miércoles, 28 de noviembre de 2007
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 15:04... bueno, más o menos a ésa hora.
Finalmente se presentó ante mí la oportunidad de robarle a alguien que sí correría la voz de mis audacias y le contaría al mundo sobre mi elegancia de ladrón. Se trataba de un anciano escritor que vivía solo en su departamento. Yo tenía la esperanza de figurar en la historia de uno de sus libros, como el más ingenioso criminal con quien se hubiera encontrado.

Esa ocasión entré cuidadosamente a sus aposentos; el anciano jamás dejaba su habitación porque siempre estaba absorto en sus pensamientos y en sus manuscritos, de los cuales yo pensaba sustraer la última novela, para que en su lugar escribiera sobre mi atrevimiento.
Una vez dentro del lugar, constaté que su vida era muy ociosa. Tuve algo de suerte porque lo encontré dormido en su cama, así que no fue necesario someterlo. Busqué cuidadosamente el manuscrito en su pequeño estudio y me alegré cuando lo vi sobre la mesa, inclusive una de las hojas estaba dentro de la máquina mecanográfica.

-Ya será hace mucho tiempo cuando en este lugar habré recibido visita alguna.

-¿Qué? ¡Pero usted estaba dormido!

-Lo ha observado bien mi querido tunante, “estaba”. No ha sido algo más que la providencia la que me ha despertado y así he podido atraparle sobre mis manuscritos.

-Pero… y ahora qué va a hacer… estoy armado, soy peligroso y…

-Ahórreselo compañero. Quizás ni siquiera podré gozar de la vida suficiente para terminar de narrar esa historia, a razón de que mi salud ha empeorado en los últimos meses y tal vez no pueda tenerla empastada sobre mis manos.

-Bueno pero… ¿Puedo amarrarlo? Me gustaría que la policía lo encontrara sometido en una silla. Y cuando le pregunten ¿podría decir que opuso resistencia? Ya sabe, me ganaría un poco de respeto con los colegas y todo eso.

-Bueno, vaya que tipo. Total no tengo nada más divertido para hacer que jugar con usted al “Síndrome de Estocolmo”. Venga pues, pero no muy apretado porque soy de piel delicada.

No estuvo tan mal el acuerdo y aunque sus quejumbres y sus necedades me fastidiaron un poco, logramos montar una escena bastante convincente: el anciano atado de manos sentado en una silla. Tuve que darle unas cuantas cachetadas para simular que fui rudo. Aunque esto pareciera una brutalidad, lo fue menos que la patada que él me dio en la entrepierna sólo porque no le quise prender un cigarrillo y dejárselo en la boca, pues en mi opinión esto trastocaba todo el concepto.

Estuve un rato tirado en el piso sobándome las partes, cuando de repente el anciano suspiró con exhalaciones dificultosas. Estaba teniendo un infarto y quería decirme algo; hubiera podido llamar yo a un médico con rapidez si antes no me hubiera pateado. Lo único que pude hacer fue escucharlo.

-Quiero que hagas algo por mí… el mundo se me va y la vida también…

-No se muera, lo que sea prometo cumplírselo ¡dígame!

Con su último aire me expresó la manera en la cual quería ser depositado a su morada eterna. Sentí mucha tristeza, amargura y también mucho dolor, pues antes de partir al mundo de los muertos me asestó otra patada en las partes blandas, lo que me dejó en claro que debí haber accedido a su petición de darle un cigarrillo desde el principio.
No era fácil cumplir su deseo final, pero cualquier promesa hecha a un moribundo debe llevarse a cabo. Lo tomé y metí su cadáver en un saco que encontré. El deseo póstumo del viejo era ser cremado y esparcido en el mar. Debo decir que me esperaba más sofisticación de un escritor, pero ¿quién soy yo para juzgar sus deseos fúnebres?

Estuve dando vueltas por la ciudad buscando una sala de cremación pero todas estaban ocupadas. Cuando por fin encontré una, me di cuenta que el viejo toda su vida fue un tacaño y jamás compró seguro médico, ni otras previsiones para su defunción. Sin lo cual me era imposible complacer sus expectativas mortuorias. Debo aclarar que yo tampoco pagaría de mi bolsa los servicios crematorios, si el anciano era un tacaño yo no lo era menos. Además llevaba varios meses sin poder concretar ningún robo y dado que no tengo otra fuente de ingresos, porque me dedico en cuerpo y alma a mi labor profesional, pues no podía solventar esos penosos gastos. Agobiado por estas minucias, decidí mejor emprender la ruta hacia la costa más cercana. “Estoy seguro que en el camino se me va a ocurrir algo”, pensé para darme aplomo.

