Cuando estuve abajo, comencé por ver los contenidos de una extraña caja vieja, la cual resguardaba materiales tan antiguos que eran ya varios los años que se podían rememorar al hacer inventario de éstos. Tomé en especial, un apartado que estaba envuelto sobre papel de periódico y en su interior había muchas fotografías. Comencé a mirarlas y la nostalgia me hizo pensar en las caras de aquellos que alguna vez fueron mis amigos. Las fotografías eran referentes a mis años en que fui bachiller, cuando a mis escasos 18 años formé mi primera banda de ladrones.
Detuve mi labor de limpieza –ya había esperado un año, qué mas daba esperar una hora más-, y empecé a dejar caer los recuerdos fotográficos sobre mis piernas, mientras permanecía sentado en un viejo sillón del sótano.
La banda, nuestras fiestas, nuestros pequeños e imberbes robos, nuestras bobas peleas por los ínfimos botines… todo venía a mi mente de manera tan fresca.
Por diferentes razones dejé de frecuentar aquellos amigos con los que me sentí identificado en vocación y personalidad, así que el rostro se me suavizó cuando me quedé varios minutos mirando el piso y trayendo a la realidad de mi pensamiento tales aventuras.
Salí de ese mugroso sótano, tomé una valija donde guardé mis viejas agendas y todas las fotos que encontré, y me apresuré a emprender el viaje en búsqueda de mis antigüos compañeros, pues necesitaba saber qué fue de ellos. Necesitaba conectar mi realidad lineal con aquellos mundos paralelos que dejé olvidados en el pasado. Salí con mi maleta en la mano, mis lentes para el sol en la cabeza y muchas esperanzas sobre los hombros.
-Fontana, ¿A dónde vas? –exclamó mi hermana Karina, al verme salir tan entusiasmado y con la determinación plena de realizar aquel viaje tan súbito y sorpresivo.
-Voy a reencontrarme con mi pasado, voy a sortear el tiempo y congraciarme con aquellos que formaron parte de mi vida, pero que se alejaron durante el transcurso de los años y sus complejas veredas –le respondí pletórico de emociones y como si una epifanía sagrada orientara mis ojos hacia el horizonte.
-Otra vez te dio flojera limpiar el sótano, ¿verdad? Llevas dos semanas diciendo que lo limpiarás. ¿Por qué simplemente no lo haces ya y te quitas de ése pendiente, Fontana?
-Ya pues, te prometo que en cuanto regrese ahora sí lo limpiaré, Karina. Recuerda que el que espera, desespera.
-Sinvergüenza pachorrudo –dijo mi hermana, mientras yo cerraba la puerta de la casa y miraba las promesas del sol, saliendo apenas por el linde e iluminando mi pretendida iniciativa.
La primera persona a quien busqué era Ivanna. Con ella comencé a formar la banda, recuerdo que nos hicimos amigos porque intenté robarle un disco de Pearl Jam que llevaba en su mochila. Luego ella lo recuperó sustrayéndolo de la mía y llenando mis cuadernos de recortes pornográficos. Fue una pena que al llegar a mi casa, mamá me pidió que les mostrara a sus amigas allí reunidas las poesías que yo acostumbraba escribir, y luego todas gritaron al ver las imágenes de enormes genitales que caían a sus pies cuando saqué bruscamente mi cuaderno.
Este embarazoso episodio sirvió para romper el hielo y comenzar una de las mejores amistades que he tenido. Tenía fuertes esperanzas de encontrarla en su antiguo domicilio. Al llegar allí, su madre me dijo que Ivanna se había casado, y mudó a otra casa en una comunidad cercana, a 5 kilómetros de la ciudad.
Emprendí hacia ésa dirección y al llegar, toqué la puerta con fervor. Mi emoción se me quería salir del pecho.
-¿Fontana? ¿Eres tú? No puedo creerlo… -Ivanna mostró un asombro sincero y nos dimos un abrazo, luego me convidó a pasar. Su casa era pequeña y el interior guardaba un poco de desorden, limpieza sí, pero desorden en cuanto a la colocación de las cosas.
