desordenaba mis pensamientos, un par de misteriosos se me acercaron.

-Levántate –dijo el más corpulento. Yo tuve que acceder, mientras los miraba desconcertado.

-Así que tú eres Linito, el protegido de Don Goyo –dijo el otro, un bigotón malencarado.

-Bueno tanto así como su protegido, pues no, porque yo…

-¡Escucha…! Por aquí me llaman Don Jacinto. Tú coopera conmigo, y verás que nadie se te arrima a molestarte. Este amigo corpulento que ves aquí se llama Gus, y desde hoy será tu amigo… si cooperas conmigo.

“Oh no, otro abusador”, pensé. En la cárcel, “coopera” y “jódete” son sinónimos. Ahora tendría a dos líderes mafiosos extorsionándome y haciendo de mi vida un infierno, mientras ésos burócratas de la jurisprudencia pierden el tiempo para dictar mi sentencia.
Mi pena se hacía más honda y suspiré un momento, para preguntar al bigotón Don Jacinto, acerca de la cooperación que me estaba requiriendo.

-No es muy complicado lo que yo te pido, Linito. Sólo comparte conmigo tu plan para escaparte de la cárcel.

-¿Plan? Pero, ¿cuál plan…? Yo no tengo ningún plan de fuga…

-Lino, ¡Linito! No me vengas con una pendejada tan grande. Tengo informantes en toda la cárcel, y uno de ellos me notificó que le confesaste lo de tu plan para escaparte.

Don Jacinto volvió la mirada y señaló a un sujeto a lo lejos, el mismo tipo de ojos saltones y cadavérico rostro, con quien compartí la hora de la comida. Con razón nadie se le acercaba, pues ése famélico vendía noticias exageradas, y ahora yo estaba en problemas...

Llegado el atardecer, antes del último control nocturno, estaba en mi celda pensando en mi embrollo. No sabía cómo maniobrar la ominosa oferta de “protección” que me brindaban los dos mafiosos de allí, y para mi mala suerte, ahora sí tendría que inventar un plan de fuga pronto. Cuando creí que las cosas no podrían ser peor, miré a Don Goyo entrar a mi cuchitril.

-¡Don Goyo! Estaba pensando en usted precisamente… -sonreí pero muy angustiado, porque supuse que vendría por “su paga”.

-Qué bueno Linito, mi muchacho querido. Mira, te traje un pedazo de pan que Pingus le quitó a un bravucón.

-Caray… gracias Don Goyo por sus atenciones, pero yo no quisiera tener tantas deudas con usted, creo que no sería saludable… para mí, claro está. Ya sabe, mi nariz me gusta así como está y pues…

-Linito, olvida el pasado hermano mío.

"¿Que qué?" Me inquirí lleno de asombro.

-¿Hermano mío?... Ya sé... estoy muerto ¿verdad?... me mataron, y ni me di cuenta ¿verdad?… ¿Cómo fue, me acuchillaron, me ahorcaron, me pusieron ponzoña en la comida? ¡Pingus! Pingus me mató ¿verdad?

-Mi muchacho tan bromista, pero si Pingus sabe que tu eres como de mi familia y jamás te haría daño, mi hermanito querido. Y claro, entre hermanos no tiene que haber secretitos feos, ya sabes. Así que, como “hermanos” que somos, por qué no me compartes tu plan para fugarte de la cárcel, no seas egoísta. ¡Vamos!

"Mierda, ahora me lo explico", pensé.

-Ay no… no me diga más Don Goyo: un cadáver andarín de ojos saltones le informó que me quiero fugar de la cárcel.

-¡Ah! Lino, parece ya que estás conociendo a todos los muchachos de aquí. Ese hombrecillo cadavérico y de ojos prominentes es “El Amarillo”, un informante mío que me ha contado todo.

-Pero Don Goyo, es que yo no…

Y si todavía pensaban que esto sería lo peor que podría haberme pasado, un nuevo acontecimiento se sumó al cúmulo de mis desgracias. Toda vez que por la puerta apareció Don Jacinto.

-Qué haces aquí con mi protegido, Don Goyo, vete a tus negocios y no me jodas.

-¿Tu protegido? Bonita chingadera con la que me sales. Linito es mi protegido, y que te quede muy claro Don Jacinto, porque si te veo rondando por aquí, mis muchachos te van a mandar en pedazos al horno de cremación.

-Pues mis muchachos te mandan primero a ti, y todos tus lame-culos al infierno. De donde no debieron salir, bola de maricones.

La cosa se tensó hasta casi los golpes, que se evitaron gracias al silbato de control nocturno, que anunciaba el cierre de todas las celdas para dormir. Sin embargo, el clima fue bastante áspero al día siguiente, pues cada bando tenía sus hombres y la competencia entre mafias se hizo más acendrada. Yo evité salir a comer a la hora de mayor tránsito, ahorrándome los roces; pero no pude detener la bola de nieve que se venía hacia mí, y que alcanzó su mayor tamaño de complejidad, cuando no tuve más remedio que salir al patio central a mi “convivencia” forzosa.

Acudí con recelo, y rápidamente me situé lo más lejos posible del barullo, tratando de pasar desapercibido. Tal cosa no fue posible, pues de inmediato se me acercaron Don Goyo y Pingus, seguidos de unos cuantos malosos.

-Linito, estamos para ayudarte en lo que necesites. Ya sabes, no queremos que “nuestro plan” se venga abajo. No nos defraudes, hermanito. –Don Goyo guiñó un ojo y me dejó en claro que no quitaría el dedo del renglón.

-Quítate de allí, payaso –le dijo Don Jacinto, que venía acompañado de Gus y su propia corte de extorsionadores, el problema se me estaba haciendo muy grande-. Yo estoy con Lino, porque Él “coopera” conmigo. Quita tus pezuñas de mi protegido.

Los dos mafiosos estaban frente a mí en franco duelo de dimes y diretes. Sus ademanes se hacían más acalorados y llamaban la atención de los demás reos. Mi nerviosismo era un hervidero de alteración, pues sus gestos sugerían una gresca inevitable. Todo se disponía a un violento desenlace, cuando de repente, un personaje se abrió brecha entre las dos tribus. Era el cadáver de ojos saltones, el "emisario amarillista" que inventó todo esto, levantando su cabeza entre todos los revoltosos, y se proponía a hablar. La inverosímil actitud del enigmático personaje, fue seguida por los ojos de todos los presentes, quienes tal vez llevaban mucho tiempo sin oírle proferir palabra alguna.