Por desgracia no se me ocurrió nada en todo el camino, y dado que mi viaje lo hice clandestinamente en un tren de carga, no pude pensar nada coherente por las incomodidades que me acechaban.
Al llegar a la costa y ver el mar, supe que pronto terminaría este periplo funesto. Busqué una embarcación en el muelle y por pláticas ajenas, me enteré que unos viejos amigos narcotraficantes zarparían pronto.

-¡Claro que sí Fontana! Ya sabes que siempre cuentas con nosotros. Oye pero ¿no te gustaría mejor participar del negocio? Podemos rellenar el cadáver con “La Mercancía” y luego lo trasladamos al extranjero con la excusa de que va a ser repatriado. Tenemos gente en las aduanas que nos consigue lo necesario. Ganarías buen dinero cuando el “encargo” fuera entregado.

Le agradecí a mi amigo Marcelo alias “El Don Cangrejo” –capitán del barco – por su oferta, pero le insistí en que esto tenía que ser muy serio pues mi promesa debía sostenerse hasta el final, tal es mi honor de caballero. Al llegar a mar abierto, toda la tripulación se presentó a cubierta para presenciar el acto funerario, que yo pretendía fuera muy emotivo. Tomé la hoja donde redacté una dedicatoria para el anciano y comencé a leer en voz alta: “Amigos, la vida es un instante y al darnos cuenta de su insignificancia, debemos ser humildes y trabajar cada hora de cada día en aprovecharla. Significa también esto que debemos honrar a todos los compañeros que perdemos: sean amigos o conocidos, sean personas con quienes nos topamos accidentalmente o a quienes pretendíamos robar…”

-Fontana quita ya eso, no puedo tener a toda mi gente en cubierta más de 5 minutos, parece que lloverá en un rato y debemos tomar previsiones ¡Apúrate!

Debido a las prisas de mi capitán, le pedí ayuda a un mozo y arrojamos el cuerpo al océano. Yo abrí los brazos y mire al cielo; a punto estaba de recitar una oración cuando unos ruidos como de chapoteos en el agua me hicieron mirar abajo. Toda la tripulación corrió a la borda a observar lo que sucedía: Unos tiburones se comían el cuerpo del anciano cuales buitres a la carroña. Pedazo tras pedazo fue devorado por los enormes depredadores. Los hombres comenzaron a reír y uno a uno se fueron dispersando para volver a sus posiciones, pues la lluvia parecía venir ya cerca. Yo me quedé mirando el océano mientras pensaba: “Con razón primero los creman”.

Marcelo se acercó para darme una palmada en la espalda y me miró con algo de compasión.

-Lástima Fontana… bueno, al menos no dirá que sus restos no quedaron esparcidos en el mar. Todo tiene solución muchacho, no te apures.

La conciencia me torturó un poco durante un par de meses. Sobra decir que el resto de aquel viaje tuve bastante mareo por causa del remordimiento y las turbulencias. Vomité mucho y causé algunos alborotos. Los mozos querían hacer conmigo lo mismo que con el cadáver del anciano, pero al final nadie fue grosero conmigo porque Marcelo me encerró en un camarote sucio pero muy cómodo. Siempre recordaré a ese viejo creador de ficciones y novelas picarescas. En donde sea que esté le mando mi salutación y mi respeto.

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domingo, 18 de noviembre de 2007
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 7:56... bueno, más o menos a ésa hora.


No hay nada que a un ladrón cautive más que el interés de los intelectuales y los artistas por relatar sus fechorías y movimientos criminalísticos. Por aquel entonces, tenía yo pensado lograr un robo que indudablemente sería la noticia de moda dentro del mundo de la cultura y la ciencia: el robo del esqueleto del Gran Mamut, encontrado en las arenas de la reserva natural occidental, cercana a nuestra ciudad.

Como tal labor requería un esfuerzo extraordinario, y la capacidad y conocimientos de varios especialistas del crimen, me di a la tarea de reclutarlos buscando entre los más grandes perpetradores de asaltos y fraudes en la ciudad.

Tardé tres semanas en tenerlos a todos juntos y convencerlos de mi plan. Los cité una tarde para explicarles mi proyecto de robo y la función que realizarían cada uno de ellos. Aquí estaban en el sótano de mi casa desde donde sería el centro de operaciones. A continuación doy los nombres del equipo reunido en ese momento, integrado por personalidades del mundo del crimen.

Miguel Cerrojo, un infalible penetrador de puertas y capaz de abrir cualquier fortaleza.

Leo Hacker, excelente elemento de respaldo que conoce totalmente el mundo de la electrónica y la informática. De excelente ayuda cuando se trata de neutralizar alarmas.

