
-Seguramente su miedo se debe a una vivencia de la niñez que lo estremeció psíquicamente, señor Fontana.
-¿Eso es lo mejor que puede hacer? ¿Y por esto me está cobrando? ¡Oh vamos, Doctor! No vine a que me dijera lo mismo que puedo escuchar en el Discovery Channel o hasta en la revista Cosmopolitan. Haga algo espectacular, algo que desquite el dinero que le estoy pagando. Muéstreme todo el arsenal de la psicología, ¡impresióneme!
-Ejem… bueno, bueno… con calma señor Fontana, estaba primero agotando los procedimientos básicos de rutina. Ahora vamos con una maniobra más compleja: lo voy a hipnotizar.
-¡Así me gusta! Mi dinero gastándose con calidad y la psicología trabajando, mostrando el músculo por una vez en la vida. ¡Sensacional!
-Recuéstese en el diván y cierre los ojos. Observe esta cosa que sostengo en la mano y duerma… duerma señor Fontana… muy bien, así… ahora que está dormido, empiece a sentirse relajado, empiece a conectarse con su interior… así… así…permítame, no se mueva ni despierte, están tocando la puerta. Usted siga dormido conectándose con su interior.
-Doctor Villa, discúlpeme, es que en la recepción está un paciente muy molesto que quiere verlo.
-Juanita dígale que espere, estoy a la mitad de una hipnosis con este paciente. No es el momento adecuado.
-Ya lo sé Doctor, pero está muy enojado y me costó trabajo contenerlo y… Oh no, ¡allí viene! Se metió a la brava…
-¡Oígame pinche Doctor maricón! Me cobró bien caro, hijo de su reputa madre y ni sirvió de nada su jodido tratamiento para dejar el cigarro. Sus pinches técnicas valieron puro huevo, cabrón de mierda. Yo sigo fumando y fumando.
-No grite aquí, lo discutiremos luego, estoy a la mitad de la hipnosis con ése paciente de allá. No haga ruido, por favor.
-Me vale una puta verga, cabrón. ¡A mi me regresa mi dinero o le parto su madre, pendejo!
-¡Shhhh no haga ruido! Esta bien, esta bien, vaya con Juanita y ella le hará un recibo para que cobre su dinero en el banco. Ya póngase tranquilo y deje de gritar tan fuerte. Juanita, por favor, acompañe al señor y haga lo que dije.
-Sí Doctor Villa.
-Caramba pero qué mal humor… espero que esto no afecte la hipnosis… a ver… Señor Fontana, cuando yo cuente tres, usted despertará sintiéndose bien, relajado y feliz… Uno, Dos, Tres.
-¿Qué pasó? ¿Ya me curé?
-No señor Fontana, hubo algunos “factores de riesgo” y decidí abortar el procedimiento. Dejaremos su mente reposar algunos días y mi secretaria le programará una nueva sesión para la próxima semana.
-¿Pero ésta sesión no me la va a cobrar, verdad?
-Pues mmm… No ésta no, vaya a su casa y repose. Manténgase usted mismo en observación y si nota algo, me llama.
El Doctor me desconcertó con su explicación, pero igual me retiré como si nada hubiera pasado, después de todo no iba a cobrarme. Cero, igual que los resultados hasta el momento.
Iba camino a casa y abordé el tren, durante el trayecto tuve extrañas reminiscencias, que desaparecieron cuando un sujeto me interpeló ahí mismo. Se trataba de un viejo conocido mío, el estafador y rijoso, Leo Fausto.
-Miren a quién me he topado aquí. Lo que uno se puede encontrar cuando desciende a las alcantarillas. El mismísimo Lino Fontana –dijo Fausto con un tono despectivo.
-Fausto, compañero, ¿cómo te va? Tanto tiempo sin vernos.
-Cállate Fontana, y dame tu cartera, seguro has de traer dinero. En el Gremio se sabe de tus robos a la bodega de juguetes chinos y la fábrica de almohadas.
-No te voy a dar ni una chingada, pedazo de mierda mosqueada. Vete a lamberle los huevos a los del Gremio, que para eso eres muy diestro ¡chupa colas!
-¡Caray Fontana, no te enojes! No sabía que eras tan rudo, como siempre andas hablando con ése lenguaje tan afeminado y estirado, pensaba que eras maricón. Ahora sí veo que hasta hablas como si tuvieras el culo en la boca. Tal vez no eres tan joto y maricón como yo pensaba… Es más, te voy a compartir uno de mis planes, pues como veo de tu rudeza y tus últimos logros, tal vez podamos hacernos socios. Me has caído bien.