-¿Por qué no dejan que Fontana diga, a quién piensa ayudar a escapar? –dijo secamente y con una voz blandengue y estreñida.

-¡Oh, gracias! ¡Muchas gracias! ¡No sabes el gusto que me da, que por fin hables! -le espeté regañándolo.

Ese esperpento macabro nunca habla, y cuando lo hace, da miedo por inoportuno. Ahora tendría yo que resolver la discordia entre estos dos villanos, siendo arrojado como cristiano a los leones y sin alternativa de prórroga. Sea cual fuere mi decisión, la batalla era inevitable, y lo único que cambiaría es que yo sería el provocador, ganándome el odio del bando contrario.

-Bueno, bueno. Que sea mi protegido el que te desengañe, Don Jacinto.

-El desengañado vas a ser tú, Don Goyo. Mi amigo Lino te hará ver como un pelmazo, cuando te aclare que él coopera conmigo.

-¡Linito, dile que estás conmigo! –dijeron los dos mafiosos al mismo tiempo, coincidiendo como nunca lo habían hecho, y por primera vez.

Ya no tenía escapatoria, debía inventar algo rápido o recibir un milagro puntual. Como sabía que esto último no iba a suceder, me concentré arduamente en buscar una solución ingeniosa… por desgracia, nunca he funcionado bien bajo presión, así que opté por una imberbe chapucería.

-Ya sé muchachos… miren, obviamente no traje "el Plan" conmigo. Porque si lo trajera para todos lados, pues se ensuciaría. Lo dejé en mi celda, claro está, por quién me toman. El cuidado ante todo. Denme un momentito y ahorita vengo...

-De qué estás hablando, no entiendo nada… ¿A dónde vas? –me preguntó Don Goyo.

-¡Ahora vengo, voy por el Plan a mi celda!

-Idiotas, agárrenlo que se nos pela, ¡Está huyendo y no tiene ningún plan para escapar! –gritó Don Jacinto.

¡A correr! Pues sí, nada mejor pude pensar y salí disparado de allí; mientras, detrás mío, la estampida de rijosos me perseguía, seguidos por la mirada desconcertada de los otros reos. Recorrí todo el patio a una velocidad ni siquiera soñada por los velocistas olímpicos, y al llegar al portón, toqué ruidosamente esperando alguien me abriera. Nada pasó y me volví para ver acercarse a todos mis depredadores dispuestos a la masacre. Apreté los dientes y fruncí el cuerpo, para sentir menos el trancazo, cuando inexplicablemente fui jalado del brazo y desplazado al interior del portón. Era un par de policías, que me llevaban a la zona de presentación de proscritos. Acto seguido escuché la voz de Don Jacinto golpeando la puerta, y desde el patio gritaba haciendo eco del enojo compartido de los demás delincuentes: “¡Lino, algún día te las vamos a cobrar todas juntas!”.

-Fontana, su caso es único, nadie como usted, con su facilidad para hacerse de “amigos” tan rápido. Sobre todo en esta cárcel. –me dijo el oficial. Yo todavía no salía de mi asombro y alivio.

-Qué pasa, qué sucede.

-Su sentencia fue dictada y su hermana ha hecho válido el derecho a libertad bajo fianza, que la ley le otorgó. Felicidades, es usted un hombre libre.

Tengo que agradecer el buen detalle de mi hermana. Que realizó un pago oportuno y me salvó de esos mequetrefes. Me daban un poco de preocupación sus últimas amenazas, pero tomando en cuenta que soy hábil para escapar de la justicia, haría yo todo lo posible por no caer de nuevo en la penitenciaría. Además, muchos de ellos eran consignados a largas condenas por sus maldades, y no saldrían de allí pronto.

Sentía yo ligereza de espíritu y un regocijo en mi nuevo amanecer, viendo de nuevo la diáfana alegría de la mañana entrando por mis ventanas. Un aire limpio y fresco.

-¡Ah! Karina, estoy contento. Libre estoy por fin, la mañana es bella, y ya no veré más ésas caras mugrosas de reos mal vivientes. Tengo mi periódico, un desayuno, un vaso de café…

-Un citatorio judicial.

-¿Qué? Karina ¿Qué cosa?

-Llegó esta mañana un citatorio judicial. No declaraste los impuestos de este año. Sí sabías que evadir impuestos es delito, ¿verdad hermano distraído?

-¡¡¡Me caigo en la mierda otra vez...!!!

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miércoles, 23 de enero de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 20:02... bueno, más o menos a ésa hora.

La finura, clase y estilo son cualidades que siempre he envidiado a los grandes hombres. Sin embargo, por las particularidades de mi vida, nunca he gozado la fortuna de tal sofisticación, ni mucho menos considerarme tan importante como cualquier notable señor.
Debido a esto, me propuse dejar testimonio de mi inclinación por la elegancia, deviniéndola hacia mí mediante un robo magistral. El cual sería la sustracción de las recetas de cocina del famoso Chef Gordiano, reconocido preparador de alimentos e innovador gastronómico. Para lograr dicha hazaña, pedí trabajo como mesero en su restaurante, un fastuoso y solemne lugar bautizado con el poco imaginativo nombre de “El Gourmet de Gordiano”.
Y así me encontraba yo aquí, tomando los pedidos de los clientes, sirviendo platillos de escrupulosa preparación y dándole la bienvenida a los quisquillosos y exigentes comensales, todo bajo la atenta supervisión de Maese Gordiano. El trabajo era arduo y varios de los asistentes al establecimiento eran aristócratas de diversa profesión, por lo cual nuestro Chef se mostraba más aprehensivo con cualquier error.

-Ay Lino, cómo me duele la espalda, ya no aguanto a éstos payasos. Mira a ese señor del rincón, Gordiano me dijo que era el dueño del Diario Metropolitano y me tiene haciéndole marca personal. Dice que si lo atendemos bien, nos puede beneficiar con una buena crítica en su sección de restaurantes. Ya no lo soporto es un petulante, o como decimos en mi barrio, un estirado.

-Si Nachito, lo entiendo. Yo tengo que ir a recibir a cada cremoso aristócrata que entra por esa puerta, decirle un estúpido discurso de bienvenida y situarlo en alguna mesa. Mientras ellos ignoran cada palabra que digo, como si yo fuera invisible.