Gina Lee, una guapa chica surfista, que se agregó al equipo por ser la novia de Hacker. Debo decir que la única razón para que yo finalmente la aceptara, fue porque usaba ropa bastante ligera y corta que la hacía ver bastante bien.

El Gordo, un camionero que sabía a la perfección el negocio de trasladar valores robados.

Hércules, ex combatiente callejero y rebelde sin causa experto en armas. De utilidad en caso de repeler una intromisión de la policía y cubrirnos las espaldas para poder huir con el botín.

Karina Fontana, adolescente e hija de mis padres y por lo tanto mi hermana. Iba a ser imposible dejarla en casa y por lo tanto tuve que llevarla con nosotros. Si no lo hacía, nos iba a delatar con la policía y peor aún, les diría a Papá y Mamá que ando en “malos pasos” y vendrían a mi casa a darme un nuevo sermón.

Después de hacer las correspondientes presentaciones y de indicarles dónde se encontraban el baño y la cocina, comencé a explicarles la gráfica que contenía la descripción de mi idea y del botín que quería sustraer. De inmediato surgieron dudas acerca de los inconvenientes que surgirían para lograr concretar el robo del esqueleto del Mamut.

-Pero no entiendo ¿Para qué quieres robarte los huesos de un animal muerto? No sería mejor robar un banco, o asaltar a un millonario. –dijo mi hermana, entre el murmullo de aprobación de los presentes.

-Karina cállate, te dije que te quedaras arriba viendo videos. Además tú no sabes cuál es el concepto de este robo. No opines si no sabes –le regañé yo por sus impertinencias.

-Oye Fontana, ella tiene razón. Para qué queremos un estúpido fósil de elefante de hace miles de años ¿Qué beneficios vamos a tener de eso? –dijo El Gordo.

-¡Me estás ensuciando el mueble, panzón! Ya deja de estar comiendo churritos. No han entendido nada de lo que les expliqué: el móvil de este robo no es el lucro, es el prestigio.

Debo admitir que mi paciencia se quebrantó un poco cuando todos comenzaron a reírse de mi idea, pero no dejé que el pesimismo predominara en el ánimo. Esperé un par de minutos con los brazos cruzados a que terminaran sus risas, alentadas por los ademanes de burla de mi hermana, y continúe con la descripción del proyecto. Me fue difícil convencerlos, pero debido a mis grandes dotes histriónicas y mi llanto lastimero y lastimoso, accedieron a ayudarme.

Pasó una semana más y ya estaba listo todo de mi parte para llevar acabo el evento acordado. Les tuve que volver a llamar a cada uno de los integrantes por que la mayoría ya lo habían olvidado. La única que no lo olvidó fue mi hermana, quien todos los días me escuchaba hablar de eso y creo que se hartó un poco del tema. Pero se lo tiene bien merecido por ponerme en vergüenza frente a mis compinches. Las cosas estaban bien dispuestas y listas, pero la impaciencia se me acrecentó con el paso de las horas, pues ninguno llegaba y mi hermana sólo se carcajeaba con mis muecas de coraje.

-Entiende que no van a venir, yo hablé con ellos en la semana y no van a venir- dijo mi hermana con la voz entrecortada por la risa.

-Sí van a venir, teníamos un acuerdo y ellos son muy profesionales. ¡No me estés cansando la vida, Karina! Es sólo cuestión de tiempo y estaremos en camino de hacer el gran robo.

-¿El gran robo de qué? ¡Eres muy necio con esos huesos de animal muerto! Yo sé lo que te digo: NO-VAN-A-VENIR ¡Entiende!

Tuve que salir de la casa para no escuchar las burlas. No es que me estuviera dando por vencido, pero ya pasaban dos horas del tiempo acordado y nadie se había presentado a mi casa. “Quizás se les hizo tarde a todos y tengan planeado llegar allá al Museo” pensé con el brillo de optimismo que me caracteriza.

Me puse en camino pues la noche estaba avanzando, y tomé un autobús hacia el Museo. Supuestamente iríamos en el camión del Gordo, pero debido a que no llegaba tuve que viajar en transporte público. Una vez que llegué, constaté que para mi tristeza, era cierto lo que me dijo mi hermana. Ninguno de los convocados asistió a la cita y yo me tuve que aprestar solo a realizar el robo. “No importa –pensé- el botín de la gloria y la fama será mayor para mí”.

Yo había calculado que la parte lateral del Museo tenía un par de ventanas que se habrían fácilmente, ejerciendo presión con una cuña. Por desgracia me equivoqué y tuve que sacar un martillo y un cincel, para golpear fuertemente la bisagra y sacarla de su eje. Después de algo de forcejeo y hacer más ruido del que tenía planeado, pude desprender la ventana del marco y dejar libre su rectángulo.