No sé qué me pasó. Me molesté cuando me quiso quitar mi cartera y comencé a decir groserías y vulgaridades que se salían de mi estilo. Sin embargo no le di importancia, y me regocijé cuando me invitó a hacernos socios, pues siempre he querido un contacto que me introduzca al Gremio. Y es que aunque yo hable mal del Gremio, es como el premio Oscar de la Academia: Queremos su reconocimiento, aunque lo detestemos.
Accedí a participar en su plan y una tarde me contó los pormenores del robo, se trataba de la Joyería Royalty. Acudí a su casa para trazar las rutas y observar los mapas, y junto con otros dos secuaces -Harry y Henry –discutíamos todas las posibilidades. El debate fue muy acalorado, pero debido a mis temperamentales insultos, tan vulgares y escatológicos, todos accedieron a hacerlo a mi estilo. Me veían como un macho dominante y me gané su respeto. La cosa marchaba bien, pero cuando todos reíamos por la claridad de nuestros cálculos, la Esposa de Fausto comenzó a llenar de gritos el aposento, pues estaba regañando a su jardinero justo en la entrada de la casa.
-Me cagan esos pinches cortes que les hiciste a mis árboles. Parece que tienes mierda en la cabeza, ¿que no entiendes?
-Pero Señora, usted me dijo que los hiciera redondos.
-Pues se ven muy jodidos, ni siquiera se ven totalmente redondos. Vale pura madre tu trabajo.
-Pero es que no se ven totalmente redondos porque el árbol no tiene ramas de aquél lado, entonces queda un hueco feo. Pero ni modo que eso sea mi culpa.
-Pues no te voy a pagar ni un chingado centavo porque no se ve redondo. Allá cuando le vuelvan a crecer las putas ramas vienes de nuevo, y entonces las cortas cuadradas.
-Pero Doña, no sea mala. Mi esposa está embarazada y estoy juntando dinero para el hospital. Además yo le pregunté y usted me dijo que redondo, de verdad no es mi culpa. Págueme la mitad por lo menos.
La esposa de Fausto se negó a pagar cantidad alguna y el desdichado jardinero se tuvo que ir sin sueldo por su jornada. Después de cerrar la puerta y despedirlo, ella sonrió y le dijo a Fausto: “Ya nos ahorramos unos billetes”. Éste le correspondió la sonrisa y la felicitó por su maniobra.
-Pobre hombre, necesitaba el dinero y además no tenía la culpa –les señalé a ambos.
-¡Que se joda por pendejo! –dijo la esposa –Yo ya sabía que no iba a quedar redondo, porque de aquél lado nunca ha tenido ramas el árbol. Además, técnicamente no puede reclamarnos, como mi árbol no quedó geométricamente exacto, ya me lo jodí por idiota jajajaja, allá que vaya con su mujer y lo consuele, que ha de estar igual de pendeja que él jajajaja.
-Si Fontana, que se joda la gente pendeja. Además ¿Tu qué rebuznas? Si eres un vil ladrón. No me vas a salir con la mamada de que eres un Robin Hood, que yo sepa nunca le quitaste al rico para darle al pobre, ésas son pavadas de nene –Fausto hizo un ademán con la mano y luego tomó su cerveza.
-Sí, pero le robo al que le sobra y lo despilfarra, no al que le falta y lo necesita. ¡Cabrón no seas tan huevón!
-¡Wow! Vas a opacar a la Madre Teresa. ¡Puras mariconadas las tuyas, Fontana!
En fin, terminó todo el jolgorio y dejamos todo hasta llegar a la fecha pactada. Ése día acudimos a la Joyería Royalty muy bien preparados y el robo fue un éxito. Desde antes calculamos que la policía podría seguirnos fácilmente si utilizábamos sólo un auto, así que mejor utilizamos varias motos para dar el golpe. Fausto se llevó las joyas y Henry, Harry y Yo, cubrimos su salida llevando también bolsas blancas vacías, escapando en varias direcciones para confundir a los testigos.
Una semana después, nos veríamos nuevamente en la casa de Fausto para repartir el botín. Él ofreció esperar toda ésa semana antes de reunirnos para sortear las pesquisas policíacas y cambiar las joyas por dinero, para tenerlo ya en efectivo. Así él nos entregaría dinero constante y sonante cuando acudiéramos la siguiente semana a recibir nuestra parte del robo.