-Lino, mira ése reloj que trae la esposa del Alcalde. Yo con ése reloj comería todo un mes. Y los aretes, observa cómo brillan, si los robara y los vendiera podría comprarme una mesa para poner mis cervezas. Y un cenicero… y un florero con forma de mujer nalgona… y una revista de Playboy…

Nachito era mi vulgar, pero simpático compañero de trabajo. Era flaco y correoso, sus gustos simples y su sencillez candorosa. Desde que entré allí supe que seríamos amigos, máxime que compartíamos la misma afición por la cleptomanía. Sin embargo, mientras yo trataba de lograr la inmortalidad sublime por mis hurtos, Nachito tenía intenciones más pedestres cuando pensaba robar algo. Su vulgaridad y carencia de ideas, se reflejaba en los tristes y banales objetos que intentaba robar. En la cocina nadie se explicaba por qué siempre faltaban cucharas, tenedores, cuchillos o cualquier cosa pequeña de plata. Yo sabía que mi querido Nachito era el responsable de esto, y más sabía cuál era el beneficio que obtendría de estas cosas robadas: las vendería para comprar pornografía, marihuana requemada, cervezas, películas “gore” de los ochentas y un sinnúmero de baratijas y cacharros que le gustaba tener. Pobre Nachito, sus gustos mundanos me daban ternura.

Y estaba en la plática con mi estimado compañero, cuando súbitamente Gordiano me llamó para acudir a la presencia de un hombre, proveniente de la Oficina del Alcalde. Corrí a la puerta para recibirlo y conducirlo a la mesa del funcionario.

-Soy el Secretario Vázquez de la Oficina General, y busco al Alcalde Mayagoitia. -Me dijo secamente el hombre, mostrando en sus palabras cierta premura.

-Adelante caballero, el Alcalde se encuentra degustando su cena. Acompáñeme para disponerle un lugar junto a Él. –hice una seña, y el sujeto me siguió sin variar su semblante adusto.

-Disculpe usted, Alcalde Mayagoitia; le hago de su conocimiento que su Secretario General hace acto de presencia y desea unirse a su convite. –El Alcalde me miró con indiferencia y luego observó a su hombre parado junto a la mesa.

-Si muchacho, gracias, puedes retirarte –me dijo el alcalde-. Pues vaya, no me esperaba su visita señor Secretario. Siéntese y acompáñenos, estoy tomando los alimentos con mi esposa.

-Buenas noches, Señora De Mayagoitia, buenas noches Señor Alcalde. Lamento interrumpirlos, pero el motivo de mi visita me lo exige.

-Hable ya, Vázquez, que me tiene intrigado.

-Señor ¿recuerda el asentamiento irregular de Bosque Frondoso?

-Ah sí, esos gitanos cuatreros que estaban invadiendo un predio de propiedad privada. Ya los mandé desalojar del lugar y metí a los líderes a la cárcel. Hicieron sudar un poco a mis policías, pero al final hemos ganado, y el dueño del terreno me ha prometido grandes “ayudas para el municipio” jejeje Si sabe usted a lo que me refiero…

-Señor, eso fue un gran error. La opinión pública lo percibe a usted como un tirano represor. El desalojo de una docena de familias, en Bosque Frondoso, no se interpretó como la defensa de los derechos del propietario del predio; sino como un cruel despojo a la gente pobre.

-¡Oh por Dios! ¡Si sólo fueron 9 o 10 los arrestados! Y se lo tienen bien merecido por robar el ganado ajeno. Y que me den las gracias por no arrestar a las familias enteras, que ya incurrían en un delito por invadir propiedad privada.

-Lo sé, Señor. Pero aún con esto, usted sabe que las masas viven de imágenes simplonas y superficiales de sus autoridades; debe dar marcha atrás con esto. Además sólo se robaron un par de vacas para tomar su leche, y ni siquiera las mataron. Debe liberar a los presos y hacerles prometer que no volverán al predio. ¡Y listo! Cuando la gente compruebe su bondad, recuperará su popularidad. ¡Recuerde que estamos en año electoral!

-Ya lo sé, los miembros de mi partido me recuerdan eso cada semana, y claro que quiero llegar a la gobernatura. Pero no puedo dar marcha atrás, Vázquez, no es tan fácil. Los empresarios no quieren dar dinero para mi campaña porque piensan que soy débil frente a la delincuencia. Con estos últimos arrestos, comenzaban a respetarme.

-Eso es bueno Señor Alcalde, pero los empresarios no representan el grueso de los votantes. Si quiere una buena cosecha de su partido en las elecciones, debe sembrar de inmediato simpatías entre los ciudadanos comunes, los de la calle. Haga algo que lo identifique con ellos.

-Maldita sea, la opinión pública es tan torpe y tan pedestre, dígame señor Secretario ¿qué podré hacer para ganarme a los ciudadanos de esta ciudad?

-No lo sé, tendremos que pensarlo con cuidado, Señor.

Cuando el Alcalde me pidió retirarme, fui a ayudarle a Nachito con una orden de platillos especiales que debía servir en diferentes mesas. Terminado esto, nos pusimos a ordenar la vajilla y observar de lejos a todos los comensales.

-Bola de cremosos. Les hablo y parece que soy invisible, ni siquiera me voltean a ver. Se creen los muy elevados, como si Dios los hubiera hecho a mano. ¡Me cago en ellos! –le dije a Nachito, mientras éste se deslizaba un par de cucharas en la bolsa de su pantalón.

-Cierto, Lino. A mí me traen corriendo estos payasos. Si el café está muy frío me lo regresan, si está muy caliente, me lo regresan… nada más por eso, también me voy a robar este pelador de papas.

-Nachito, ¿qué va usted a comprar ahora que venda todas esas baratijas?

-Pues, siempre he vivido en arrabal. Siempre he tenido una vida malograda, y ahora quiero cambiar, quiero tener algo de verdad más elevado.

-¡Nachito qué bien…!

-Quiero la muñeca inflable que ví en la tienda de Sex Shop. Yo nunca he tenido esos lujos. Siempre lo hago solo y viendo las revistas, ahora quiero algo más digno.

-No Nachito, olvide eso… mire le voy a contar mi plan: Quiero entrar al privado de Maese Gordiano y robarme su Recetario Profesional; quizás si me ayuda usted también consiga algo bueno, pero no revistas porno ni muñecas inflables, no. Puede usted entrar conmigo y tomar las cosas de valor que quiera, y luego venderlas para comprarse ropa de buena calidad, que lo muestre guapo y elegante. Le aseguro que bien vestido y bien peinado, consigue usted a una mujer de verdad. Una que realmente lo bese y lo mantenga despierto toda la noche, como se merece. ¿Qué le parece?

