miércoles, 28 de noviembre de 2007
Esta colorida aventura de LINO FONTANA es traída hasta ustedes por Pedro J. Hernández, como a eso de las 15:04... bueno, más o menos a ésa hora.
Finalmente se presentó ante mí la oportunidad de robarle a alguien que sí correría la voz de mis audacias y le contaría al mundo sobre mi elegancia de ladrón. Se trataba de un anciano escritor que vivía solo en su departamento. Yo tenía la esperanza de figurar en la historia de uno de sus libros, como el más ingenioso criminal con quien se hubiera encontrado.

Esa ocasión entré cuidadosamente a sus aposentos; el anciano jamás dejaba su habitación porque siempre estaba absorto en sus pensamientos y en sus manuscritos, de los cuales yo pensaba sustraer la última novela, para que en su lugar escribiera sobre mi atrevimiento.
Una vez dentro del lugar, constaté que su vida era muy ociosa. Tuve algo de suerte porque lo encontré dormido en su cama, así que no fue necesario someterlo. Busqué cuidadosamente el manuscrito en su pequeño estudio y me alegré cuando lo vi sobre la mesa, inclusive una de las hojas estaba dentro de la máquina mecanográfica.

-Ya será hace mucho tiempo cuando en este lugar habré recibido visita alguna.

-¿Qué? ¡Pero usted estaba dormido!

-Lo ha observado bien mi querido tunante, “estaba”. No ha sido algo más que la providencia la que me ha despertado y así he podido atraparle sobre mis manuscritos.

-Pero… y ahora qué va a hacer… estoy armado, soy peligroso y…

-Ahórreselo compañero. Quizás ni siquiera podré gozar de la vida suficiente para terminar de narrar esa historia, a razón de que mi salud ha empeorado en los últimos meses y tal vez no pueda tenerla empastada sobre mis manos.

-Bueno pero… ¿Puedo amarrarlo? Me gustaría que la policía lo encontrara sometido en una silla. Y cuando le pregunten ¿podría decir que opuso resistencia? Ya sabe, me ganaría un poco de respeto con los colegas y todo eso.

-Bueno, vaya que tipo. Total no tengo nada más divertido para hacer que jugar con usted al “Síndrome de Estocolmo”. Venga pues, pero no muy apretado porque soy de piel delicada.

No estuvo tan mal el acuerdo y aunque sus quejumbres y sus necedades me fastidiaron un poco, logramos montar una escena bastante convincente: el anciano atado de manos sentado en una silla. Tuve que darle unas cuantas cachetadas para simular que fui rudo. Aunque esto pareciera una brutalidad, lo fue menos que la patada que él me dio en la entrepierna sólo porque no le quise prender un cigarrillo y dejárselo en la boca, pues en mi opinión esto trastocaba todo el concepto.

Estuve un rato tirado en el piso sobándome las partes, cuando de repente el anciano suspiró con exhalaciones dificultosas. Estaba teniendo un infarto y quería decirme algo; hubiera podido llamar yo a un médico con rapidez si antes no me hubiera pateado. Lo único que pude hacer fue escucharlo.

-Quiero que hagas algo por mí… el mundo se me va y la vida también…

-No se muera, lo que sea prometo cumplírselo ¡dígame!

Con su último aire me expresó la manera en la cual quería ser depositado a su morada eterna. Sentí mucha tristeza, amargura y también mucho dolor, pues antes de partir al mundo de los muertos me asestó otra patada en las partes blandas, lo que me dejó en claro que debí haber accedido a su petición de darle un cigarrillo desde el principio.
No era fácil cumplir su deseo final, pero cualquier promesa hecha a un moribundo debe llevarse a cabo. Lo tomé y metí su cadáver en un saco que encontré. El deseo póstumo del viejo era ser cremado y esparcido en el mar. Debo decir que me esperaba más sofisticación de un escritor, pero ¿quién soy yo para juzgar sus deseos fúnebres?

Estuve dando vueltas por la ciudad buscando una sala de cremación pero todas estaban ocupadas. Cuando por fin encontré una, me di cuenta que el viejo toda su vida fue un tacaño y jamás compró seguro médico, ni otras previsiones para su defunción. Sin lo cual me era imposible complacer sus expectativas mortuorias. Debo aclarar que yo tampoco pagaría de mi bolsa los servicios crematorios, si el anciano era un tacaño yo no lo era menos. Además llevaba varios meses sin poder concretar ningún robo y dado que no tengo otra fuente de ingresos, porque me dedico en cuerpo y alma a mi labor profesional, pues no podía solventar esos penosos gastos. Agobiado por estas minucias, decidí mejor emprender la ruta hacia la costa más cercana. “Estoy seguro que en el camino se me va a ocurrir algo”, pensé para darme aplomo.