Yo sentí que era demasiada responsabilidad para un solo miembro, así que omitiendo nuestro pacto, acudí a su casa dos días después del robo para ayudarle con el difícil encargo de cambiar las joyas por dinero en efectivo. Su teléfono no funcionaba y temí que lo hubieran descubierto.
Al llegar, sigilosamente observé alrededor sin encontrar desperfectos. Nada parecía fuera de lugar, así que acudí a tocar la puerta, lo hice varias veces pero nadie apareció. “Uy no, desde ayer se fueron. No dijeron a dónde iban”, me comentó uno de los vecinos a quien le pregunté.
Imaginé que ése maldito tenía una agenda oculta y no planeaba pagarnos. La traición se hizo más evidente cuando encontré en sus bolsas de basura un par de folletos rotos en varios pedazos, que indicaban su intención de irse al Hotel Holiday Bells, al otro extremo del país, en la costa del golfo.
Tomé la determinación y me dispuse a seguir sus pasos con el objetivo de la venganza. Hice un vuelo en avión y me puse a buscar el alojamiento mencionado por todo el puerto. Tardé casi todo el día en ubicar el hotel y observar su movimiento para saber si se encontraban en ese lugar. No pregunté en la recepción pues supuse que no se registrarían con sus nombres verdaderos, ni quería levantar sospechas.
Al caer la noche, pude por fin encontrar a la nefasta pareja. Evidentemente, yo mismo tuve que hospedarme allí para poder sondear todo el hotel desde adentro, y fue en el bar donde los encontré.
No los abordé y dejé que subieran a su habitación. Al parecer sólo tomaron unas cuantas copas y ahora acudían a su cuarto para cambiar de ropa y aprestarse a salir a un antro del puerto. Cuando cerraban ya la puerta, puse el pie para detenerla y luego entré a la habitación, con una pistola en la mano.
-Así me los quería encontrar par de pendejos traicioneros. ¿Pensaron que iba a ser fácil cagarse en nosotros, no? Pues se joden cabrones porque ahora mismo me los voy a chingar.
-¡Fontana! ¿Cómo mierda nos encontraste?
Ambos se mostraron sorprendidos y temerosos, lo primero que hice fue ordenarle a la esposa de Fausto que amarrara a éste a una silla y le cerrara la boca con un pañuelo. Luego le inquirí a ella sobre el dinero.
-Jódase, señor Fontana -contestó ella intentando desafiarme-, no le vamos a dar el dinero y si nos estorba yo misma lo voy a…
-Mira, pinche puta rancia y asquerosa, si no quieres que me convierta en tu chulo delante de tu maridito, me vas a dar el dinero antes de que ésta pistola te llene el culo de plomo, ¿entiendes?
-Sí…
Corrió asustada por el dinero y me lo trajo sin pausa. Yo me acerqué a su oído y le dije: “Y no dejes de usar esas falditas cortas, que se te ve muy bueno el rabo, zorra culona”, luego le agarré una nalga y ella gritó breve y ahogadamente. La amarré por la espalda y la dejé tirada en la cama, también amordazada. Verifiqué las ataduras de Fausto y su mirada estaba llena de rabia.
-Si quieres buscarme cuando vuelvas a la ciudad te voy a estar esperando –le dije -. Harry y Henry tienen muchas cuentas qué arreglar contigo, y se encabronaron mucho cuando les informé de tu traición. Por cierto, el Gran Joe ha puesto unos sicarios a buscarte y liquidarte, se molestó un chingo porque lograste el robo y no acudiste a pagar la deuda que tenías. Mal, muy mal muchachito, ahora sí que tienes problemas. Es lo malo de pertenecer al Gremio.
Después de decirle esto me retiré llevándome el maletín con el dinero. Regresé a la ciudad en avión de primera clase, después de todo tenía la plata. Pero me dolía la cabeza, me sentía extraño de decir todas esas majaderías y groserías. En ratos experimentaba pequeños vacíos mentales y me costaba trabajo asimilar que yo dijera tantas vulgaridades. No sabía qué me estaba pasando. Al llegar a la ciudad tomé un taxi y me dirigí a casa, la cabeza me daba vueltas.
-Oiga, yo lo conozco, ¿usted es el jardinero que estaba el otro día en la casa de Fausto, verdad?
-Ah si, soy yo… -respondió el conductor del taxi -y usted estaba con ésos sinvergüenzas que no me pagaron ¿verdad? ¡No se cómo se atrevieron…!