No cabe duda que un hombre común sólo necesita que se le muestren nuevos horizontes, para que de inmediato decida dejar su rutinaria vida y emprender camino hacia el mejor bienestar. Mi compañero no fue la excepción y hasta creí ver un brillo en sus ojos, imaginando lo que mis palabras le describían. Nos pusimos de acuerdo, y convenimos en una señal, que yo le haría, cuando la oportunidad de realizar el robo se presentara.

Pasaron unos momentos, y sucedió un hecho idóneo. Uno de los meseros, dejó caer una bandeja con alimentos, cerca de la mesa del Alcalde. Gordiano corrió a supervisar, él mismo, la reparación de la pifia y cerciorarse que dicho funcionario no hubiese salido afectado por el descuido. Ante tal confusión y semejante distracción, le hice a mi compañero la seña convenida minutos antes, y corrimos los dos por las escaleras hasta la parte superior del restaurante. Mientras, la caterva de morbosos comensales hacía un gran murmullo por la incomodidad provocada, haciendo más aparatoso el incidente. Los empleados del restaurante se arremolinaron en torno a Gordiano, para demostrar prestancia e iniciativa, cualidades exigidas enérgicamente por el Maese. Sabíamos que un mejor momento no habría, así que vimos nuestra ventaja y la aprovechamos.

-¡Rápido, no tenemos mucho tiempo! Yo tomaré el Recetario y usted puede tomar lo que quiera de la oficina. Pero hágalo rápido, aquí está su bolsa y no lo piense demasiado.

-Lino, voy a prender la luz…

-¡No Nachito! Nos delataría, mejor agudice la mirada y afine el tacto. ¡Pero apure, apure!

Creo que el error fue haber tardado demasiado. La codicia también nos jugó en contra. El libro de recetas era muy grande, sabía que en aquella bolsa no podría yo sacarlo de allí discretamente. Mi compañero también intentó llenar su bolsa de muchas cosas, demasiadas. Cuando nos percatamos que el clima en el área de las mesas volvía a la normalidad, tuvimos preocupación y actuamos desesperadamente. Tropezamos los dos y caímos al piso, golpeando un pedestal, donde Gordiano tenía una bella reproducción de la Venus de Milo. Dicha estatua cayó sobre una mesa de cristal y un sonido fuerte, de cristal rompiéndose, salió de aquella gran habitación; llegando hasta los oídos de todos los que estaban en la planta baja. De inmediato el Alcalde se paró y ordenó a sus guardaespaldas revisar. Gordiano hizo un gran escándalo llamando a la policía. Mientras los guardias subían la escalera, Nachito abrió la ventana y se tiró hacia el tejado contiguo, llevando su propio botín en las manos. Yo quise hacer lo mismo, pero los hombres del Alcalde me tomaron de la espalda y me lo impidieron. Todo era un caos y la gente gritaba angustiada. Ellos me llevaron a la planta baja, donde las miradas llenas de sorpresa me escrutaban.

-Pero ¿qué es esto, quién es este sujeto? –preguntó el Alcalde haciendo aspavientos.

-¡Fontana! Usted siempre me dio mala espina, sabía que no debía contratarlo. Es un sinvergüenza y lo he atrapado en pleno hurto. –me gritó acaloradamente Gordiano, con la vena de su frente levantada por la exaltación.

-Llevaba este bulto, creo que es lo que pretendía robar. –dijo uno de los guardias, mientras le entregaba al Chef la bolsa con mi botín.

Maese Gordiano abrió los ojos sorprendido y vació el contenido de la bolsa sobre una mesa, todos se arremolinaban para mirar. Su sorpresa se tornó en regaño y reclamo hacia mi persona.

-Quiero saber qué tipo de trabajador arriesga su empleo y su buen nombre, sólo para robar un pelador de papas, una engrapadora, un pisapapeles, un catálogo de ropa veraniega y un montón de revistas viejas. Sin contar varios cubiertos de plata, ¡lo cual explica por qué habían estado desapareciendo de mi cocina! Fontana, usted es un vulgar ladronzuelo y será llevado a la cárcel por cometer un delito tan cutre.

"Oh no ¡Nachito! Que poca ambición tiene…". Pensé con desconsuelo.

-Miren, sé que les va a sonar raro, pero yo no quería robarme esto… -les aclaré, y acto seguido todos movieron la cabeza en señal de desaprobación.

-¡Ja! Y todavía tiene la desvergüenza de negarlo, aún cuando ha sido atrapado en pleno crimen. ¡Eso dicen siempre los cobardes! Señor Alcalde, le pido que ordene a sus hombres lo arresten y sea consignado por robo.

-Su petición me parece justa, Chef Gordiano. Muchachos, llévenlo a una celda en la prisión. –dijo el Alcalde, levantando el pecho y siendo observado con admiración por los presentes.

Así estábamos, cuando súbitamente se abrieron las puertas del establecimiento. Varios policías y un par de vigilantes al servicio del Alcalde Mayagoitia, entraron con vehemencia llevando a un preso. Al constatar que se trataba de Nachito, supuse que ya no estaría solo en mi celda. Así que en cierto modo, me complació saber que tendría un amigo con quien platicar. Uno de los policías se acercó a Mayagoitia, y con voz firme, le explicó los hechos.

-Señor, hemos recibido el aviso oportuno de sus vigilantes, y hemos atrapado a este malhechor, que sorteó las azoteas intentando escapar con esta bolsa, la cual al parecer contiene su botín de esta noche.

Gordiano se acercó e increpó también a mi compañero de robo. Recibió la bolsa de manos de Mayagoitia e igualmente la vació sobre una mesa. Gritó al ver que contenía su amado Recetario y pidió también la sentencia de ladrón para mi amigo. El Alcalde estaba a punto de pronunciarse de nuevo, cuando fue interrumpido y llevado a un costado por su Secretario General.

-Señor, aquí hay una ventaja, no la deje ir.

-A qué se refiere, Secretario Vázquez, no le entiendo.

-Mire cómo la élite aristocrática de la ciudad está reunida aquí. Sus miradas son de lástima y empatía hacia este pequeño ladrón, escuche sus murmullos. No es como el otro vulgar que planeaba robarse un pelador de papas, no; este es un ladrón idealista. También observe hacia aquel lado y verá al dueño del Diario Metropolitano hablando con su editor por teléfono. Yo escuché su conversación y planea publicar una historia en primera plana acerca del “Robin Hood Gastronómico”, refiriéndose a nuestro pequeño bribón. Creen que se robó el Recetario para darle de comer a los pobres de su barrio.