-¿Joven, que hace usted allí trepado?

Caí al piso presa del susto que me provocó esta voz, y me lastimé un tobillo con el impacto. La caída fue estrepitosa y dolorosa. El pantalón se me rompió y quedé todo raspado. Un anciano de uniforme (presuntamente el velador) me miraba sorprendido mientras yo hacía gestos de dolor en el piso de la calle.

-Con cuidado joven, eso le pasa por andar de vándalo rompiendo ventanas de madera. Qué resbalón tan feo se puso.

-¡Auch! ¡Auch! Me ha usted atrapado –grité para pedirle clemencia y rogarle que no llamara a la policía –me merezco esto por intentar robar el esqueleto del Mamut. Soy un delincuente, lo sé, es mi castigo… ¡Auch! ¡Auch!

-Jejeje está usted un poco atrasado en noticias joven. Al Mamut se lo llevaron a Europa para un congreso internacional de Paleontología. Esta noche solo tenemos vasijas rotas y piedras del precolombino.

Logré distraer su atención y causarle lástima. Me frustré al saber que el golpazo y los raspones no valieron la pena, pues no había Mamut que robar, pero utilicé mi audacia y logré huir.

-No intente nada señor. Estoy armado y soy peligroso, no quiero lastimarlo –me caí de nuevo mientras le decía esto, porque el suelo tenía un hueco, pero me levanté rápidamente para no demostrarle debilidad –, voy a huir y no debe detenerme.

-No pues por mí váyase, a mí la ventana ni es tema que me interese. Total mañana vienen los de mantenimiento y me la arreglan en lo que canta el gallo. Además esas ventanas dan al baño público. Nadie se querría meter allí, están bien sucios jejeje y las puertas hacia el interior del museo están cerradas. Mejor váyase a su casa joven y tómese un té para el dolor. Con una buena sobada de analgésico se le quita la hinchazón que trae.

-No intente nada, me estoy retirando y espero que no me siga. Estoy armado y soy peligroso, le repito que no quiero causarle daño.

-Que le vaya bien joven, venga cuando guste a visitarme. ¡Que tenga buenas noches!

-Soy peligroso, no intente detenerme.

-¡Vaya con Dios, joven! ¡Hasta luego!

Logré escapar de las garras de ese velador que quería arrestarme, pero gracias a mi sagacidad y mi rudeza, logré mostrarle quién tenía el control de la situación y la serenidad para manejar las cosas. Así logre retirarme del lugar sano y salvo.

Me fuí cojeando por la calle recorriendo varias cuadras con un poco de dolor en el tobillo y deseando que pasara un taxi, pero la calle estaba solitaria y vacía. Inesperadamente un vehículo de potentes luces delanteras resplandeció mis ojos y creí que alguien me estaba siguiendo, pues intenté huir, pero el vehículo acompañó mi lento trajín de dolorosa dificultad con un lento avance también.

-¿Bueno qué quiere de mí? –le grité -¿Es usted un policía o un vago o un acosador? Apague sus luces porque no puedo mirarlo claramente, me está deslumbrando… ¡Identifíquese!

-¡Ya cállate Fontana! Pareces una colegiala hostigada ¿Vas a subirte o quieres irte arrastrando hasta tu casa? Pedazo de pelmazo.

-¿Hércules, eres tú?

Entré al vehículo y pude darme cuenta que se trataba del camión del Gordo. Ahí estaba todo mi equipo de sinvergüenzas, el mismo que me había abandonado horas antes.

-Gordo, no puedo creerlo, trajiste el camión. Hacker estás aquí, con tus computadoras. Miguel Cerrojo y Hércules, estoy feliz. No puedo creerlo, vinieron a ayudarme… Después de todo no me abandonaron ¡Son buenos compañeros! ¡Los quiero amigos!

-Jajaja Fontana quién sabe qué hongos te habrás fumado el día de hoy –dijo el Gordo con su inigualable risa cavernosa, mientras conducía con habitual falta de cuidado.

-Tranquilo Fontana, estás ebrio o se te subieron las sustancias –espetó Hacker con un tono de mucha sorna –Venimos de hacer el gran robo, nos ha ido muy bien.

-¿No entiendo, trajeron el Mamut? Pero ni siquiera está en la ciudad…

-¿Cuál Mamut? Eres un idiota ¿Todavía tienes esa ridiculez en la cabeza?

-Jajaja Relájate Hércules, parece ser que a Fontana no le pasaron el “memorando”. Enséñale…

Me desconcertaron un poco las palabras de Hacker, pero entendí lo que había sucedido cuando Hércules abrió la puerta del compartimiento trasero del camión y me enseñó todo. Ahí estaban la novia de Hacker y mi hermana Karina, contando y administrando unas bolsas al parecer llenas de dinero.