-Cálmese, tiene usted razón, y yo nunca estuve de acuerdo… -le expliqué tratando de calmarlo y animarlo -Así que ahora trabaja de taxista ¿es eso? Tuvo que dejar la jardinería por las malas pagas, supongo.
-Si, ya se imaginará.
Al llegar a casa, tomé una cantidad generosa de dinero y arrojé los billetes sobre su asiento. El hombre se asustó en principio.
-Pero, ¿qué es esto? ¿Por qué me da tanto? ¿Es de verdad esto, es honesto?
-Claro que es honesto, hombre. Es su paga, mas un poco de intereses por la demora y una buena propina por su amabilidad. No se ponga difícil y váyase con eso, yo sé que lo necesita. Y si le preguntan, diga que nunca me vio.
El sujeto accedió contento y se retiró en su taxi. Yo entré a la sala de mi casa y me tiré sobre el sofá. Tantas impresiones eran demasiado peso para mi cabeza, y sentía un extraño vértigo.
Para complicar las cosas, mi hermanita adolescente entró y quiso preguntarme acerca de mi ausencia.
-¿Y dónde estabas? Dijiste que saldrías pero no pensé que tanto.
-No me molestes Karina, ahora no tengo ánimos.
-Ay, nunca tienes ánimos y siempre te saco la verdad, así que ya empieza.
-¡Que no tengo ánimos y vete mejor a chingar a la mierda!
Karina estuvo llore y llore durante casi una hora, y yo tuve que hacer malabares y sacar mi caja escondida de chocolates, para que se calmara y me perdonara.
-Ya Karinita, ya, no llores… fue sin querer perdóname. No sé qué me está pasando, es que últimamente no puedo controlar mis palabras ni mis emociones violentas. Es como si otra persona hablara por mí… mira otro chocolatito, abre boquita, anda abre boquita… otro chocolatito… ya perdóname, anda.
-Yo no sé que te pasa, Fontana –gimoteó Karina mientras limpiaba sus mocos -. Desde que fuiste con ése Doctor Villa te has vuelto más malhablado y vulgar.
-¿El Doctor Villa? ¡El Doctor Villa! Sí, eso ha de ser, con razón tengo todos estos giros. Mira Karina, voy a ir a ver al Doctor a su casa, a ésta hora ya no lo alcanzo en su consultorio. Por favor, si vienen Harry y Henry dales ésa bolsa negra que está allí. Les dices que es “su parte”. Te prometo que cuando venga, traeré pizza y la película de High School Musical para que me perdones, ¿Si?
-Bueno… y helado de chocolate.
-Si, si, también. Bien que sabes sacar ventaja de todo, ya te conozco.
Corrí a mi auto y viajé hasta la casa del Doctor Villa. Se incomodó un poco pero le expliqué toda la situación y comprendió.
Meditó un momento y me confirmó que sí había ocurrido un accidente durante mi hipnosis, y me reveló todos los detalles del sujeto que se puso a decir groserías y vulgaridades mientras yo dormía. Sacó sus accesorios y me hipnotizó de nuevo. Al despertar me sentí mucho más aliviado e hicimos un test donde yo debía contestar amablemente las preguntas groseras que intencionalmente me haría el Doctor. La prueba fue satisfactoria y superé aquel problema de vulgaridad inducida.
El doctor se estaba disculpando de los incidentes de aquel día, cuando repente se fue la electricidad en su casa. Como era noche, todo quedó en tinieblas y yo volví a tener miedo a la oscuridad. El Doctor me calmó y me dijo: “Veré si tengo una lámpara en ése armario”, acto seguido, se escuchó una puerta rechinando horriblemente.
-Ahí está, ahí está… ¡El payaso me quiere comer! –grité asustado y mordiéndome las uñas. El Doctor Villa encendió su lámpara e iluminó el armario.
-Tranquilo señor Fontana, es sólo un armario viejo. ¿A qué se refiere con lo del payaso?
-Ya recordé lo que me pasó, tenía yo 6 años y papá me asustaba con un títere de payaso que tenía en su armario. Me daba mucho miedo y yo le decía “el payaso me come, el payaso me come”, luego papá sólo decía “a dormir” y apagaba las luces riéndose. ¡Yo me moría del miedo y lloraba!
-Qué bien, ya encontramos la causa de su miedo.
-¿Encontramos? ¡Encontré! Y lo hice yo solito.
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