-Bueno, bueno, ya entendí. Se ha ganado el corazón de todos con su novedosa, pero absurda y cursilona idea de robarse el Recetario del Chef Gordiano, ¿Y? ¡Tengo que castigarlo de todas maneras! O creerán que soy un enclenque.

-No necesariamente, Señor. Si usted castiga y trata como un ladrón cualquiera, a este pequeño “Robin Hood Gastronómico”, lo verán como al Sheriff de Nottingham, el despiadado villano. Piense en el impacto que tendría para su imagen, ser la comidilla de los caricaturistas en los periódicos. Además, aquí se encuentran reunidos artistas, escritores, periodistas y líderes de opinión… todos mostrarán simpatía en sus declaraciones diarias, y usted debe unirse a esta corriente amable que motivarán en el público.

-Vaya, me está usted convenciendo, Vázquez. Dígame qué es lo que sugiere entonces, para solucionar esto.

-Evite que nuestro “Robin Hood” pise la cárcel.

-Ya sé lo que haremos entonces, me viene una gran idea… le daremos trabajo comunitario ligero; que plante unos 10 árboles y luego lo dejaremos en libertad para que goce su fama. Así ganaré las simpatías de ambos grupos. Los empresarios me mirarán con confianza, y la población me tendrá por compasivo y comprensivo. ¡Ah! Y una cosa más Secretario, consígame una entrevista con el Diario Metropolitano. A la gente le encantan éstas historias.

-Usted lo ha dicho, Señor. Así se hará.

El desenlace me fue totalmente desfavorable. Dado que me tomaron por un ladronzuelo muy vulgar, pasé una temporada en prisión hasta que mi hermana se decidió a pagar la fianza. Lo de Nachito sí es digno de mención, pues en varios medios le dedicaron poemas, reportajes, canciones y hasta le pagaron para filmar una película basada en su vida.
A veces, siento que la vida no es muy justa. Pero bueno, mientras pueda volver a levantarme cada día con una nueva oportunidad, no me pienso quejar.

Y a pesar de todo, felicito siempre a Nachito: tiene una muñeca inflable que se ve igualita que Beyonce.

No pide más.

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miércoles, 9 de enero de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 17:27... bueno, más o menos a ésa hora.
Tiempo actual: Sábado, 6 horas con 43 minutos...

-Karina eres mi hermana, eres menor de edad y estás a mi cuidado. Son muchas las razones para sentirme responsable de tí, así que por favor ¡deja de estar tomando tanto café! No es bueno que una adolescente beba en las cantidades que tú lo haces.

-Fontana, basta. Ni siquiera mamá me regaña tanto. Estoy emocionada, fue una gran idea robarnos este camión de Starbucks™.

-Ya no estoy tan seguro de que haya sido una buena idea. En cuanto lleguemos a la ciudad venderemos el café a pequeños establecimientos y lo olvidarás.

-Café, café, café, caféeeeeeeee… ¡café!

-¡Karina cállate!…

Volviendo hacia atrás en el tiempo: Viernes, 19 horas con 27 minutos...

-Fontana, ¿Dónde estabas?

-Fui al baño, Karina. Tenía muchas ganas de orinar…

-¡Pero te tardaste media hora! Cómo es posible que alguien tome tanto tiempo sólo para orinar… ¿por qué tienes el pantalón mojado?

-Pues, tuve un pequeño incidente en el baño… Pero olvídalo, no es importante. Voy a abrir la puerta del camión de Starbucks™ con estas ganzúas que me encontré en el inodoro.

-¡Que asco! Tira ésos fierros feos, yo conseguí la llave para facilitarnos el robo. Soy una chica lista.

-¿Y cómo la conseguiste?

-Ah, es una larga historia…

55 minutos antes: Viernes, 18 horas con 32 minutos...

“Que suerte, no hay nadie en el baño. Creo que voy a orinar en este mingitorio… uy ¡pero qué porquería! Alguien arrojó unos asquerosos escupitajos en esto. Mejor voy al retrete, así podré cerrar la puerta y orinar con calma… ah que rico es orinar, sentía que me estallaba la vejiga; hey, un momento… ¿qué son ésos ruidos ahí afuera?”

-Roberto, no me puedes hacer esto no es justo. Yo te he querido siempre...

-Lo siento Julio, creo que lo nuestro fue sólo un espejismo. En realidad yo nunca quise ser homosexual, estaba experimentando nada más… hoy mismo besé una chica y fue lo más lindo que me ha pasado, creo que estoy enamorado.

-No Roberto no me dejes…

-Lo siento, pero se acabó. No tengo más qué decir. No lo hagas más difícil para los dos.

-Roberto no, por favor, no te vayas de mi vida…

“Pero que demonios ha pasado allí afuera. Caramba, las cosas que uno puede enterarse en el baño de un Starbucks™; es increíble, esta experiencia la podré contar a mis amigos en las reuniones”.

-Jajaja Par de maricones. –Un momento, eso lo dije o lo pensé.

-Hey, escuché que alguien habló dentro de ése baño ¿quién está ahí dentro?

“¡Oh no! Sí lo dije…”

-¡Abre ésa puerta y sal de ése baño! Te vamos a enseñar a no meterte en lo que no te importa. ¡Abre ésa puerta, impertinente!

-Déjenme en paz, quítense, quítenseee!

“Busca algo para defenderte, rápido… ¡Ah ya sé! La bomba del baño, al cabo está sucia…”

25 minutos antes: Viernes, 18 horas con 7 minutos...

-Fontana, ya deja de estar tomando tanta agua, ¿estás nervioso verdad? Ten calma, qué tan difícil puede ser robar un camión de Starbucks™.

-Bueno, ¿hace cuánto tiempo que no escuchabas de un robo como el que vamos a hacer? Tampoco creo que sea tan fácil.

-Mira, allí está el conductor del camión, ya lo ví. Se acercó con el gerente. Caray, vaya que es guapo ese conductor.

-¡Bah! A mí me parece que es gay.

-Los hombres sólo dicen eso cuando sienten envidia de un hombre guapo… mira Fontana, se ha quedado solo el camionero. Voy a sacarle plática, quizás me logre enterar de algo útil.

-Haz lo que quieras Karina, voy al baño mientras tanto. Me quiere estallar la vejiga.

“Que se quede hablando con ese camionero, no me importa. Estoy seguro que es gay, y el gerente es gay y todos los del Starbucks™ son gays… bola de maricones… ¿Dónde diablos están los baños?.”

-Hola me llamo Karina; debe ser súper interesante venir desde la ciudad hasta acá, manejando un camión de Starbucks™.