-Te dije que no iban a ir a lo del Mamut, pero eres muy terco. Jajaja Mamá tiene razón, tu necedad va a acabar contigo.

-Tu hermanita es muy lista Fontana, robamos un banco y nadie se dio cuenta. Mañana que lleguen los ejecutivos van a encontrarse con la sorpresita de que no hay plata jajaja –dijo Gina la novia de Hacker, este último se acercó y le dio un beso muy salivoso para después decirle: “Ahora sí reina, nos vamos a las Bahamas”.

-Pero muchachos, no entiendo…

-Llevas varios años sin entender nada…

-¡Cállate Karina! Me estás cansando la vida, en serio… Muchachos pero… ¿y la gloria? ¿Qué hay del Mamut que íbamos a robar para ser famosos?

-Ah si, lo de los huesos aquellos, sí lo recuerdo ¿Cómo te fue con eso Fontana? Te veías muy emocionado… -dijo Hacker brevemente pues fue interrumpido por Gina, que lo agarró con fuerza para darle otro salivoso beso. Hércules y Miguel Cerrojo se acercaron con mi hermana para ayudarle a contar los billetes.

-Sí cómo te fue con los huesos… -dijo Miguel sin siquiera voltear a verme. Expresando después una risa porque a Hércules se le soltaron los billetes que estaba contando y tendría que empezar de nuevo. No le cabían en las manos y se le caían, era demasiado dinero.

-Bien… me fue bien… está muy bonito el Mamut…

-Qué bien Fon-tana, lue-go nos lo ense-ñas… To-dos conten-tos esta noche –dijo Gina a pedazos, porque entre tanto beso y tanta saliva, no podía hablar con claridad.

El resto de la velada los muchachos se la pasaron contando dinero y bebiendo cerveza. Estuvieron en el sótano de mi casa y yo sólo tome unas cuantas botanas y después me retiré a mi habitación, pues las bromas y burlas de mi hermana acerca del Mamut ya me habían hartado.
No pude dormir muy bien esa noche pero por lo menos los muchachos me dieron dinero para que me comprara otro pantalón nuevo, pues el que traía se me raspó y ensució con las caídas de ese día. Salí de la aventura sin pérdidas ni ganancias. No fue tan malo después de todo. Sé que debo aprender de mis errores y no volver a cometer las mismas imprecisiones. Es lo que pienso hacer de ahora en adelante. Espero que ese Mamut regrese pronto a la ciudad y ahora sí la voy a hacer en grande, es sólo cuestión de tiempo.

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martes, 13 de noviembre de 2007
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 4:46... bueno, más o menos a ésa hora.
Este golpe lo estuve planeando durante varios meses pues soy un poco lento y flojo para dibujar “planos de trabajo” y rutas de escape; así que me tomó alrededor de 4 meses meditarlo hasta que lo definí completamente.

Me sentía muy orgulloso porque si todo salía acorde a lo estimado, este robo estaría en boca de todos y me ganaría prestigio en los periódicos locales, provocando el tema de conversación en las cantinas y lugares de reunión de la gente. La Señora Borja era una de las mujeres más ricas y más bellas de ese vecindario. Su marido no estaba en la ciudad y ella solía salir de casa en esas temporadas; supongo que le daba miedo ser víctima de un asalto y supongo también que debía irse con algún familiar cercano a pasar las lúgubres noches que su marido no estaba en el hogar. Cuando observé este comportamiento no me fue difícil escoger el día en que me presentaría para realizar el gran robo.

Soy un presuntuoso y me gusta vanagloriarme. Llámenme egoísta y pretencioso pero ¿A quién no le gusta el prestigio y la fama? A cualquiera claro. Así que mi plan incluía llevar una rosa y dejarla en el lugar como prueba de mi orgullosa proeza. Esta arrogancia haría desquiciar a la policía y encantaría a los parroquianos asiduos visitantes de bares y cantinas, a quienes les gusta deleitarse con historias de sinvergüenzas llenos de audacia. Mi plan era que me llamaran: “El Ladrón de la Rosa”. Se escucha con mucho estilo y también muy sexy. No me merezco menos que eso, lo que un ladrón de alta categoría debe presumir…