Estuvimos charlando durante horas, me fue muy grato ese encuentro y las mil cosas que significó para mí por tantos recuerdos. La vida que tuvo Ivanna luego de la escuela no fue del todo grata. Se casó, tuvo un hijo, pero luego se divorció de su marido infiel. Estudió contaduría pero nunca pudo terminar, pues entre su embarazo y su incierta vida matrimonial, tuvo que dejar la universidad para dedicarse al trabajo. Sólo así consiguió establecerse y superar las adversidades.
A pesar de contarme estas cosas, se veía de buen ánimo y llamó a su hijo para presentarnos. Su simpático chicuelo me hizo tener presente la rapidez del paso del tiempo. Luego el chico regresó a su pequeña habitación y tuvimos un mutuo silencio introspectivo.
-Las malas decisiones en la vida, Fontana –dijo Ivanna mientras suspiraba –sólo espero que mi hijo no tenga que cargar con ellas. Ni con las decisiones del idiota que me dejó para irse con su amante. Me hubiera gustado tener una familia feliz, una linda casa, un marido amoroso y fiel, un futuro próspero… nada de eso veo en el presente, ni lo que sospecho para el futuro se parece a lo que yo deseaba para mi vida adulta.
-Así es la vida con algunos de nosotros –le comenté yo -. Me hubiera gustado ganar un premio Nobel o por lo menos ser muy inteligente para haber podido ser un doctor, o empresario o abogado. En vez de eso me tuve que dedicar al robo, no con la maestría académica de los abogados, pero sí con su mismo empeño… y aunque yo lograra una pieza maestra del hurto, nunca seré admirado como ellos... A veces la vida no me retribuye el empeño que le pongo, siempre me he preguntado cómo se han de sentir quienes fueron lo suficientemente inteligentes para tener una vida exitosa, productiva y formando una familia próspera. Creo que sólo podré imaginarlo.
-Habrán sido en mi caso las malas decisiones o en el tuyo la falta de cualidades, pero cuanto más se asciende sobre la pirámide del éxito, menos espacio queda para gente como tú y como yo. Perdedores e inadaptados.
Tomé las fotos y se las mostré a Ivanna, juntos las observamos y disfrutamos nuevamente los momentos impresos sobre el papel. Fue increíble, como volver a estar allí, como si nada se hubiera movido desde entonces. Reímos mucho, y ante la poderosa nostalgia, sólo exclamé después de las risas: “Ojalá pudiéramos volver, pero con la mayor experiencia de lo que ahora sabemos no debíamos hacer”.
Ivanna respiró un poco, mirando fijamente una foto donde los 4 miembros de la banda nos colocábamos atropelladamente para ser captados por el disparo automático. Todos teníamos una sonrisa y el momento capturado era tan espontáneo y pleno, que costaba trabajo no desear aquellos tiempos.
-Volvamos Fontana, volvamos ahora que sabemos lo que nunca debimos hacer.
-¿Qué? Es una broma tuya, Ivanna. No hablarás en serio… ¿cierto?
-¿Qué podemos perder? ¿Esa vida de fantasía que ahora sabemos que nunca podremos tener? ¿A qué nos aferramos, si ya perdimos cualquier recurso para lograr lo que creíamos ideal?
Ivanna me convenció. Tomamos todas las cosas necesarias y nos preparamos para ir a la búsqueda de nuestros secuaces. Ella dejó a su hijo con una buena vecina suya, a la que siempre acudía por ser su incondicional amiga. Subimos los dos al auto y arrancamos con la incertidumbre de siempre, con la misma que han tenido nuestras vidas desde aquellos tiempos; las vidas de quienes la gente al pasar considera los condenados, los irredentos, los concupiscentes… los nadie.
CONTINUARÁ EN EL SIGUIENTE POST…
Etiquetas: Primera Temporada