-Ah, bueno claro que sí jeje. Además no es algo que puede hacer cualquiera, no. Se necesita ser muy rudo y muy hábil, como yo jeje… mucho gusto, me llamo Roberto.

Un par de horas antes: Viernes, 16 horas con 7 minutos...

-Entonces no me vas a dirigir la palabra… Fontana ya, cuántas veces tendré que pedirte perdón… ya te dije que no fue intencional lo de tu vehículo, no quise hacerlo, me distraje.

-Sigue caminando Karina y guarda silencio, todo el siguiente año vas a trabajar para pagarme lo que le hiciste a mi camioneta… y acelera el paso, todavía nos falta camino para llegar hasta ese maldito lugar. No sé por qué participo en estos tontos rituales familiares.

-Eres muy rencoroso; piensa mejor que ya era tiempo de cambiar ese viejo armatoste y además… ¡Fontana mira allí adelante, lo encontramos!

-¡Wow!

-Es hermoso, y está todo tan majestuoso. Me siento tan viva cuando vengo aquí.

-Si Karina, es hermoso. Corramos para llegar más rápido.

“Olvidé por un rato los descuidos de mi hermana. Siempre me quejo de la vieja costumbre de venir a este lugar, pero cuando llego, las cosas parecen cambiar mediante un extraño embrujo. Año con año regresamos a este centro ceremonial que los lugareños llaman Guachimontones. Un lugar alejado de la civilización y quizás por eso mágico.”

-Caramba, desde aquí la vista es impresionante, Karina. Siento como si la vida se me renovara; lástima que papá y mamá ya no pudieron venir.

-Vaya hermano, por fin me hablas sin gritarme, hasta la voz te ha cambiado. ¿Verdad que tiene mística en este lugar?

-Sí… me siento como si unos ángeles me tomaran y luego me llevaran volando a… Starbucks™.

-¿ Starbucks™? ¿Qué tiene que ver Starbucks™?

-¡Karina, voltea para allá! Construyeron un Starbucks™ del otro lado del centro ceremonial. ¡No puedo creerlo, que horripilante!

-Oh no, después seguirá una zona hotelera, un centro comercial y le diremos adiós al paraíso escondido. Un patrimonio de la humanidad convertido en comercio barato.

-¿A quién demonios se le habrá ocurrido esto? ¡Me voy a cagar en quien lo haya hecho!

-Uhmmm… se me está ocurriendo una mejor idea, Fontana. Mira por aquel lado, les ha llegado un camión de aprovisionamiento de café. Qué te parece si matamos dos pájaros de un tiro: robamos ese camión para reponer lo de tu vieja camioneta, y nos cagamos en Starbucks™. ¡Dos por uno, qué mas quieres!

-Karina, te has ganado mi perdón… manos a la obra jejeje

Tres horas antes: Viernes, 13 horas con 7 minutos...

-¿Está buena el agua de la laguna?

-¿Karina, qué estás haciendo aquí? ¿Y la camioneta?

-Tranquilo, la moví de la carretera y la dejé estacionada en la vereda que baja hasta acá. ¿Para qué te bajabas a caminar si con la camioneta podías acercarte?

-Pero la pendiente está muy inclinada. Además, lo que yo pretendía era bajar a llenar este bote con agua y luego llevártelo arriba para que tomaras.

-Si ya sé, ya me lo habías dicho, pero tú a todo le quitas lo divertido y además…

-¿Karina, qué es eso que flota en el agua?

-¿Qué cosa? …Oh no…

-Karina… ¡Karina, mi camioneta! ¡Está hundiéndose en el agua! ¿Pero qué hiciste con ella?

-Ay, pues yo… yo… creo que no coloqué bien el freno de mano…

-¡Kariiiiinaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!

Quince minutos antes: Viernes, 12 horas con 52 minutos...

-¿Ya casi llegamos a los Guachimontones? Tengo mucha sed, Fontana.

-¡Todavía no así que aguántate! Aún falta camino.

-Ah no seas malo, hay que detenernos a tomar agua. Ya se me acabó mi reserva. Mira flanqueando el camino, por ese descenso hay una laguna. Hay que ver si el agua está buena para beber, por favor, por favor, por favor, por favor…

-Bueno ya, pero no voy a bajar con la camioneta hasta ese lugar. La pendiente de la vereda está muy inclinada. Voy a dejar aquí el vehículo, bajaré caminando y con este bote voy a traerte agua.

-Ay, que aburrido eres.

50 minutos antes: Viernes, 12 horas con 2 minutos...

-¿Qué tienes en el cabello? ¡No puedo creerlo tienes una cana!

-No juegues conmigo, a mi edad no puedo tener canas.

-Fontana te lo juro jajaja, tienes una cana.

-Diablos no, este ritual me hace envejecer. Y además ya ni recuerdo por qué lo hacemos.

-Tonto, recuérdalo: fue en los Guachimontones donde papá le pidió matrimonio a mamá. Venimos cada año para celebrar el inicio de la familia Fontana. Tiene un significado místico y emotivo, como el lugar mismo.

-¡Bah! Tonterías de familia, Karina, eso es. Somos unos supersticiosos cursis.

-Eres un pesado… por eso tienes canas jajaja

Tres horas antes: Viernes, 9 horas con 2 minutos...

“Odio los rituales, sobre todo los que pierden el sentido con el tiempo. Mi hermana nuevamente quiere que vayamos al centro ceremonial donde acudimos cada año, como parte de una vieja costumbre familiar. Dicho lugar es conocido como Los Guachimontones, que son unas construcciones cónicas, tipo pirámide escalonada. Pensé que este año me salvaría de acudir a esta supersticiosa tradición familiar pero me equivoqué. Por lo regular suelen venir nuestros padres, pero este año papá tuvo un accidente y se fracturó una pierna. Mamá lo cuidará y nos ordenó que hiciéramos honrar el ritual en su nombre… maldita sea”.

-¡Fontana ya vámonos! Teníamos que salir a las nueve en punto, deja ya de estar escribiendo ese diario, pareces una colegiala. Nadie va a leer esas historias tuyas, son muy aburridas.

-Cállate Karina, yo sabré lo que hago; son mis cosas, déjame en paz.

-Aaah, como quieras; te espero en la camioneta.

Mucho tiempo atrás: un año antes, en los Guachimontones...

-¿Mis papás siguen arriba de la pirámide?

-Si, están abrazados y diciéndose cosas al oído. Este lugar les trae muy buenos recuerdos.

-Menos mal. Por cierto, ¿qué es eso? Parece que están construyendo algo, ¿qué será? Karina.