Llegaba la hora, eran casi las doce de la noche, toda la calle suspiraba silenciosamente y tenía un poco de sudor en las manos, ataviadas con guantes. Yo iba vestido todo de negro con un antifaz que afilaba mis facciones y me hacía ver más espigado. La parte más complicada del plan ya había sido superada, la cual era escoger el vestuario y peinado más elegante para la ocasión. Debo confesar que me molesté un poco los días anteriores a éste porque cuando me probé el pantalón y la camisa negra que iba a utilizar, me di cuenta que me veía más gordo e inclusive tenía un ligero sobrepeso que se me notaba. Entonces cambié mi pantalón por uno “acampanado” al estilo de los 70’s. Me sentía fuera de moda pero ni hablar, sólo así logré disimular mi figura. Como obviamente eso hacía que los hombros se me vieran más angostos, tuve que buscar una camisa que tuviera relleno de “hombreras” para que mi silueta superior se viera más portentosa con unos hombros amplios. Debo aclarar que no soy vanidoso, lo que pasa es que me gusta verme bien.

En fin, como les iba diciendo, ya estaba sobre la calle y tuve que llevar algo de equipo para poder “escalar” la casa de al lado, pues su techo estaba mas accesible para subir y después acceder desde allí al techo de la enorme casa de tres pisos de la Señora Borja. Una vez que llegué a la parte superior de la primera finca, me proponía colocar la escalera para ahora sí, subir a la azotea de la casa que pretendía robar. Sin embargo mi plan titubeó un poco, porque escuche que desde el patio de esta habitación pequeña donde me encontraba parado, alguien murmuraba quejas y hacía ruidos.

-¡Papá! Voy a subir a mover la antena de la televisión porque se fue la señal, ¿Dónde dejaste la escalera?- profirió una voz de joven que se notaba decidido a subir al techo. Yo me espanté un poco y de inmediato comencé a pensar en una solución para esta contingencia.

Alarmado tomé la antena y comencé a agitarla haciendo sonidos gatunos, pretendiendo hacerle creer al joven en el patio debajo, que sólo se trataba de unos felinos en celo. Mi interpretación fue exitosa y como resultado de mi audaz proceder, escuché una voz que más adentro gritaba: “¡Listo hijo! ¡Ya regresó la señal, corre que te pierdes la acción!

-¡Ya voy! –espetó el joven, con lo cual me sentí aliviado, hasta que un torrente de agua fría congeló mi felicidad y mojó mis ropas, quedando yo empapado. -¡Listo papá, ya le quité lo caliente a esos animales!- dijo el chico después de haber arrojado un baldazo de agua fría que me dejó helado y pensando si debía de haber venido en otra noche.

Después de exprimir mis ropas, escalé exitosamente hasta el techo de la casa de la Señora Borja y observé la puerta que me llevaría al interior. No me fue difícil lograr abrirla y una vez dentro contemplé mi gloria materializándose. Una casa llena de joyas y lujosos bienes, sobre los cuales yo tenía en la mira el más valioso de todos: El Diamante Borja, regalo que el marido de la señora heredó de sus padres. El cual estaba tasado en el mercado en una cantidad tan grande, que podría sobrevivir con el dinero durante un par de años. Pero no era el dinero mi principal interés, sino el prestigio tan grande que me daría en la comunidad del hampa. Por fin sería respetado y los muchachos del gremio ya no harían bromas acerca de mi refinado estilo para trepar paredes o mis tiempos de novato, cuando seducido por la tentación de la fama, me presentaba frente a mis víctimas con mi nombre real para que todos lo recordaran y se corrieran la voz.

Continuaré mi relato detallando que hacía un par de meses, me había robado un estetoscopio de un doctor que consulté por un problema de bronquitis. El aparato que entonces había servido para que el doctor hiciera su diagnóstico escuchando mis pulmones, sería el aparato con el cual ahora yo escucharía el interior de la caja fuerte, donde –por relatos de terceros- sabía que ahí guardaban el diamante. A pesar de tener esto muy bien calculado me decepcioné bastante al mirar la caja fuerte y observar que su cerrojo sólo se abría tecleando el código de seguridad en un panel digital. De esta manera el estetoscopio no me iba a servir de nada, y sólo me provocaría mucha vergüenza regresar con el mismo doctor a que me diera nuevamente medicamento para mi bronquitis, que se iba a poner peor con el agua fría que acababan de arrojarme.

Con el ánimo un poco descompuesto y arrojándole floreros y patadas a la caja fuerte, percibí un sonido que me asustó bastante. Comprobé que se trataba de la puerta de la casa, la cual era abierta por la Señora Borja quien estaba acompañada por un caballero que de ninguna manera era su esposo. Obviamente esto puso en evidencia que a la Señora Borja le gustaba vivir alegremente, teniendo un relevo para cuando la presencia de su marido le faltaba. Como supuse que los amantes irían al dormitorio a continuar con sus arrumacos y besuqueos, caminé suavemente a la oficina del Señor Borja que estaba tres puertas después del dormitorio. Allí esperaría a que comenzaran con su preludio amoroso y yo regresaría por el mismo pasillo para después acceder a la puerta que llevaba a las escaleras que iban al techo; y por las cuales no podía escaparme ya, porque ellos venían subiendo al tercer piso de manera apurada, como quien no puede esperar para consumar la expresión de su culposo placer.