Por desgracia no se me ocurrió nada en todo el camino, y dado que mi viaje lo hice clandestinamente en un tren de carga, no pude pensar nada coherente por las incomodidades que me acechaban.
Al llegar a la costa y ver el mar, supe que pronto terminaría este periplo funesto. Busqué una embarcación en el muelle y por pláticas ajenas, me enteré que unos viejos amigos narcotraficantes zarparían pronto.

-¡Claro que sí Fontana! Ya sabes que siempre cuentas con nosotros. Oye pero ¿no te gustaría mejor participar del negocio? Podemos rellenar el cadáver con “La Mercancía” y luego lo trasladamos al extranjero con la excusa de que va a ser repatriado. Tenemos gente en las aduanas que nos consigue lo necesario. Ganarías buen dinero cuando el “encargo” fuera entregado.

Le agradecí a mi amigo Marcelo alias “El Don Cangrejo” –capitán del barco – por su oferta, pero le insistí en que esto tenía que ser muy serio pues mi promesa debía sostenerse hasta el final, tal es mi honor de caballero. Al llegar a mar abierto, toda la tripulación se presentó a cubierta para presenciar el acto funerario, que yo pretendía fuera muy emotivo. Tomé la hoja donde redacté una dedicatoria para el anciano y comencé a leer en voz alta: “Amigos, la vida es un instante y al darnos cuenta de su insignificancia, debemos ser humildes y trabajar cada hora de cada día en aprovecharla. Significa también esto que debemos honrar a todos los compañeros que perdemos: sean amigos o conocidos, sean personas con quienes nos topamos accidentalmente o a quienes pretendíamos robar…”

-Fontana quita ya eso, no puedo tener a toda mi gente en cubierta más de 5 minutos, parece que lloverá en un rato y debemos tomar previsiones ¡Apúrate!

Debido a las prisas de mi capitán, le pedí ayuda a un mozo y arrojamos el cuerpo al océano. Yo abrí los brazos y mire al cielo; a punto estaba de recitar una oración cuando unos ruidos como de chapoteos en el agua me hicieron mirar abajo. Toda la tripulación corrió a la borda a observar lo que sucedía: Unos tiburones se comían el cuerpo del anciano cuales buitres a la carroña. Pedazo tras pedazo fue devorado por los enormes depredadores. Los hombres comenzaron a reír y uno a uno se fueron dispersando para volver a sus posiciones, pues la lluvia parecía venir ya cerca. Yo me quedé mirando el océano mientras pensaba: “Con razón primero los creman”.

Marcelo se acercó para darme una palmada en la espalda y me miró con algo de compasión.

-Lástima Fontana… bueno, al menos no dirá que sus restos no quedaron esparcidos en el mar. Todo tiene solución muchacho, no te apures.

La conciencia me torturó un poco durante un par de meses. Sobra decir que el resto de aquel viaje tuve bastante mareo por causa del remordimiento y las turbulencias. Vomité mucho y causé algunos alborotos. Los mozos querían hacer conmigo lo mismo que con el cadáver del anciano, pero al final nadie fue grosero conmigo porque Marcelo me encerró en un camarote sucio pero muy cómodo. Siempre recordaré a ese viejo creador de ficciones y novelas picarescas. En donde sea que esté le mando mi salutación y mi respeto.

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Estos 3 Amigos de lo ajeno me han aconsejado que:


A Anonymous Anónimo le robé su cartera el día 30 de noviembre de 2007, 15:41, mientras hacía este comentario en mi blog:

esta buenisimo felicidades muy divertido gracias!

 

A Anonymous Anónimo le robé su cartera el día 3 de diciembre de 2007, 15:31, mientras hacía este comentario en mi blog:

Siempre fuiste muy bueno para narrar historias, te felicito porque cada vez mejoras más, al menos me honra conocer al autor :)
saludosy no dejes de escribir.

 

A Blogger Unknown le robé su cartera el día 11 de diciembre de 2007, 8:29, mientras hacía este comentario en mi blog:

jajajajjajajajajajajaj muy buena historia