-Quizás un museo de historia prehispánica. ¡Sería genial, Fontana!

-Bueno, mientras sea eso y no McDonald's™ o un Starbucks™…

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miércoles, 2 de enero de 2008
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 19:47... bueno, más o menos a ésa hora.

“Fontana, su gato ha hecho algo de muy mal gusto en mi jardín. Le exijo que lo castigue”. “Mi televisor ha perdido la señal toda esta semana, precisamente por las noches, cuando llega usted a su casa ¿sabe algo al respecto, señor Fontana?”. “Mi auto amaneció sin aire en las llantas, ¿de casualidad salió a caminar por el vecindario?”. “¿Puede bajar el volumen de su música por las noches?”. “¿Puede dejar de decir groserías frente a mis hijos?”.

Mi vecindario era encantador, agradable y cálido. Pero de las pocas cosas que no me gustaban, la más exasperante era Gary.
Siempre impertinente, exagerado, antipático y sobre todo quisquilloso, mi vecino Gary era la piedra en mi zapato. Era el único que sospechaba con peligrosa suspicacia, acerca de mis actividades ilegales, al grado de casi sorprenderme en tal flagrancia. Su percepción era que tal vez yo vendía mercancía pirata o productos chinos (perdonen el pleonasmo). Jamás pudo probar que yo robara, aunque su mirada era clara: no confiaba en mí, ni era yo de su agrado.

Una mañana de domingo casi al finalizar el año, regresaba yo de mi caminata dominical, cuando para mi mala suerte me lo encontré platicando con una amiga de todos nosotros –la joven, simpática y agradable Dalia-. Gary la estaba invitando a la Fiesta de Año Nuevo que su familia organizaba para los amigos del vecindario. Por supuesto que no tenía intenciones de invitarme, pero dado que la encantadora Dalia me lo mencionó en ese momento, Gary tuvo que acceder a hacerme la invitación para guardar las apariencias de cordialidad que tanto se esforzaba en mostrar.
Yo no pensaba llevar nada y presentarme a la celebración dispuesto a comer a costa de nuestro pesado anfitrión, sabía que eso lo irritaría. Sin embargo Dalia me pidió que trajera algunos vinos para acompañar los bocadillos que ella prepararía para la ocasión, y como me atraía bastante, decidí que acompañar sus bocadillos podría ser un primer paso acertado para después acompañarla a su departamento. En el juego de las posibilidades, el vino las aumenta; y además molestaría a Gary con mis pavoneos a lo largo y ancho de su mansión, así que nada sería mejor para empezar el año.

Aquel 31 de Diciembre toqué a su puerta cargando los vinos que se me encomendó llevar. Su lugar era muy espacioso y múltiples invitados habían llegado, a los cuales se fueron incorporando varios otros entre familiares del anfitrión, amigos, vecinos… y Yo, el no muy bienvenido Lino Fontana.
Pero no tanto, pues la familia de Gary era ajena a sus sentimientos y me recibió sin discriminaciones. Su esposa era una risueña obesa, su hijo e hija unos clásicos traviesillos que compartían el gusto por la comida, y todo mundo paseaba y conversaba por doquier. Toda una celebración en desarrollo pleno. Tengo que admitir que la esposa de Gary se esmeró en hacernos sentir cómodos, pero aún con esto, el resabio del flemático humor de nuestro anfitrión nunca se olvidaba.

Dalia estaba hermosa y tuve la oportunidad de platicar con ella durante toda la velada; acaso eso fuera lo único que me hizo olvidar las reticencias de Gary contra mi persona, mientras refunfuñaba discretamente por mis paseos a lo largo de su casa, las simpatías que hice con los invitados y mi pintoresca manera de hablar con la boca llena de comida. Creo que cumplí gozosamente con mi objetivo de fastidiarlo.
La noche avanzó y la hora de la cena fue muy gratificante, todos nos apersonamos alrededor de la gran mesa que se incorporó para la reunión y Gary comenzó el festín con unas palabras. Después de sus pamemas cursis, la costumbre familiar obligaba a un invitado a decir algunos buenos deseos y proponer un brindis por alguna razón noble. La esposa de Gary pidió que esta ocasión fuera algún invitado inédito quien diera el breve discursillo. De inmediato tuve una sensación desagradable, pues sólo éramos tres las personas que asistíamos por primera vez a ese convivio. Recliné un poco la espalda en mi silla tratando de que nadie reparara en mi presencia y condición de primerizo; mientras trataba de pasar desapercibido me repetía en silencio: “Que no sea yo, que no sea yo”.

Por una jugada del diablo, crucé una mirada accidental con Gary, a quien la molestia de su semblante lo delató acerca de sus pensamientos: “Que no sea Fontana, que no sea Fontana”.

-¡Qué les parece si Fontana nos otorga el honor del brindis!

Dalia sugirió lo que yo no deseaba ni quería, y mi antagonista frunció el semblante pidiendo a otro comensal para realizar dicha costumbre. Carlos y José, los otros dos primerizos, declinaron pidiendo fuera yo el afortunado. Ellos, aunque inéditos en esta reunión, ya eran reconocidos por los familiares de Gary. Así que su esposa insistió en mi participación, para presentarme ante quienes no tenían el placer de conocerme. Todos asintieron y no hubo otra opción.

-Voy a proponer un Brindis por nuestro anfitrión Gary, su bella familia y su hermosa casa, un cómodo recinto en donde hemos coincidido esta agradable noche de año nuevo.- Hice una pausa para tragarme mi hipocresía, todos tomaron su copa y la alzaron con prestancia, dispuestos a hacer eco de mis dulces palabras. –También les quiero desear que en este nuevo ciclo, nuestros esfuerzos consigan el logro que buscamos en cada etapa de nuestras vidas. Confío en las fuerzas del trabajo diario. ¡Que las cosas caigan por su propio peso!

Todos aplaudieron después de beber su copa y la aceptación que recibí de los comensales fue motivo de molestia para Gary, que me miraba enojado y muy poco tardó en replicar mi brindis.

-Que curioso que mencione eso, Fontana. Yo también quisiera que las cosas, y sobre todo las personas, cayeran por su propio peso. Sobre todo en este vecindario, donde uno se topa con gente arribista, vulgar y macarra, de muy mala reputación.

-No se preocupe por esa gentuza, Señor Gary. Son inofensivos, pues inclusive puede ir uno a su casa, comer de su mesa y beber de su vino; y sin despeinarse siquiera.

-No se crea que tan fácil es hacer eso. Porque tarde o temprano a esa gente se la lleva el carajo y los veremos llorando en la calle.