Para mi mala fortuna, esa noche los amantes estaban inspirados y decidieron poner en marcha una fantasía que incluía tener sexo en la oficina del marido. Yo me coloque rápidamente debajo del escritorio, esperando a que un milagro y la oscuridad de la noche me salvaran de ser descubierto. Obviamente sobra decir que para ser discretos, los amantes no encendieron ninguna luz de la casa…

-No puedo creer que tu esposa haya llegado a la ciudad, que bueno que tuvimos tiempo de escapar- dijo la Señora Borja jadeando por las caricias de su amante.

-Pues ni yo, pero que bueno que tu maridito no está y tenemos la casa para nosotros, deja me quito esto…

-¡Oh Precioso! ¡Hoy te depilaste todas tus piernas! ¡Papito!

-Sólo para ti, mi hermosa… voy a quitarte este bello adorno –después que el amante decía esto, un sostén espectacular se desplazó al suelo. Como no me quedaba otra opción que matar el tiempo, lo tomé silenciosamente, comprobando que la Señora Borja era de medidas poco comunes y generosas.

Después de un par de horas y cuarenta y siete minutos, entre todos los ruidos que se apreciaban arriba de mi escondite, escuché un gemido que me indicó que las cosas habían terminado. Equivocado estaba, porque sólo tomarían una pausa…

-Mi hermosa, déjame ir al baño. Me gustaría que continuáramos con unos besos no precisamente en la boca jejeje permíteme unos minutos, voy a lavarme…

-Adelante mi amor –dijo ella-, el baño está en la habitación de allá, no te tardes nene.
Esta era mi única oportunidad de escapar de estos dos lujuriosos y no hacer el ridículo como otras tantas veces, así que en cuanto escuché que el amante cerraba a lo lejos la puerta del baño, comencé sigilosamente a reptar por el suelo de la oficina, mientras la Señora Borja suspiraba de placer recostada en el escritorio. Ayudado por la oscuridad de la noche, llegué deslizándome hasta la puerta que daba al pasillo, a punto de escapar…

-¡Ay nene! ¿Una nueva fantasía? Qué rico todo vestido de negro con un look tan retro… Ven acá mi amor ¿Qué esperas?

Dado que no me quedaba otra opción, tuve que acudir a su llamado y cuando ella me percibió con el antifaz entre la poca luz que había en esa habitación, su reacción fue muy acalorada y tuve que acceder a sus ruegos. Tuve que sacrificar mi plan para no ser descubierto y seguí sus sugerentes frotamientos, a los cuales yo correspondí con iguales gestos. Pude darme cuenta que sus protuberancias frontales no eran muy naturales que digamos. De las protuberancias traseras tuve un poco de duda, a pesar de que gocé de bastante y suficiente tiempo para sopesar todas sus partes y constatar palmo a palmo cada una de sus espectaculares formas. Por que eso si, no me puedo quejar de que no eran un festín al tacto y un deleite a los labios.

-Ay papito que rico, ay papito- gemía la mujer-, ay mi nene precioso juraría que hace un momento eras mas delgado.

“Y yo juraría que hace un rato era usted una dama” eso no lo dije, pues, pero lo pensé.

Estaba ella por quitarme la ropa con forcejeos, pues yo no quería que me descubriera, cuando escuché el sonido de la puerta del baño abriéndose. Ella se detuvo mirándome a los ojos y sospechando que algo raro pasaba. Yo corrí al pasillo dispuesto a huir a como diera lugar, cuando en la oscuridad escuché la voz del amante diciendo: “¡Mi amor ésta sorpresa te va a encantar!” Acto seguido ella encendió las luces del cuarto y la del pasillo y entonces observé al tipo vestido con un ajustadísimo disfraz de policía con unos pantaloncillos muy cortos y apretados y unos lentes negros…

-¿Quién demonios es usted? –dijo el amante sorprendido –Querida me hubieras dicho que te gustaban los tríos, yo hubiera buscado un tipo menos aguado.

-¡Dios mío Roberto, pero si yo no sé quién es este fulano! ¡Hasta intentó seducirme con su antifaz y sus sexis movimientos de manos!

-¡Yo no intenté seducirla, Señora! ¡Usted es de una líbido extremadamente accesible!