-Pues esa gente de la que usted habla sigue aquí y no le veo una sola lágrima en la cara.

-Payaso…

-Nerd…

-Majadero…

-Llorón…

-¡Usted lo será Fontana, macarra de mierda!

La esposa de Gary reconvino a mi oponente por la rudeza, y después de suavizar sus ademanes y exhalar un poco de aire, sonrió falsamente a los demás comensales para quitarle presión a la situación. Ellos tomaron nuestra pequeña escaramuza como una juerga de bufones y rieron sin darle importancia, habíamos librado nuestra pequeña fricción sin lesiones de gravedad, haciéndola parecer un juego de niños. La esposa de Gary se levantó y agradeció nuestra participación en el festejo, pidiendo un brindis por todos los presentes, a lo cual accedimos con mucho gusto bebiendo con alegría.
En medio del júbilo general, uno de los hijos de Gary se acercó a éste y le dijo algo en el oído. El anfitrión se paró lentamente y levantó los brazos pidiendo una pausa a la concurrencia. Suspiró con molestia y dijo algo que sorprendió a todos.

-Damas y Caballeros, mi hijo me ha informado de algo muy desagradable. Quiero que todos pongan atención, en especial Fontana; pues ha desaparecido un Huevo de Oro puro que yo tenía sobre mi chimenea. Más allá del valor económico de dicho ornamento, el valor emotivo es incalculable. Por lo tanto, le pido al sinvergüenza que lo tomó –y en ese momento me miró a los ojos- que me lo devuelva.

-Bien dicho Gary, diles que apoquinen.

-¡Cállate Fontana y devuélveme mi Huevo…!

-No Gary –dijo su esposa-, no señalemos ni acusemos a nadie, porque todos seríamos igualmente sospechosos. No queremos juzgarlos, ni creemos que alguien aquí tenga mala voluntad. Todo sea tal vez un malentendido, vamos a apagar la luz unos momentos y cuando la encendamos, esperemos que lo robado aparezca en medio de esta misma mesa donde estamos reunidos. Sabemos de su buena fe. –al decir esto, se acercó al interruptor y apagó la luz, todo quedó en tiniebla total.

La obscuridad duró un minuto; mientras, se escuchaba el murmullo de expectación entre los asistentes. Pasado ese momento, la señora contó en regresivo diez segundos y volvió a encender la luz. En la mesa nada apareció y todo mundo comenzó sus especulaciones y exclamaciones.

-¡Me robaron mi collar de brillantes! –dijo una rubia de negras raíces.

-¡Me robaron mi celular con mp3, mp4, cámara de 28 mega-pixeles y touch-screen! –dijo un tipo de bigote.

-Se lo robaron por presumido… -dije yo.

-¡Me robaron… un beso! –dijo Dalia, tocando sus labios; yo sonreí inevitablemente.

Todos revisaban sus cosas y varios notaban alguna ausencia. Gary estaba irritadísimo y con el rostro descompuesto dijo unas cuantas groserías.

-Voy a llamar a la policía y el responsable de esto, que se está haciendo el gracioso, saldrá de esta fiesta exponiéndose a la mirada de todos. Se lo va a llevar el carajo y no lo digo por nadie en especial, ni por Fontana ni por nadie en específico. Por favor devuelvan todo lo robado... ¿Me estás escuchando Fontana?

-Ya querido, no nos dejemos llevar por el enojo. Miren amigos, daré una nueva oportunidad y apagaré la luz, esperando que esta vez las cosas aparezcan en medio de la mesa. No hagamos que esta velada se termine tan pronto y tan mal. La estábamos pasando bien. –En seguida, al terminar de decir esto, la esposa apagó nuevamente la luz y se hizo un silencio tenso. Ella procedió de la misma manera y después de un minuto, encendió de nuevo la lámpara.

-¡Me devolvieron mi collar de brillantes!

-¡Me devolvieron mi celular con mp3, mp4, cámara de…

-Te lo devolvieron y ya hombre, vuelve a lo tuyo y agradece… presumido. –dije yo con molestia.

Los presentes revisaron sus cosas, y al notar la aparición de todo lo hurtado, exhalaron aliviados. Luego yo toqué mis labios, pues ahora fui yo a quien le habían robado un beso durante este segundo apagón. Dalia volvió su mirada hacia mí y juntos nos sonreímos mutuamente. Aunque no pude robar nada de la casa de mi nefasto vecino, ahora la noche sí había valido la pena. Robé un beso a Dalia durante el primer apagón y mi gesto ella lo correspondió en esta segunda oscuridad. La noche no pudo ser mejor.

Las últimas palabras de la esposa de Gary me convencieron de regresar lo que sustraje; porque a fin de cuentas, si venía la policía la fiesta terminaría y no podría seguir avanzando con mis juegos de seducción. Dalia se veía prometedora y provocadora.

Cuando la velada terminó, nadie tenía una idea clara de lo que había ocurrido exactamente. Todos se miraban con reticencia y Gary permanecía sentado en un sillón frente a la chimenea, con una mano en su frente y en la otra sosteniendo el Huevo de Oro. Mientras tanto, en la puerta su esposa despedía a todos los invitados disculpándose de los contratiempos ocurridos durante la cena, y nos exhortaba a no dejar de visitarlos.

-Dalia gracias por todo lo de esta noche, y cuando digo todo, me refiero a TODO. La he pasado muy bien. –le dije yo con malicia.

-También la pasé rico Fontana. No me agradezcas la plática, fue un placer para mí, eres muy simpático.

-Jajaja Dalia, no me refiero sólo a la plática, también a “lo otro” tu sabes.

-Pues… no, no sé. ¿A qué te refieres?

-Pues, “lo otro”; ya sabes, lo del segundo apagón.

-No entiendo Fontana, a qué te refieres con lo del segundo apagón.

-Pues lo del segundo apagón, cuando tú…

-Señorita Dalia, gracias por venir a nuestra casa, sus bocadillos le quedaron deliciosos… ¡Ah! y señor Fontana… gracias, pero muchas gracias por haber venido. ¡Usted siempre tendrá las puertas abiertas en esta casa! Siempre, de par en par.

La esposa de Gary dijo esto último con mucha más alegría que cualquier otra cosa que haya dicho en toda la noche, y jamás olvidaré cómo me guiñó su ojo izquierdo.
Sobra decir que jamás volví a pisar esa casa. Cuando volví a la mía, me lavé la boca con jabón.

Inolvidable fué, aunque no como yo esperaba.

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