-¡Oígame malnacido! No le hable así a mi… a mi… bueno, no le hablé así. ¡Ningún desgraciado le va a faltar al respeto a ella! ¿Verdad Nena?

-¿Roberto qué estas esperando? No le expliques nada, ¡Golpéalo, no ves que es un ladronzuelo!

No se cómo pero pude llegar rodando hasta el final de la escalera. Apenas me estaba levantando para llegar a la puerta principal y huir por la calle, cuando ésta se abrió y el marido de la Señora Borja entró escuchando los gritos y encendiendo las luces de la casa.
-¿Qué? ¿Pero usted quién es y qué hace en mi casa? -dijo el marido, mientras la Señora Borja y su amante bajaban la escalera estrepitosamente. Todo se quedó en silencio entre la mirada atónita del marido, la cara de susto de los adúlteros y mi propia desesperación.

-¡Jorge! ¡Esposo mío, no te esperaba tan pronto!

-Carmelita ¿Qué diablos está pasando aquí? ¿Qué hace este policía en mi casa? ¿Y este sujeto vestido de negro quién es? –yo quise hablar pero no me dejó- ¡Aaaaah ya sé! ¡Este es el amante del que he escuchado rumores! ¿Verdad? ¡Este es el desgraciado que se roba mi felicidad cuando no estoy¡

-No señor, de ningún modo, yo no tengo nada que ver. Permítame explicarle…

-¡Usted a mí no me explique nada desgraciado! Esa rosa deshojada en la bolsa de su camisa, su antifaz con forma de gato y esa semi-erección sólo pueden indicar que usted venía a seducir a mi esposa y burlarse de mi honor...

-Usted no entiende, es que…

-¡Cállese! Pero hoy no se lo voy a permitir, degenerado ¡Hoy me va a conocer!

-Así es Jorge, éste era mi amante, pero hoy se portó muy mal y estoy arrepentida. Por eso llamé a este valiente policía que lo enfrentó.

-¡Señora no sea mentirosa! Yo no soy su amante… ni siquiera me dio chanza este gorila.

-Yo soy testigo de esto señor Don Jorge, este fulano vestido de negro se metió a su casa ¡Yo lo ví! Y entonces escuché los gritos de auxilio de su esposa y acudí al llamado. Fue una suerte que estuviera yo de servicio a estas horas y haciendo mi ronda en estos sexis pantaloncillos cortos.

-No es cierto, usted también es un mentiroso, permítame explicarle Don Jorge…

-¡Cállese sinvergüenza! Todavía se atreve a negarlo en frente de mi esposa y de este valiente policía quienes lo acusan, es el colmo de la desfachatez. Ayúdeme señor policía a darle una tunda a este miserable…

Debo considerar el hecho de que fui muy afortunado al no haber muerto. Los vecinos asustados por los gritos y los golpes llamaron a la verdadera policía y me llevaron preso. Nunca como hasta ese día la cárcel me había parecido tan confortable y hospitalaria. La verdad es que después de que cesaron las hemorragias internas y se aliviaron los moretones en cuerpo y ojos, le agradecí al cielo salir con vida de ese lugar.

Sí, fue una pena no haber conseguido el valioso y prestigiado botín. Pero no importa, no soy pesimista. La vida está hecha de oportunidades y sé que tarde o temprano lograré dar el gran golpe que me lleve a la fama. Mientras tanto, me repongo de los grandes golpes que me dieron a mí.

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lunes, 12 de noviembre de 2007
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 20:47... bueno, más o menos a ésa hora.
Hola, me llamo Lino Fontana, soy un ladrón y en este blog escribo mis memorias. Soy un sinverguenza… pero cómo me he divertido.

Ya sé lo que me van a decir: que es muy descarado de mi parte publicar todas las aventuras y desventuras de un ladrón confeso. Sé también que piensan que no debería ser tan cínico y disculparme con todas las personas a quienes les hice algún mal o les quité algún bien. Pero cuando lean mis memorias y descubran los pormenores de mi vida y mis razones, no evitarán burlarse y descubrirán que lejos de sentir indignación por mi pasado criminal, cualquiera en su sano juicio no puede sentir menos que pena ajena por este ladrón que siempre quiso dar el gran golpe y al final resultó invariablemente golpeado.

Sería insano no contarle a alguien sobre los remordimientos, recuerdos y karmas que rodean las reminiscencias de mi pasado. Aunque debo advertirles que no todo lo que les contaré serán historias de culposa criminalidad. La mayor parte de mis relatos son acerca de mi lastimero e infructuoso esfuerzo por hacerme de un nombre respetable dentro del exótico y estimulante mundo de la delincuencia.

Sean bienvenidos a los pormenores de mi pasado.

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